viernes, 11 de mayo de 2012

Cuadernillo de geografia


TU Unidad 1: La organización actual del territorio argentino


T1 Organización política del territorio nacional

Desde el siglo XIX la Argentina es un Estado nacional reconocido internacionalmente. Como los otros Estados-Nación del mundo posee un territorio propio sobre el que imparte soberanía organizando la vida económica, social, política y cultural de su población, mediante el dictado, la aplicación y el control de leyes.
El territorio de lo que actualmente constituye la República Argentina es el resultado de un proceso histórico, de conflictos y negociaciones.
La delimitación del territorio nacional durante los siglos XIX y XX conllevó la aplicación de múltiples tratados, acuerdos y arbitrajes con los países limítrofes, prolongándose este proceso hasta 1999 cuando Argentina y Chile firmaron el Tratado de los Hielos Continentales. Ese año se completa la definición de los límites terrestres internacionales del territorio nacional.

Todo está listo en el Senado para que esta tarde se apruebe -por amplia mayoría- el proyecto de ley que ratifica el nuevo acuerdo firmado por la Argentina y Chile sobre los Hielos Continentales. Así, se pondrá fin al último de los veinticuatro diferendos limítrofes que ambos países mantenían desde el retorno de la democracia a la Argentina.Hoy también, en forma coordinada y simultánea, la Cámara de Diputados de Chile completará la aprobación del tratado que, en su nueva versión, fue suscripto en diciembre por los presidentes Carlos Menem y Eduardo Frei.Este nuevo entendimiento, que reemplaza a la cuestionada línea poligonal acordada en 1991, ya cuenta con la media sanción de la Cámara de Diputados argentina, y a principios de marzo tuvo la aprobación del Senado trasandino, con el voto mayoritario de los legisladores democristianos y socialistas, aliados en la Concertación que gobierna ese  país.
Cita: © Clarín, Votan en simultáneo el acuerdo por los Hielos, 2 de junio de 1999

El establecimiento del territorio de un Estado y su aceptación internacional es primordial. El estado (nacional o provincial) es soberano respecto del ordenamiento y manejo de los recursos naturales que se encuentran tanto en en la porción terrestre de su terriotiro como en la acuática y en la aérea.
Esto significa que el Estado tiene la facultad de decidir cuáles de esos recursos  se explotan y de qué manera se lo hace.

Abordaremos a continuación el estudio de los aspectos físicos y políticos de cada una de las tres porciones:  

Porción terrestre
Porción acuática
Porción aérea


T2 Porción terrestre

Como resultado de un proceso de subdivisión interna, actualmente la porción terrestre del territorio nacional está conformada por 24 unidades territoriales.

En conjunto son:


La capital del Estado nacional:
1880  Capital Federal
1994  Ciudad Autónoma de Buenos Aires

23 provincias definidas entre los años 1820 y 1991.


Estas unidades territoriales (la Capital del Estado Nacional y las 23 Provincias),   por el carácter federal adoptado en la Constitución Nacional, son autónomas, es decir, poseen los gobiernos facultados para dictar sus propias constituciones acordes con los principios, declaraciones y garantías de la Constitución Nacional, redactada por primera vez en 1853 y modificada por última vez en el año 1994.

Además del mencionado carácter federal, por disposición constitucional también se adoptó la forma republicana representativa de gobierno, por lo que el pueblo gobierna a través de sus representantes (ante cada unidad territorial y ante la Nación) elegidos periódicamente.
En un segundo nivel de partición territorial, las 23 provincias se hallan subdivididas en departamentos, unidades territoriales menores que poseen uno o más gobiernos locales que ejercen su autoridad en áreas llamadas municipios, comunas o comisiones de fomento, según la provincia.


T2 Porción acuática

Vimos que la porción terrestre del territorio nacional está conformada por 24 unidades territoriales, políticamente determinadas.
Avanzaremos ahora en el estudio de las particularidades que cobran las cuestiones de organización política de la porción acuática del territorio argentino. Nos referiremos a:
  1. La zona marítima de la Argentina.
  2. La Zona Económica exclusiva del Estado Argentino.
  3. Los tratados internacionales que definen nuevas categorías territoriales como la de mar territorial.
  4. La cuestión de la soberanía nacional sobre esta porción.

La zona marítima se ubica por encima de la plataforma continental, es decir, la prolongación del continente por debajo del mar hasta la isobata de 200 metros de profundidad, entre los 35º y los 55º de latitud Sur.

El área posee una superficie cercana a 1 millón de km² con un frente oceánico algo superior a los 4.000 kilómetros de extensión. Allí, el Estado nacional posee una Zona Económica Exclusiva (ZEE) hasta las 200 millas marinas (370 kilómetros) desde la línea de bajamar costera.

Esta ZEE no siempre coincide con la plataforma continental y con el mar que se ubica sobre ella, llamado Mar Epicontinental. Debido a esta falta de coincidencia, la Argentina aprovecha tanto recursos marítimos (los que están sobre la plataforma) como oceánicos (los que quedan fuera de la plataforma pero en las 200 millas marinas – ZEE -). Entre los recursos obtenidos se encuentra fauna (como moluscos y peces), flora (como algas) y minerales (como petróleo y gas).

En la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar se establecieron también:

  • la existencia de un Mar Territorial que se extiende desde la línea de bajamar hasta las 12 millas marinas, en el que el Estado ejerce derechos aduaneros, inmigratorios, sanitarios y fiscales,

  • y una zona contigua a ese mar cuya extensión se prolonga 12 millas marinas más desde la culminación de aquél.

Existe la posibilidad para todos los países ribereños del mundo de correr hacia el océano el límite internacional.

En el año 2009 vence el plazo otorgado para presentar el trazado del límite definitivo del Mar Argentino ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental de la Organización de las Naciones Unidas. Por jurisprudencia internacional ese límite puede extenderse más allá de la actual isobata de 200 metros de profundidad, según lo fijado por la Convención sobre el Derecho del Mar.

Si el nuevo trazado de la isobata (que será definido por una comisión formada por científicos argentinos) es aceptado por este organismo, se duplicaría la porción acuática argentina, ampliándose un 27% la superficie del territorio nacional, y con él las posibilidades de manejo de recursos minerales y recursos vivos existentes en esa zona.

En relación al dominio soberano del Estado en el territorio acuático es importante aclarar que la soberanía nacional incluye a las islas Malvinas, las islas Georgias del Sur y Sándwich del Sur y el espacio marítimo e insular correspondiente, debido a que se encuentran sobre la plataforma continental, es decir a profundidades menores a la isobata de 200 metros.


T2 Porción aérea

El Estado también es soberano sobre esta porción o espacion aéreo.

Las aeronaves pueden sobrevolar el espacio aéreo nacional siempre que exista un tratado bilateral entre naciones (aquella a la que pertenece la aeronave y aquella soberana del espacio aéreo) que permita esa circulación.
Aún no hay acuerdo internacional para establecer el límite superior atmosférico hasta dónde ejerce derecho soberano un Estado.
Algunas posturas consideran que ese límite se encontraría entre los 40 y los casi 200 kilómetros de altura, mientras que otras lo extienden localizándolo en el comienzo del espacio exterior o cósmico, a unos 2.000 kilómetros de altura aproximadamente.

El espacio antártico


La Antártida es una masa de tierras emergidas y constituye uno de los seis continentes del mundo. A diferencia del resto de las masas continentales, ésta no está subdividida en territorios nacionales.

Argentina es uno de los siete países firmantes del Tratado Antártico del año 1959, junto con Francia, Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, Noruega y Chile. Cada una de estas naciones se comprometió, como co-administradora de las tierras y de las aguas ubicadas al Sur de los 60º Sur, a garantizar su uso de forma pacífica, preservando el ambiente y fomentando la investigación científica para el conocimiento del área, instalando para ello bases científicas de cooperación mutua.

Vencido el plazo establecido por el Tratado Antártico, en el año 1991 y por un período de 50 años, entró en vigencia el “Protocolo de Madrid” que designa al área como “Reserva Natural consagrada a la Paz y a la Ciencia”. A los países citados se sumaron Bélgica, Estados Unidos, Japón, República Sudafricana y la Comunidad de Estados Independientes (ex URSS).

Nuestro país, que al igual que el resto no tiene dominio soberano en el área, ha fijado los límites de la porción terrestre y acuática sobre la que pretende hacerlo en un futuro. Esa zona está comprendida entre el paralelo de 60º Sur y el Polo Sur y los meridianos  de 25º y 74º Oeste, y se superpone íntegramente con la porción reclamada por el Reino Unido (desde los 58º S al Polo Sur y entre los 20º y los 80º Oeste) y parcialmente con la de Chile (desde los 60º S al Polo Sur y entre 53º y los 90º Oeste), por lo que se espera un acuerdo entre las partes para determinar los límites definitivos.


TU Unidad 2: Las bases naturales de la Argentina

Será importante que al abordar los textos y para estudiar sus contenidos, vaya localizando la información en los mapas e ilustraciones a medida que avanza e la lectura.


T1 Las grandes unidades de relieve

La formación del relieve actual de nuestro territorio, con predominio de altas montañas hacia el oeste, llanuras en el centro-este y mesetas en el sur y noreste, es resultado en gran medida de la colisión que hace millones de años se produjo entre las placas tectónicas Sudamericana, donde se apoya nuestro territorio, y la de Nazca, en el océano Pacífico Sur.

Ese choque dio como resultado la formación de la cordillera de los Andes, tanto por elevamiento de nuevas montañas como por rejuvenecimiento de antiguos relieves, a la vez que actuaron los procesos exógenos de erosión y meteorización.
El encadenamiento andino se extiende de sur a norte por el oeste (a excepción de la provincia de tierra del Fuego en donde la cordillera tiene orientación oeste – este) actuando como límite con la república de Chile. El origen volcánico de la cordillera se remite a esa colisión y a sus fracturas consiguientes.

Más recientemente, en el período Cuaternario, además de una intensa actividad volcánica y las glaciaciones en el Oeste, el agente modelador del relieve más relevante es el proceso erosivo sedimentario que formó la llanura chaco-pampeana, con similar formación que las otras llanuras sedimentarias de Sudamérica, las de los ríos Amazonas y Orinoco. 

T1 La cordillera de los Andes

Se extiende en nuestro territorio desde el extremo noroeste, en las provincias de Salta y Jujuy, hasta el extremo sur, en la provincia de Tierra del Fuego (exceptuando las islas oceánicas del Sur). En esta estructura se pueden reconocer diferentes unidades, como la Puna, la Precordillera, la Cordillera Principal, la Cordillera Frontal y la Cordillera Patagónico-fueguina.

En el noroeste, la cordillera da lugar a una gran meseta de altura denominada Puna (Altiplano en Bolivia y Puna de Atacama en Chile), con alturas promedio que superan los 3.500 metros sobre el nivel del mar. La Puna está recorrida por valles de gran valor en la zona porque concentran la riqueza minera de salares, encauzan la red hidrográfica de la zona y constituyen centros turísticos de importancia. Entre las salinas y salares se destacan las Salinas Grandes, y los salares de Antofalla, Hombre Muerto y Pocitos.

Hacia el este de esta meseta de altura se encuentra la Cordillera Oriental, con elevaciones superiores a los 5.000 metros y dirección norte-sur, limitando por el este con las sierras subandinas. Su altura máxima se encuentra en los Nevados del Cachi, a más de 6.700 metros sobre el nivel marítimo.

Esta sección montañosa del noroeste está surcada por valles y quebradas en los que se asienta gran parte de la población del lugar, como en el valle de Lerma, en el que está enclavada la ciudad de Salta, y el valle del río Grande de Jujuy, las quebradas de Humahuaca, del Toro y de los valles Calchaquíes, entre otras áreas deprimidas.

Hacia el sur (27º Sur) se elevan los Andes Centrales conformados por la Cordillera Frontal, entre el sur de Catamarca y el norte de Mendoza, y la cordillera Principal, que se extiende hasta el centro-oeste de la provincia de Neuquén. Ambas configuran, en este tramo de nuestro territorio, el límite con Chile, pues son altas cumbres y divisorias de aguas. Es en este sector donde se hallan las mayores alturas de todo el continente americano, con su cúspide en el cerro Aconcagua, que pertenece enteramente a nuestro país y asciende a 6.959 metros sobre el nivel del mar. Otras montañas de este sector andino que superan los 6.000 metros son el Ojos del Salado, Tres Cruces, Pissis, Bonete, Mercedario y Tupungato. Entre los cerros de gran altura hay valles transversales que constituyen pasos hacia el país trasandino, con elevaciones de 3.500 a 4.500 metros.

Al este de la Cordillera Frontal se eleva la Precordillera de La Rioja, San Juan y Mendoza, con formación más antigua, alturas menores (hasta 5.000 metros) y cimas redondeadas por acción erosiva. Además presentan una marcada aridez y gran cantidad de conos de deyección por transporte de materiales hacia el pie de los cerros.

A aproximadamente 39º de latitud sur los Andes Centrales dan paso a los Andes Patagónico-fueguinos, con alturas bastante más bajas que las anteriores como resultado de la intensa acción erosiva de la última glaciación, donde el volcán Lanín, de 3.776 metros en la provincia de Neuquén, cercano a Junín de los Andes y a San Martín de los Andes, es la mayor altura. Este tramo se caracteriza también por la presencia de humedad que da lugar a bosques, por la gran cantidad de valles lacustres transversales al encadenamiento andino (lagos Nahuel Huapi, Lácar, Argentino, Buenos Aires, Viedma, Huechulafquen, etc.), la escasa altura de los pasos fronterizos (muchos a menos de 700 metros sobre el nivel del mar), la presencia de nieves eternas o persistentes a bajas altitudes y una importante superficie cubierta por los denominados hielos continentales, como los del glaciar Perito Moreno. En Tierra del Fuego, como se dijo, la cordillera tuerce en dirección oeste-este para sumergirse por debajo del océano y reaparecer en el continente antártico (Antartandes).


T1 Las sierras

Entre los sistemas serranos de nuestro territorio destacan las sierras Subandinas, al este de la Cordillera Frontal, abarcando parte de las provincias de Salta, Jujuy y Tucumán; las sierras Pampeanas, al sur de los sistemas montañosos del noroeste (Puna, Cordillera Oriental y sierras Subandinas) y al este de la Precordillera y los Andes Centrales, que está conformada por diferentes sistemas, como el de Famatina, el de Córdoba y San Luis, el de Aconquija y el de Velasco; las sierras de Tandilia y Ventania, ambas en el sur de la provincia de Buenos Aires y las Mahuidas, en el sur de la provincia de La Pampa.

T1 Las llanuras

Gran parte del territorio argentino está conformada por la extensa llanura chaco-pampeana, área deprimida de origen cuaternario creada por una continua sedimentación. Esta llanura puede ser dividida en dos grandes sectores debido a sus características fisonómicas actuales, si bien tienen origen geológico común: la llanura pampeana al sur y la chaqueña al norte. En conjunto tiene suave pendiente noroeste-sudeste.
La llanura Chaco-pampeana, asimismo, presenta diversas áreas diferenciadas por sus características de relieve, drenaje y vegetación, lo que deriva en usos diversos del suelo.

La llanura chaqueña presenta dos unidades bien diferenciadas: el Chaco Oriental, húmedo, y el Chaco Occidental, más árido. Ambas zonas se diferencian por su vegetación, con bosques xerófilos en el oeste y bosques húmedos en el este.

En la llanura pampeana también se pueden distinguir dos grandes unidades: la Pampa occidental, hacia el oeste, más árida y elevada, y la oriental, más húmeda y baja. Esta última, además, presenta diferentes sectores: la Pampa Baja, la Pampa Deprimida y la Pampa Alta. En esta área, además, se asienta la gran mayoría de la población argentina, principalmente en el núcleo urbano formado por el Área Metropolitana de Buenos Aires, pero también en otras ciudades grandes y medianas como Rosario (en la Provincia de Santa Fe, Córdoba, en la provincia homónima, La Plata, San Nicolás, Zárate, Olavarría, Bahía Blanca, Mar del Plata, Arrecifes y muchas otras de la provincia de Buenos Aires, y Santa Rosa, capital de La Pampa (se verá en la unidad 6: El espacio urbano).
Las características climáticas y edáficas (de suelo) hacen de esta llanura una zona muy apta para el desarrollo de las actividades agrícolas y ganaderas. Como se verá más adelante, además, sobre la planicie Chaco-pampeana se halla gran parte de la cuenca hídrica más extensa de nuestro territorio, la del Plata.

T1 Las mesetas

Dos grandes unidades mesetarias se distinguen en el territorio nacional (además de la Puna): la meseta Misionera, en el noreste del país y la meseta Patagónica, en el sureste. Son relieves planos, elevados en bloque por procesos epirogénicos y desgastados por la acción erosiva y la meteorización.

La meseta Misionera presenta como singularidad la alta composición de hierro en sus suelos (lateríticos), que le confieren un color rojizo debido a la oxidación originada por la fuerte humedad del lugar. Dicha meseta tiene un relieve con mayor altura hacia el centro y más bajo hacia los extremos, que están surcados por ríos, como el Iguazú, el Uruguay, el Pepirí Guazú y el Paraná. El río Iguazú forma saltos antes de encontrarse con el río Paraná, conocidos como Cataratas del Iguazú, de gran valor paisajístico.

La meseta Patagónica se originó por continuos movimientos de ascenso y descenso de bloques y avance y retroceso del mar, por lo que presenta sedimentos terrestres y marítimos. Tiene una disposición escalonada con alturas que descienden desde el oeste hacia el este hasta terminar en forma de elevados acantilados en el mar Argentino. Estos escalonamientos están cortados transversalmente en sentido oeste-este por valles fluviales surcados por ríos como el Deseado, el Chico, el Negro, el Chubut y el Senguerr, entre otros.

T1 Los esteros y lagunas correntinos y las lomadas entrerrianas

Ambos son relieves muy particulares; los esteros y lagunas correntinos son depresiones sobre suelos arenosos, cubiertas de agua. En general cubiertos por camalotes y juncos, los esteros poseen escasa profundidad, al igual que las lagunas, más libres de vegetación. Entre los esteros más conocidos se encuentran los del Iberá y de Santa Lucía.

Las lomadas o cuchillas entrerrianas son elevaciones bajas redondeadas y enmarcadas por los numerosos ríos que atraviesan o forman el límite de la provincia de Entre Ríos, como el Uruguay, Paraná, Gualeguay, Gualeguaychú y Guayquiraró. Hacia el sur de Entre Ríos las lomadas dan lugar a la llanura pampeana. 

T1 Las islas Malvinas

Este archipiélago está situado en la plataforma continental del mar Argentino y está conformado por dos islas mayores, Gran Malvina y Soledad y otras menores. El relieve está formado por sierras bajas y llanuras. Las elevaciones no superan los 700 metros de altura, con un pico máximo a 689 m en el cerro Adam.

T1 Las características climáticas del territorio

Por su posición latitudinal casi totalmente situado en latitudes medias, nuestro territorio presenta predominantemente clima templado. Sin embargo, los diversos factores que intervienen en la composición climática favorecen la presencia de otras variedades, como el desértico, el subtropical y el frío. Entre los factores que modifican el clima se pueden mencionar la latitud, la altitud y el efecto oceánico o de continentalidad.

Cada variedad o tipo climático se distingue por sus características de temperatura y de humedad, por lo que podemos reconocer climas subtropicales con y sin estación seca, templado húmedo y seco, frío húmedo, entre otros.

Entre los factores mencionados que intervienen en nuestro territorio se destacan la cordillera andina, la presencia de determinados tipos de vientos y la cercanía de corrientes oceánicas frías y cálidas.

La cordillera de los Andes actúa como barrera climática al paso de los vientos provenientes del anticiclón del Pacífico, provocando la precipitación por ascenso y condensación del vapor de agua entre los 39° Sur y los 55° Sur, lo que favorece el desarrollo de un bioma selvático en Chile y predominantemente boscoso en la cordillera Patagónico fueguina argentina. Al norte del paralelo de 39° S, como se vio en el apartado de relieves, la cordillera presenta alturas mucho mayores, que impiden el paso de prácticamente toda la humedad proveniente del Pacífico, que ya es menor por la diferencia de temperaturas entre las capas bajas de la troposfera (temperaturas un poco más cálidas) y de la corriente marina de Humboldt o Perú (aguas muy frías), por lo que precipita principalmente en el mar. Hacia el norte la cordillera no recibe casi humedad porque se agudizan las diferencias térmicas descriptas recientemente, por lo que la humedad del Pacífico ni siquiera llega a las costas de Chile (formando el desierto de Antofagasta) y la poca humedad que recibe el Noroeste argentino (NOA) proviene desde el Este.

Entre los vientos locales que atraviesan con diferentes características la cordillera y actúan sobre el territorio nacional se encuentran el Pampero, que ingresa desde el centro-sur con dirección SO-NE y es frío y seco; el Zonda, en Mendoza, San Juan y La Rioja, con características de viento seco y cálido por el descenso desde las altas cumbres de la masa de aire (llamado calentamiento adiabático); el Blanco, muy frío, que afecta a las provincias del NOA y el cinturón de vientos polares del Oeste, húmedo en la zona cordillerana y seco en la meseta Patagónica, además de frío, muy fuerte y persistente.

Desde el océano Atlántico ingresan las masas de aire húmedo desde el Anticiclón del Atlántico Sur, siempre a partir de los 40°-45° de latitud hacia el norte, por lo que la meseta Patagónica recibe vientos exclusivamente desde el Oeste. En territorio bonaerense (ciudad de Buenos Aires y provincia de Buenos Aires), y con efectos sobre Santa Fe y Ente Ríos, ingresa ocasionalmente desde el Sudeste un viento persistente, frío y húmedo conocido como Sudestada, que provoca inundaciones de importancia en la zona costera de Ciudad de Buenos Aires y de la provincia homónima. Desde el Noreste, ingresa sin atravesar áreas montañosas de importancia, un viento cálido y húmedo proveniente desde la corriente cálida del Brasil, con dirección NE-SO, que en ocasiones se choca con el viento del Sudoeste (frío y seco) provocando precipitaciones frontales, típicas de latitudes medias. El ingreso de este viento del Noreste produce un gradiente de precipitaciones que disminuyen desde el Este hacia el Oeste en el norte y centro de nuestro país.

El efecto oceánico o de continentalidad se manifiesta principalmente en la amplitud térmica diaria y anual y en la abundancia o escasez de precipitaciones en el territorio. Cuanto más cerca se está de la costa, en general más se siente el efecto moderador de las aguas sobre las temperaturas (efecto oceánico) y a medida que nos alejamos hacia el interior, se siente con más intensidad el efecto de continentalidad, con temperaturas más extremas y por lo tanto mayor amplitud térmica y menos humedad.

Amplitud térmica: diferencia entre la mayor y la menor temperatura. Puede ser diaria, mensual o anual, dependiendo del período medido.


T1 Los tipos climáticos

De acuerdo con lo visto se distinguen en el territorio argentino ocho variedades o tipos climáticos, que se han reagrupado aquí en seis.

T2 Subtropical con y sin estación seca

Presente en latitudes cercanas al trópico de Capricornio, el clima subtropical se encuentra en el centro-norte y noreste del país. Debido al mencionado gradiente de humedad en esas latitudes, el viento que ingresa desde el océano Atlántico aporta humedad la que va perdiendo paulatinamente a medida que se desplaza hacia el Oeste. Con temperaturas promedio que se acercan a los 20° C, la diferencia entre ambas variedades está dada por la humedad, que es mayor en las provincias de Misiones, Corrientes y Este de Chaco y Formosa, con precipitaciones que superan los 1.000 mm y presencia de bosques húmedos, selvas y esteros, y va disminuyendo hasta los 400-500 mm en el oeste de Chaco y Formosa, norte de Santiago del Estero y de Santa Fe y este de Salta, dando lugar a la presencia de bosques arbóreos y arbustivos de especies xerófilas, como los Prosopis (caldén, algarrobo, etc.). Las precipitaciones, además, varían de acuerdo con su persistencia o estacionalidad, lo que da nombre a cada variedad: en el subtropical sin estación seca, precipita de manera regular durante el año (régimen pluviométrico isohigro) mientras que en el subtropical con estación seca, predominan las precipitaciones estivales debido a la presencia de un ciclón temporario en el norte del país que atrae los vientos húmedos del Atlántico (régimen pluviométrico monzónico).

Hacia el oeste, en las sierras subandinas, se presenta otra variedad de clima subtropical, el serrano, húmedo por la presencia de este relieve que favorece el ascenso de las masas de aire húmedo provenientes del océano Atlántico, que en condiciones de altura se enfrían y precipitan dando lugar al desarrollo de un ecosistema selvático.


T2 Templado húmedo

Está presente en el centro-este del territorio, en latitudes medias, entre 30° y 40° Sur. Las precipitaciones oscilan entre 700 (hacia el occidente) y 1.000 (hacia el oriente), por lo que, sumado a las características edáficas de la llanura pampeana oriental, propicia el desarrollo de las actividades agrícolas y ganaderas de enorme importancia en el desarrollo económico nacional. El bioma resultante característico es la pradera o pastizal, originalmente herbáceo sin estrato arbóreo, con la excepción de las barrancas costeras de los ríos Paraná y de la Plata y de otros ríos y arroyos. Las temperaturas anuales promedio varían entre 14 y 18° C, con escasa amplitud térmica.

T2 Templado seco

Al oeste del clima templado húmedo se desarrolla el templado seco, siguiendo el gradiente mencionado en los climas subtropicales, con mayores amplitudes térmicas y precipitaciones que rara vez alcanzan los 500-600 mm. El resultado de estas características es el empobrecimiento de los suelos, con mayor contenido de sales, menor presencia de cuerpos de agua dulce y por lo tanto, menos productivos. Aquí se desarrolla una vegetación de bosque bajo xerófilo (Prosopis como el chañar) o monte y sabana.

T2 Árido y semiárido

Estos tipos de climas se definen principalmente por su ausencia o escasez de humedad más que por el gradiente de temperaturas debido a la gran amplitud térmica que presentan.

Desde el noroeste del país hasta el sudeste se presenta la denominada diagonal árida, con condiciones de escasez de precipitaciones y el desarrollo de ambientes desérticos y semidesérticos. En el NOA, como se vio anteriormente, los vientos del Pacífico no llegan con humedad al continente pues la descargan con anterioridad, por lo que las costas de Chile presentan condiciones de extrema aridez, mientras que desde el Atlántico, la humedad se pierde casi definitivamente cuando el viento atraviesa las sierras subandinas, por lo que la cantidad de precipitaciones anuales en esa zona varía entre 100 y 300 mm. Más hacia el sur, en el área cuyana, provincias de La Rioja, San Juan y Mendoza, la escasa humedad que llega desde Chile queda retenida en la cordillera, que en esa latitud presenta gran altura, por lo que el registro de precipitaciones rara vez supera los 300-400 mm. En la meseta Patagónica, la aridez se extiende debido a que los vientos muy húmedos provenientes del Pacífico descargan su humedad en territorio chileno y en la cordillera andina, por lo que una vez atravesada esa barrera montañosa, dicho viento va dejando su humedad a medida que se dirige hacia el Este, con precipitaciones que oscilan entre 700 y 200 mm desde la cordillera hasta la costa.

T2 Frío húmedo

Se extiende por la cordillera Patagónica fueguina entre los 39° y 55° Sur, dando lugar al desarrollo de un bosque denso húmedo con predominio de Nothofagus, como la lenga y el ñire. El promedio de temperaturas anuales oscila entre 10° y 5° C desde el Norte hasta el Sur y las precipitaciones suelen superar los 1.000 con extremos de 2.500 mm en algunas áreas de la cordillera neuquina, lo que da origen a una selva templado-fría, continuación de la selva Valdiviana chilena. Estas precipitaciones son predominantemente invernales (régimen pluviométrico mediterráneo).

T2 Alta montaña

Las áreas montañosas presentan climas diferenciados según la altura, actuando esta como el gradiente de humedad y temperatura. Es por eso que en altura, sobre todo después de los 3.000 metros sobre el nivel del mar, comienza a desaparecer la vegetación y recrudece el frío, por lo que se da lugar a la aparición de ambientes con condiciones de extrema aridez y rigurosidad térmica.

Los climogramas
Para representar el clima de algún lugar se utilizan gráficos denominados climogramas, en los que se señalan a lo largo de un período, en general un año, los promedios de temperatura mensual y las precipitaciones totales. Una vez obtenidos los registros mensuales de temperatura y precipitaciones, se grafica la primer variable en forma lineal y la segunda en forma de barras a lo largo de los doce meses. Este tipo de gráficos permite analizar la amplitud térmica anual, la temperatura media y las precipitaciones totales y su distribución según meses y estacionalidad, entre otras variables. 



T1 La red hidrográfica (ríos)  y lacustre (lagos, lagunas y acuíferos)

Gran parte del territorio argentino está recorrido por la segunda cuenca hidrográfica en extensión de Sudamérica, la cuenca del Plata, que tiene un caudal medio de m3/seg. y crecidas diferenciales según ríos y tramos. El río de la Plata colecta las aguas provenientes de parte de la cordillera andina y desde otras áreas situadas en Paraguay y Brasil, por lo que la alimentación depende tanto del deshielo del Oeste como de las precipitaciones en las llanuras, sierras y mesetas del Centro y Este. Entre los ríos que forman esta cuenca se hallan el Paraná, Paraguay, Uruguay, Iguazú, Salado del Norte, Carcarañá, Salado de Buenos Aires, Pilcomayo, Bermejo, Gualeguay, etc.

La alta sedimentación en el curso inferior del río Paraná originó en su desembocadura la formación de islas que en conjunto integran el delta del río Paraná. Este proceso de sedimentación de origen natural, se aceleró en las últimas décadas como consecuencia de la veloz deforestación de las selvas amazónica, tucumano-oranense y misionera y del Matto Grosso en la cabecera de los ríos Paraná y Paraguay. Cuando quedan desnudos los suelos, actúan las fuertes lluvias produciendo el lavado y arrastre de sus componentes hacia los cursos de agua, completándose el proceso erosivo cuando esos sedimentos son transportados y depositados en las zonas en que el río Paraná pierde fuerza de arrastre.

En su recorrido están las principales represas hidroeléctricas de América del Sur, como las de Itaipú (sobre el Paraná en Paraguay y Brasil) y Yaciretá-Apipé (también sobre el Paraná, en territorios de Argentina y Paraguay), además de más de medio centenar de represas más pequeñas, la mayoría en territorio brasileño. Estas se utilizan para la provisión de energía hidroeléctrica, agua para riego, vías de transporte (como puentes), recreación, etc.

Otra cuenca de importancia es la del río Desaguadero, endorreica salvo excepciones en las que el agua del Desaguadero llega hasta el río Colorado, en la Patagonia, y de allí se dirige al Atlántico. El río Desaguadero recibe las aguas de afluentes como el San Juan (en la provincia homónima), Mendoza, Tunuyán, Diamante y Atuel (los cuatro en la provincia de Mendoza), muy utilizados para la provisión de agua para consumo humano y para riego en la importante producción de oasis frutales de estas provincias.

En la Patagonia argentina, los ríos descienden de la cordillera y atraviesan la meseta con dirección Oeste-Este, a través de amplios valles, como en el caso de los ríos Negro (y sus afluentes Neuquén y Limay), Colorado, Deseado, Senguerr, Chico y Chubut.

Existen otras cuencas menores tanto endorreicas (con desagüe en lagos o lagunas), como las de los ríos Primero y Segundo en Córdoba que desaguan en la laguna de Mar Chiquita, como arreicas, tal el caso del río Quinto, que nace en las sierras de San Luis y se infiltra y evapora en el Sudeste de Córdoba y Noroeste de Buenos Aires.

Entre los lagos y lagunas, los primeros se encuentran predominantemente en el sur cordillerano argentino, con sentido casi exclusivamente Oeste-Este, como los lagos Aluminé, Huechulafquen-Paimún-Epulafquen, Lácar, Nahuel Huapi, Puelo, Futalafquen, Buenos Aires, Argentino, Viedma y otros, todos ellos de origen glaciario y  alimentados por las aguas del deshielo. Las lagunas están distribuidas en diferentes provincias, principalmente de la llanura Chaco-Pampeana, como Epecuén, Carhué, Mar Chiquita, entre otras; y en Corrientes. También se originaron lagos con la construcción de diques y represas, como en el caso de El Nihuil en Mendoza, Cabra Corral en Salta y Salto Grande en Entre Ríos.

En áreas con déficit hídrico superficial (escasez de ríos y cuerpos lacustres) o con alta demanda de agua, son importantes las aguas subterráneas o napas freáticas, presentes en el subsuelo a profundidades variables según la composición y estructura de las rocas, para uso diversos como riego, residencial, industrial, etc.

El acuífero Guaraní
Se trata de una inmensa reserva de agua subterránea localizada en los territorios de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. Su superficie aproximadamente es de 1.200.000 kilómetros cuadrados y coincide con una gran parte de la cuenca del Plata. En nuestro país se localiza a diferentes profundidades, en el subsuelo de las provincias de Misiones, Corrientes, y parcialmente en los territorios de las provincias de Chaco, Santa Fe, Santiago del Estero, Córdoba y Entre Ríos.
Aunque es escasa su utilización en nuestro país (se limita al aprovechamiento de aguas termales con fines terapéuticos y recreativos), se reconoce la importancia del manejo sustentable de este recurso a nivel internacional, dado el valor que posee el agua potable a escala mundial. Para ello trabajan conjuntamente organismos internacionales y universidades de los cuatro países con el fin de conocer más sobre este reservorio y pautar formas seguras para su manejo, dado que, como todo cuerpo de agua subterránea, es susceptible de ser contaminado por infiltración de aguas residuales domésticas, industriales y rurales.

T1 Biomas y problemas ambientales

Según las características de relieve, clima, vegetación y suelo, se pueden distinguir en nuestro territorio diferentes biomas terrestres como selvas, bosques, pastizales (praderas y sabanas), montes, estepas y desiertos. Además, como la Argentina tiene territorio marítimo, también se considera la inclusión de este bioma.

T2 Las selvas misionera y tucumano oranense

Se desarrollan en el Noreste del país, principalmente Misiones, en las sierras subandinas (Tucumán, Salta y Jujuy), y en un pequeño sector del extremo oeste de la provincia de Neuquén. También, por la presencia de epífitas y la ausencia de especies arbóreas dominantes, se pueden enumerar otras selvas más pequeñas, ligadas a los albardones costeros de los ríos, como el caso de las selvas marginales de San Isidro, Berazategui y Punta Lara, a orillas del estuario platense en la provincia de Buenos Aires. 

Este tipo de bioma se distingue por la gran cantidad de precipitaciones que recibe, de más de 2.000 mm anuales en Neuquén y Misiones, por la importante biodiversidad de especies animales y vegetales y de individuos de cada especie, por las temperaturas elevadas en el caso de las selvas del Norte, por la ausencia de especies arbóreas dominantes y la presencia de lianas y epífitas. Debido a la ausencia de especies dominantes, las selvas reciben comúnmente el nombre del lugar en el que crecen, tal el caso de la selva misionera. Un tipo especial de selva es el de las sierras subandinas, cuya vegetación se desarrolla en las laderas húmedas de las montañas, entre las nubes, por lo que recibe el nombre de nubiselva o yunga. Algunas de las especies que crecen en estas selvas son el lapacho amarillo y negro, marmelero, laurel negro, incienso, ibirá-pitá, curupay, guatambú, pino del cerro, tipa blanca, etc.

Los usos que se da a este tipo de bioma son: turismo, explotación forestal (aserradero: para muebles, postes, pasta celulosa, etc.), farmacéutico, entre otros. Desde hace más de un siglo se desmontan para usos agrícolas y ganaderos.


Primero fue por la extracción de madera; ahora, por el avance continuo de la frontera agrícola. Por estos motivos Argentina pierde todos los años 250.000 hectáreas de bosques, más de 12 veces la superficie de la Ciudad de Buenos Aires, advierte un estudio que presentará hoy la Fundación Vida Silvestre Argentina. El trabajo no habla sólo del problema de la deforestación. Bajo el nombre "Situación Ambiental Argentina 2005", se trata de un libro que busca abarcar los principales problemas ambientales del país. Más de 80 artículos realizados por más de 140 autores de cerca de 50 instituciones —académicas, ONGs, privadas— que vienen a suceder al diagnóstico que Vida Silvestre realizó en el 2000. Clarín accedió al Resumen Ejecutivo del trabajo que, con entrada libre y gratuita, se presenta hoy a las 12.30 en el Auditorio Borges de la Biblioteca Nacional."Según los indicadores de desarrollo sostenible elaborados por el Estado Nacional (SAyDS, 2005), las grandes tendencias ambientales del país siguen siendo preocupantes", señala la investigación.

Si hay un punto crítico, ése es la deforestación. El proceso de conversión de ecosistemas en tierras de cultivo lleva a regiones como el Chaco Seco a sufrir la pérdida del 70% del total (175.000 hectáreas). También disminuyen los bosques en el Chaco Húmedo, la Selva Paranaense (Misiones) y en las Yungas (Salta). La selva pedemontana de las Yungas, así como el llamado "bosque de tres quebrachos" en el Chaco Seco, se asegura, "están en una situación verdaderamente comprometida".

El número que se pierde por año es relevante si se considera que en el 2002 quedaban en el país alrededor de 33 millones de hectáreas de bosque.
Además del Chaco Seco, se afirma que apenas el 7% de la selva misionera, refugio de una alta biodiversidad, ha sobrevivido hasta ahora. En este caso aparece como causa el reemplazo del bosque nativo por forestaciones para uso industrial

El informe hace un llamado a desarrollar un modelo productivo sustentable. Subraya, como ejemplo, que hay en este momento en el país empresas que trabajan en bosques con normas de calidad y control certificadas, acorde con la demanda de los consumidores que quieren saber qué impacto ambiental tiene la elaboración de los productos que adquieren. Y reclama la presencia del Estado en la planificación y desarrollo de planes de ordenamiento territorial.

Otro problema es la degradación del suelo y de la vegetación, en general asociado a la quema intencional. En el Chaco Húmedo, se afirma, se queman entre 2 y 4 millones de hectáreas por año, y en la ecorregión del Monte, 10 millones de hectáreas fueron afectadas por incendios en los últimos 10 años.

En cuanto a pesca, se observaron problemas de sobreexplotación en recursos como la merluza común, el calamar y el langostino. Se puntualiza acá también la falta de planes de manejo, lo que permite que de especies como el sábalo se extraigan entre 60 y 80 mil toneladas al año en la Cuenca del Plata.

El libro tiene varias recomendaciones que tienen el carácter de necesidad. Una de ellas es elevar la cantidad de superficies protegidas en el país. Actualmente existen unas 360 áreas protegidas, de variadas categorías y por distintas jurisdicciones. El promedio en el país es del 6,8% del territorio nacional protegido. Pero en ecorregiones como "Campos y Malezales" el porcentaje protegido es menor. Y del 6,8% general, apenas el 19%, afirma el informe, tiene un nivel de protección aceptable.
El objetivo estatal de proteger al menos el 15% del país debe ser implementado con urgencia", señala el informe.

El panorama no es mejor en rubros como erosión de suelos, tanto en términos hídricos como eólicos, o el problema de los residuos sólidos urbanos e industriales, que aumentan. Pero hay algunos avances, como el acceso al agua potable: en diez años, el país pasó de 21 millones de habitantes con agua potable a más de 28 millones (de 66% al 78% de cobertura a nivel nacional). Y las emisiones argentinas de gases que influyen en el cambio climático siguen siendo pequeñas.

Cita: © Clarín, La deforestación anual equivale a 12 veces la superficie de Capital, 23 de mayo de 2006.

Nota para diseño: Para un modelo de este artículo, consultar: http://www.clarin.com/diario/2006/05/23/sociedad/s-02801.htm


T2 Los bosques

Se extienden por gran parte del territorio argentino. Se distinguen de las selvas por la dominancia de una (bosque monoespecífico) o dos especies arbóreas (bosque mixto), por ejemplo bosque de arrayanes, bosque de sauces y alisos, bosque de quebrachos, etc.


De acuerdo con la humedad recibida, pueden ser bosques húmedos o secos.

En Argentina se distinguen:

  • el bosque chaqueño, con especies maderables de alto valor como el quebracho colorado y blanco, viraró, lapacho, urunday y algarrobo

  • el bosque austral, en la cordillera patagónico-fueguina, con ejemplares de Nothofagus (lenga, ñire, raulí, guindo, roble pellín, coihue), alerces, araucarias, cipreses, y otras, 

  • los bosques marginales en las riberas de los ríos (Paraná, Paraguay, Uruguay), donde crecen, entre otras especies, timbó blanco, ingá colorado, aliso de río, espina de bañado, ibapoy, tala y sauce.


T2 Los pastizales: praderas y sabanas

Se extienden sobre todo por la llanura Chaco-Pampeana. En el caso de las praderas, la vegetación dominante y casi exclusiva es herbácea (Stipa, Poa, Festuca, etc.). Se trata de ecosistemas con un elevado grado de transformación tanto por las actividades agrícolas y ganaderas como por el crecimiento urbano, por lo que quedan pocos rastros de los ecosistemas originarios, a lo que se suma que es, además, un espacio con muy escasa representación dentro del sistema de áreas protegidas a escala provincial y nacional. Las sabanas se presentan dominantemente en condiciones de menor humedad y desigual registro de precipitaciones durante el año, por lo que se desarrollan generalmente en condiciones de climas con estación seca, en los bordes occidentales de la gran llanura platense (Chaqueña y Pampeana). Se caracterizan por ser pastizales en los que se destacan de manera aislada o en pequeños grupos, árboles como el caso de los caldenales de la provincia de La Pampa.

T2 Estepa, monte y desierto

Estos tipos de biomas se caracterizan por la escasez de precipitaciones, lo que da lugar a la formación de vegetación adaptada a condiciones de déficit hídrico, denominada vegetación xerófila, y por presentar cobertura parcial del suelo, lo que favorece los procesos de erosión y desertificación. Las precipitaciones en estos biomas no alcanzan los 700 mm y en ocasiones son muy inferiores a este valor.
Las comunidades vegetales varían desde cactáceas en zonas con fuerte déficit pluviométrico hasta estepas arbustivas y arbóreas espinosas y de hojas pequeñas y pastos duros. En áreas salinas o salitrosas se desarrolla vegetación halófita.

Estos biomas se desarrollan en gran parte del territorio argentino, en la mencionada diagonal árida, y a diferentes alturas, como en el Noroeste, Cuyo, parte de las Sierras pampeanas, Pampa occidental y meseta Patagónica.
El uso del suelo aquí se ve limitado principalmente a los oasis de regadío, donde se asienta gran parte de la población de estas áreas y se practican actividades agrarias. Entre los problemas ambientales que se producen en estas áreas se destacan la salinización de suelos por riego excesivo y elevada insolación y la erosión y desertificación de los suelos por prácticas inadecuadas tanto agrícolas como ganaderas.

T2 Bioma marítimo

Compuesto por ecosistemas diferenciados según la proximidad a la costa y la profundidad. Debido a la presencia de las corrientes frías de origen subantártico, la fauna y flora está adaptada a las bajas temperaturas del agua. Entre las especies animales se destacan los peces, como la merluza común y la austral, corvina rubia y negra, sardina fueguina, caballa, besugo, mero, tiburón, abadejo, etc; los crustáceos, como el langostino, camarón, almeja, mejillón, centolla y centollón; y los moluscos, como el calamar, que al igual que la merluza común (hubbsi) son intensamente explotados hasta niveles tan extremos que hacen colapsar las poblaciones, por capturas tanto de buques nacionales como extranjeros y obligan a decretar la veda o prohibición de la pesca hasta alcanzar las tasas de reposición de estas especies a niveles que aseguren su reproducción.


TU Unidad 3: La formación histórica del territorio argentino

El territorio de los pueblos originarios

Los diferentes grupos que habitaban el territorio que posteriormente se convertiría en la Argentina, poseían características muy disímiles, y por lo tanto su impronta espacial fue también diferente.

En el Noroeste argentino (NOA), las Sierras Centrales y Cuyo habitaban pueblos que tenían contacto o formaban parte del imperio Inca a la llegada de los españoles. Eran comunidades sedentarias, con elevadas densidades demográficas (en relación con los otros grupos) y cierta complejidad en sus estructuras sociales; el aprovechamiento de los pisos ecológicos heredados de los Incas les permitía desarrollar tanto la agricultura como la ganadería de camélidos (llamas, vicuñas, alpacas y guanacos). En sus sistemas agrícolas, además de utilizar las diferentes altitudes de las montañas, practicaban el barbecho, la roza y el riego para obtener principalmente maíz y papa. La producción de sus territorios abarcaba, por otra parte, la construcción de caminos y de canales, los silos de piedras y la actividad minera de metales preciosos. Sus vestimentas consistían principalmente en tejidos elaborados a partir de las lanas de los camélidos y sus viviendas permanentes eran construidas con piedras. Entre estos grupos estaban los diaguitas, omaguacas y calchaquíes.

El Noreste (NEA) estaba poblado por grupos predominantemente seminómadas, se dedicaban a la caza, pesca, recolección y a una ganadería y agricultura rudimentaria; entre ellos estaban los guaraníes, matacos, guaycurúes, chiriguanos, mocovíes y tobas. La apropiación de sus territorios era llevada a cabo mediante el uso de canoas hechas con troncos para trasladarse por la gran cantidad de ríos de esa zona y para llevar a cabo la actividad pesquera. Fabricaban condimentos, venenos, estimulantes y pigmentos (Narvaja y Pinotti, 1996).

Las áreas pampeana y patagónica estaban habitadas por pueblos nómades y seminómades como los ranqueles, pampas, querandíes, tehuelches, pehuenches, puelches y mapuches, entre otros, quienes recorrían grandes extensiones territoriales en busca de alimentación a través principalmente de la caza, la recolección y la pesca, aunque también, debido a la influencia de los araucanos, practicaban una agricultura simple. En el extremo sur patagónico habitaban pueblos nómades principalmente pescadores como los onas (selk’nam) y yámanas.

En menor o mayor medida estos pueblos han dejado escasas huellas territoriales, en parte debido a sus características propias, sobre todo el nomadismo que impedía un fuerte afincamiento y por lo tanto, mayor complejización social, y en parte debido al sometimiento posterior al que fueron sometidos con la llegada de los españoles.


T1 El territorio colonial

Como la Argentina fue colonia española desde el siglo XVI hasta principios del XIX, la conformación del territorio nacional estuvo estrechamente ligada a ese proceso de colonización.

Sin los grandes yacimientos minerales de oro y plata que sí poseían los territorios de México, Perú y Bolivia y sin grandes densidades demográficas aborígenes debido al carácter principalmente nómade de los pueblos originarios de nuestro territorio, los españoles no establecieron importantes centros urbanos de población europea como lo hicieran en el Potosí o en México.

Sin embargo, entre las importantes transformaciones espaciales que dominaron el territorio nacional (entonces aún territorio colonial) entre los siglos XVI y XVIII, se encuentra la fundación de ciudades. En el siglo XVI se crearon Salta (1582), San Salvador de Jujuy (1593), San Miguel de Tucumán (1565), La Rioja (1591), Santiago del Estero (1553), Córdoba (1573), Corrientes (1588), Santa Fe (1573), Buenos Aires (1580), San Juan (1562), Mendoza (1561) y San Luis (1594). En el siglo XVII se fundó San Fernando del Valle de Catamarca (1683). Estas ciudades estaban conectadas mediante sistemas de caminos que unían el Noroeste con Buenos Aires, el Litoral y Cuyo para extraer el producto de las economías de esos lugares y después llevarlos a España a través de los puertos de El Callao (en el actual Perú) primero y de Buenos Aires luego. Entre los productos primarios o levemente transformados que se dirigían a Europa se encontraban el tabaco, la yerba mate, vid, vino, aguardiente, cueros, lanas, carne, leche, tasajo, algodón y metales.

Si bien durante los siglos XVI y XVII los principales núcleos poblacionales y comerciales estaban en el Noroeste y Corrientes, el creciente comercio portugués y británico a través del río de la Plata y desde y hacia el puerto de Buenos Aires hizo que España prestara más atención a esta zona e instalara en esa ciudad el virreinato del Río de la Plata a fines del siglo XVIII (1776). Este crecimiento de Buenos Aires y de la importancia de su puerto fue impulsado por el auge de las ideas fisiócratas (doctrina que sostenía que el suelo –y los recursos naturales en general- era la más importante fuente de riqueza), por la rivalidad entre las potencias que encontraron en este sitio un resquicio por donde competir en el comercio ultramarino con España y por los cambios ocurridos en el seno de la corona española, que buscaban reordenar el territorio americano.

Las ideas fisiócratas dieron entonces un fuerte impulso a la actividad ganadera y más tarde a una incipiente agricultura en los fértiles suelos de la llanura pampeana. Dicho impulso se acrecentará mucho más durante los siglos XIX y XX. Las reformas en el seno del gobierno español coincidentes con la instauración del Virreinato del Río de la Plata en nuestro territorio, además, dieron fuerte impulso al comercio exterior hasta entonces relegado.

Estos cambios en el territorio, es decir la necesidad de incorporar cada vez más tierras  para la actividad económica, sobre todo entonces para la ganadería, fueron desplazando a los pueblos indígenas produciendo una fuerte retracción territorial de la mayoría de estos grupos.

La expansión de la ganadería en la zona pampeana desde el siglo XVII y más fuertemente desde el XVIII guardó relación con la aptitud ecológica de este ecosistema y con la ausencia de alambrados. El fértil pastizal pampeano fue un lugar ideal para que el ganado traído de Europa, vacas, caballos y ovejas, se reprodujera ante la ausencia de competidores (otros grandes herbívoros) y de grandes predadores. Durante este período, la presencia de ganado en la llanura pampeana, sobre todo de caballos, fue motivo de la presencia de los malones en las poblaciones criollas


T1 El territorio en épocas de la Independencia

El Virreinato del Río de la Plata había dado un importante paso en la formación de Buenos Aires como principal centro político y económico del incipiente país, y el siglo XIX, caracterizado por las guerras de Independencia y las luchas internas entre diferentes grupos de intereses políticos y económicos, terminó por consolidar el papel de la ciudad que en 1880, hacia fines de este período, se convertiría en la Capital Federal de la Argentina.

Durante este siglo XIX las ideas fisiócratas fueron arraigando cada vez más a la par que el puerto de Buenos Aires adquiría cada vez mayor importancia. La ganadería comenzó a compartir tierras con la agricultura y comenzó a instalarse una protoindustria ligada casi exclusivamente a la ganadería; surgen así los saladeros, destinados a conservar las carnes mediante el uso de la sal.

El germen concentrador del Virreinato del Río de la Plata, lejos de haberse disipado con las luchas revolucionarias, se acentuó con el correr del siglo XIX: Buenos Aires, su puerto y su aduana jugarían un papel fundamental en la economía nacional. Para ese entonces surgía con fuerza un gran protagonista tanto de las luchas de independencia como de la pujante economía pampeana: el comerciante – hacendado. Como contrapartida, las economías en general artesanales del resto del territorio, salvo algunas excepciones, sufren duros reveses relacionados con la apertura económica de las Reformas Borbónicas de España y las rentas de aduana de Buenos Aires. Apenas cuatro años después de la Declaración de la Independencia, nueve de cada diez productos que salían por la aduana del puerto de Buenos Aires, eran de origen ganadero: cueros, carne salada y sebos.

La consolidación del área pampeana como núcleo político y económico del país llega de la mano de la construcción de las primeras vías ferroviarias, que plasman territorialmente ese predominio de Buenos Aires. En 1860 se crea el primer ramal ferroviario, Ferrocarril Oeste, con 39 kilómetros de vías, que se incrementan a 342 km veinte años más tarde, con el fin de este período. El total de vías construidas hacia 1880 asciende a 2.432 km, casi todas ellas en territorio pampeano y principalmente bonaerense (Roberto Cortés Conde, El progreso argentino 1880 – 1914, 1979).

En relación con la población, el siglo XIX marca el corrimiento cada vez más acentuado de las poblaciones indígenas y su reemplazo por población proveniente de Europa. Estas oleadas inmigratorias que llegan sobre todo desde mitad de ese siglo, se instalan principalmente en ciudades pampeanas y en las denominadas colonias agrícolas, como las de Santa Fe, Entre Ríos y Chubut. La población del NOA pierde peso con la formación del Virreinato primero, luego con la creación de la Provincias Unidas del Río de la Plata en 1813 y posteriormente con el creciente predominio de las provincias ligadas a las actividades ganaderas, comerciales y portuarias.

La relación con los indígenas durante gran parte de ese silgo XIX fue predominantemente conflictiva. Gran parte del territorio estaba en manos de los grupos originarios y ello resultaba un problema para las crecientes economías agrícolas y ganaderas, por ello conjuntamente con la creación de las primeras vías férreas y la instalación de colonias agrícolas, se crearon fuertes y fortines diseñados para avanzar sobre los territorios todavía no ocupados y para defenderse de los malones indígenas. Estos emplazamientos dieron origen a Rauch, Tandil, Bahía Blanca, Junín, Candelaria, Orán, entre muchos otros núcleos urbanos. El territorio estaba dividido por líneas que separaban a ambos grupos (los de origen europeo -españoles y criollos- y los indígenas), denominadas “fronteras”, que durante ese lapso se fueron corriendo cada vez más hacia el lado indígena, despojándolos de sus territorios. La resistencia de algunos grupos indígenas organizó los denominados malones, que realizaban sorpresivamente para llevarse principalmente caballos, mujeres y vacas. Por el otro lado se organizaban milicias para desterrar a los indígenas.

Epígrafe: “Las tribus indígenas al mando de algún cacique (Catriel, Mariano Rosas, Pincén, Calfucurá, Shayhueque, etc.)Se diferenciaban unas de otras no sólo por el lugar que ocupaban –si bien eran nómades, tenían territorios delimitados- sino también por su relación con los “cristianos”. Algunas tribus eran hostiles y otras se declaraban amigas e inclusive defendían los territorios de población criolla y española. Unos y otros pagaron cara tanto su amistad como su hostilidad, los primeros porque fueron reclutados para luchar en la guerra contra el Paraguay y los segundos porque fueron aniquilados en nombre del progreso y la civilización y en contra de la barbarie.”

Para el primer censo de población, que se realizó en 1869, es decir, hacia el fin de esta etapa, la Argentina contaba con más de 1.730.000 habitantes, la mayoría en el área pampeana. Para ese mismo año llegaron al país cerca de 73.000 inmigrantes predominantemente europeos y entre los años 1857 y 1876, habían arribado al país alrededor de 340.000 inmigrantes. Si bien la mayoría de ellos se asentó en la zona pampeana, también Mendoza y Tucumán incrementaron sus poblaciones debido a las economías basadas en la vid y el azúcar.


T1 El territorio entre 1880 y 1930: el período agroexportador

El contexto internacional de surgimiento de esta etapa es el de la organización capitalista del mundo en países centrales industrializados y consumidores y países periféricos productores primarios

En dicho contexto, nuestro país asume el rol de productor agrícolo – ganadero y el Estado prepara el territorio para llevar a cabo eficazmente este modelo.

Entre los cambios espaciales más importantes de estos 50 años, quizás los más relevantes en la historia económica del país, se pueden destacar la agriculturización pampeana, el tendido casi definitivo de la red ferroviaria, el crecimiento exponencial de algunos espacios urbanos cono Buenos Aires, Córdoba o Rosario debido a las fuertes oleadas inmigratorias, el inicio del tendido de la red caminera debido a la aparición del transporte automotor, la aparición y proliferación de industrias ligadas a las actividades agrarias y el surgimiento de núcleos culturales y sociales que regulaban la vida social de la creciente población urbana.

La agriculturización pampeana consistió en la creciente incorporación de tierras vírgenes (de producción o uso) y ganaderas a la producción agrícola. El sistema agrario pampeano se basaba en los cultivos trigo, maíz y lino y en la producción del ganado vacuno y ovino. En esta época se conoció a nuestro país como el “granero del mundo” tanto por la fertilidad de los suelos pampeanos como por las necesidades alimenticias de Europa.

Otto Solbrig (op. cit) señala que entre 1895 y 1914 la superficie sembrada con alfalfa destinada a la alimentación del ganado vacuno pasa de alrededor de 71.300 ha a 7.373.400 ha y la superficie sembrada con trigo entre las mismas fechas asciende de 89.000 ha a 2.044.000 ha. En la década de 1910, sin embargo, parte de esta actividad agraria pampeana comienza a estancarse por el cese de crecimiento demográfico europeo, el fin del aumento de la demanda de productos alimenticios desde ese continente y el mejoramiento de los rendimientos de la agricultura europea. Para esa fecha la agricultura superaba a la ganadera por la fuerte incorporación del maíz y por la creciente subdivisión de tierras en la Pampa.

A medida que aumentaba la producción agrícola y ya sin malones indígenas (es decir, con el territorio consolidado), el tendido de los diferentes ramales ferroviarios creció casi siempre desde las zonas de producción primaria hasta el principal puerto, el de Buenos Aires, por lo que se conformó un diseño radial con vértice en la capital del Estado, la ciudad de Buenos Aires.

Este medio siglo de pujante economía derivó también en problemas ambientales de importante magnitud para la época, como la contaminación de los cuerpos de agua (ríos, arroyos, lagunas) por la instalación de las nuevas industrias, como por ejemplo los frigoríficos, que ya reemplazaban cada vez más a los saladeros, y las curtiembres.

La vida urbana, por otra parte, estaba signada en las grandes ciudades, por la instalación y creación de grandes tiendas, bancos y clubes de capitales generalmente británicos, como también eran de ese origen los capitales con los que se construyó la red ferroviaria.


T1 El territorio entre las décadas de 1930 y 1970: la industrialización

La caída de la bolsa de Nueva York (Estados Unidos de América) en 1929 – 1930 (ver módulo Geografía Mundial Contemporánea, unidad 4), sumada a la crisis de la Europa occidental generan un efecto cascada en la economía mundial y particularmente un marcado receso en las latinoamericanas, en este momento instaladas como proveedoras de materias primas. En la Argentina genera una importante crisis en el campo. La política de los países europeos y de Estados Unidos fuertemente restrictiva al ingreso de los productos primarios y al egreso de productos manufacturados, genera un vuelco hacia una incipiente industrialización latinoamericana.

La instalación de industrias en las ciudades y la crisis agraria provoca un importante éxodo rural, es decir, el traslado de población rural a los espacios urbanos, que se irá incrementando durante esta etapa, además, con la introducción de maquinaria que reemplaza la mano de obra en los campos. Con la red ferroviaria ya consolidada, crece con un diseño similar (radial con vértice en Buenos Aires) la red vial, a expensas de una fuerte expansión del sector industrial automotor en el mundo.

Las áreas urbanas de fuerte crecimiento son aquellas que concentran mayor demanda de mano de obra, las industrializadas, que en nuestro territorio se concentraron durante estas cuatro décadas, en el denominado cinturón fluvial industrial desde San Lorenzo – Rosario en Santa Fe hasta La Plata en Buenos Aires siguiendo el trazado de los ríos Paraná y de la Plata y en otras ciudades como Córdoba y Mendoza. Entre las industrias se destacan las textiles, alimenticias, petroquímicas, siderúrgicas, metalúrgicas, automotrices y electrónicas, pero todas ellas con escasa inversión tecnológica.

Esta situación generó un incremento del mercado interno, una industrialización poco productiva subsidiada por la presencia de un Estado muy fuerte y una creciente desigualdad entre la zona pampeana y el resto del territorio plasmada en la concentración demográfica, la centralización de las decisiones políticas y económicas y el crecimiento urbano pampeano.
Hacia el fin de este período se acentúan las migraciones tanto internas como externas (sobre todo sudamericanas) hacia las grandes ciudades (principalmente a Buenos Aires y su conurbano) con el objetivo de buscar trabajo generando zonas de extrema pobreza conocidas como villas de emergencia por la imposibilidad de acceder a puestos de trabajo estables. 


T1 El territorio desde la década de 1970: la desindustrialización

Desde mediados de la década de 1970 en el país, y en general en el resto de Sudamérica, se sienten los efectos de las crisis internacionales del petróleo, del auge de las ideas de librecomercio y de los golpes de Estado. El Estado se achica, es decir, cede parte de sus funciones y responsabilidades al mercado, permite el ingreso de capitales y de empresas internacionales y, en un principio, cercena la libertad de expresión de los partidos políticos y de los ciudadanos en general hasta la recuperación democrática.

En este marco, comienza la etapa de apertura económica, del arribo de empresas y de la desindustrialización a la luz de las políticas neoliberales impuestas como recetas por los gobiernos de los países desarrollados y los organismos de crédito internacional, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, la consiguiente retracción de la demanda, la pérdida de puestos de trabajo y el crecimiento de los bolsones de pobreza, sobre todo en las periferias de las ciudades grandes y medianas. Por otra parte se incrementa la desigualdad socioeconómica lo que redunda en una fuerte fragmentación espacial con un acelerado crecimiento de los bolsones de pobreza por un lado, y el también crecimiento de los de riqueza. Esto supone entonces, el fuerte decaimiento de los estratos sociales intermedios (la “clase media”). Sumado a esto crece exponencialmente la deuda pública externa en parte contraída por el Estado y en parte por empresas, pasando de casi 10.000 millones de dólares a principios de esta etapa (1976) a cerca de 148.000 millones de dólares en 1999 (Adriana Clemente, La ‘cuestión social’: notas para el debate, en ¿Argentina en colapso? América debate, IIED-AL, 2002).

Durante la década de 1990 en casi toda Latinoamérica pero particularmente en la Argentina, se lleva adelante el proceso privatizador que consiste en la venta o concesión de las empresas fiscales (como Aerolíneas Argentinas, Yacimientos Petrolíferos Fiscales –YPF-, Yacimientos Carboníferos Fiscales –YCF-, telefonía –Entel-, algunas rutas, los servicios de energía eléctrica, de agua por red, de gas, el correo, etc.). Además, y ligada a la lógica del mercado por sobre la del bien común, se suprimen las vías férreas que no son rentables y se privatizan las que sí lo son. La supresión de los ramales ferroviarios trajo consigo el aislamiento de gran cantidad de pueblos y ciudades.

Ya desde antes, en el período del último golpe militar (1976-1983) el Estado había privatizado una alta proporción de tierras fiscales principalmente boscosas, lo que derivó en un acelerado proceso de deforestación y pérdida de biodiversidad en el centro y norte del país (Morello et al., El ajuste estructural argentino y los cuatro jinetes del apocalipsis ambiental, Colección CEA-CBC, Universidad de Buenos Aires, 1997).


TU Unidad 4: La población del territorio argentino

T1 Introducción

Clasificar a la sociedad argentina según la dualidad desarrollo – subdesarrollo explicada en el módulo Geografía Mundial Contemporánea, resulta de gran complejidad. Dicha complejidad es la que desarrollaremos en esta Unidad, basada en los parámetros que indican que nuestra composición social oscila desde el subdesarrollo hasta el desarrollo. Lo que desde cualquier óptica resulta sí indiscutible es la acentuada desigualdad estructural de la sociedad.

Para comprender mejor esta complejidad, desarrollaremos la Unidad en dos apartados:

  • Las características demográficas generales y
  • Argentina entre el desarrollo y el subdesarrollo. 


T1 Características demográficas generales

Según el último Censo Nacional de Población y Vivienda del año 2001, en nuestro territorio de 2.780.403 kilómetros cuadrados, habitan 36.260.130 personas (www.indec.mecon.ar). Por ello la densidad demográfica es de 13 habitantes por km2. La mayoría de la población que habita el territorio nacional es nativa (95.8 %) y reside en áreas urbanas (89.3 %). La composición social remite a un origen marcadamente inmigratorio, con una fuerte mezcla de diferentes nacionalidades tanto:

ª      de Europa, sobre todo por las oleadas migratorias de fines del siglo XIX hasta mediados del XX;
ª      de países sudamericanos, por corrientes migratorias ocurridas principalmente desde mediados del siglo XX;
ª      del sudeste asiático sobre todo desde la década de 1970 en adelante;
ª      de otros orígenes, como el resto de América, Asia, África y Oceanía y, además,
ª      descendientes de los pueblos originarios del territorio argentino.


T2 Distribución y densidad demográfica

Como se vio en la Unidad 3, el territorio se fue configurando de tal manera que la población se asentó en algunas zonas quedando más o menos vacías el resto de ellas, tanto por motivos socioeconómicos como por condicionamientos ambientales. Así fue creciendo el núcleo urbano del Gran Buenos Aires.

Se denomina Gran Buenos Aires –G.B.A.- al conjunto conformado por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y 24 partidos del conurbano bonaerense que la rodean) y, aunque en menor medida, otros núcleos urbanos de importancia como Rosario en la provincia de Santa Fe, Córdoba en la provincia homónima y otras ciudades (como se verá en la Unidad 6: El espacio urbano).

La tardía inserción de algunas provincias o zonas de ellas al desarrollo nacional,
lo que implicó la escasez de oferta laboral, educativa, recreativa, de infraestructura, etc., sumado a importantes condicionamientos ambientales como la aridez o las bajas temperaturas, favorecieron una desigual distribución demográfica en el territorio.

Densidad demográfica: relación que resulta de la división entre la cantidad total de población de una unidad territorial, por ejemplo un país o una provincia, respecto del territorio de dicha unidad territorial).

Por ello, a pesar de que la densidad demográfica en la Argentina es de 13 hab/km2, hay jurisdicciones con promedios por encima de esta cifra, como la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con 13.679,6 hab / km2, las provincias de Misiones (32,4), Tucumán (59,4), Santa Fe (22,6), Buenos Aires (45) entre otras; y algunas por debajo de dicho promedio, como Catamarca (3,3), La Pampa (2,1), Santa Cruz (0,8), Río Negro (2,7), etcétera.


T2 La composición de la población

A través de los sucesivos censos de población se puede observar el crecimiento demográfico, que pasó de 1,8 millones de habitantes en 1869 a 15,8 millones casi a mediados del siglo XX y a 36,3 millones en 2001. Ese crecimiento se debió en gran medida a las corrientes inmigratorias mencionadas y también al crecimiento vegetativo o natural de la población. 

Se denomina crecimiento vegetativo o natural de la población a la diferencia entre la natalidad y la mortalidad).


T2 Natalidad y mortalidad

Dos indicadores importantes del estado en que se encuentra una población son las tasas de natalidad y de mortalidad.
Tasa de natalidad: relación entre la cantidad de nacimientos y la población total en un momento y lugar determinados; tasa de mortalidad: relación entre la cantidad de defunciones o muertes y la población total en un momento y lugar determinados.

Como se vio en el Módulo Geografía Mundial Contemporánea, cuando estas tasas son bajas, son fuertes indicadores de desarrollo social y, por el contrario, cuanto más altas son, también reflejan el nivel de subdesarrollo social y económico. Por ello resulta importante conocer las tasas por jurisdicción, pues sirven, como todo indicador, para poder tomar decisiones adecuadas.

Como se expresó con anterioridad, los indicadores son muy diferentes según la jurisdicción analizada. Ambas tasas, de natalidad y de mortalidad son relativamente bajas en nuestro país, de 18,2 ‰ y 7,6 ‰ respectivamente. Sin embargo, este aparente elevado desarrollo signado por la reducción de ambas tasas, no tiene correlato en todo el territorio, en el que provincias como Formosa (‰‰), Chaco (‰‰), Santiago del Estero (‰‰), Corrientes (‰‰) y Tucumán (‰‰) muestran condiciones aún de pobreza generalizada. Contrariamente, Ciudad de Buenos Aires (‰‰), Santa Fe (‰‰), Córdoba (‰‰), San Luis (‰‰), Entre Ríos (‰‰) y Mendoza (‰‰) tienen valores menores al promedio nacional.

¿Por qué bajan las tasas de natalidad y mortalidad?
Entre las condiciones de desarrollo que provocaron el descenso de ambas tasas en la Argentina se destacan la inversión (apenas incipiente) de investigación y desarrollo en ramas ligadas a la salud; la importación y difusión de técnicas y productos relacionados con la medicina, la evolución, aceptación y abaratamiento de los métodos anticonceptivos; el ingreso de las mujeres masivamente a los mercados de estudio y trabajo principalmente en las áreas urbanas, lo que retrasó la edad de embarazo y limitó voluntariamente la cantidad de hijos y la destacada producción agraria. Entre los factores que retrasaron y retrasan el retroceso de estas tasas se destacan la desigualdad en los ingresos, la precariedad laboral, el desempleo y como consecuencia de todo esto, la situación de pobreza de un importante sector de la población. 

T2 La mortalidad infantil

Es un indicador relevante del estado de una población debido a que implica las condiciones de salud del recién nacido, relacionado, además, con las condiciones en las que se encuentra la madre

Tasa de mortalidad infantil: relación entre la cantidad de niños menores de un año que mueren cada mil nacidos vivos en un momento y lugar determinados.

En la Argentina, esta tasa ha ido disminuyendo desde 1980 (33,2 ‰) hasta 2004 (14,4 ‰) (INDEC, www.indec.mecon.ar , junio de 2006), si bien desde hace ya algunos años dicho decrecimiento se atenuó porque, por un lado, se ha llegado a cierto umbral en el que resulta más difícil bajar dichas cifras, y por el otro, confluyen la crisis económica de diciembre 2001 – enero 2002 y las condiciones estructurales de pobreza en parte de la población.


T2 Las pirámides demográficas 

Las pirámides demográficas son gráficos que se usan para interpretar la estructura de una población a partir de dos variables: el género o sexo y los grupos de edad o cohortes. Usualmente se adoptan rangos de 5 años para determinar cada cohorte (0 a 4; 5 a 9; 10 a 14 años; etc.). Estos gráficos sirven para analizar una sociedad de acuerdo con ciertos parámetros como la natalidad, la mortalidad, la esperanza de vida, las migraciones, los eventos extraordinarios (por ejemplo las guerras), etcétera, los que en conjunto dan cuenta de cuál es el estado o nivel en el que se encuentra una sociedad en un momento específico. Contar con pirámides demográficas de distintas fechas para un mismo lugar facilita una interpretación visual del desarrollo de dicha sociedad a través del tiempo, lo que permite, además, poder hacer proyecciones.

Se reconocen tres tipos de pirámides que están ligadas a los tres niveles de desarrollo estipulados, entre otros, por la Organización de las Naciones Unidas (la aceptación de esta clasificación es discutible, tal como quedó expresado en el módulo Geografía Mundial Contemporánea): para un desarrollo bajo corresponde una pirámide expansiva, con elevadas tasas de natalidad y mortalidad (incluso mortalidad infantil), fuerte reducción de cohorte a cohorte y escasa esperanza de vida; a un desarrollo medio le corresponde una pirámide estacionaria, con intermedios valores de natalidad, mortalidad, mortalidad infantil y esperanza de vida; la reducción entre cohortes es marcada, pero en menor medida que la pirámide expansiva; las pirámides regresivas corresponden a sociedades de desarrollo alto, con bajas tasas de natalidad, mortalidad y mortalidad infantil, elevada esperanza de vida, poca reducción de cohorte a cohorte, ensanchamiento en las cohortes de edades laborales, sobre todo entre 20 y 39 años, debido a las inmigraciones por trabajo; a su vez en este tipo de sociedades (y de pirámides) se observa un fuerte envejecimiento demográfico, es decir una elevada proporción de población mayor a los 65 años de edad respecto del total.


Esperanza de vida: indicador que mide lo que se espera que viva una persona desde que nace, según las condiciones sociales en las que se halla inmersa en el momento de su nacimiento.

El conjunto de indicadores utilizado para describir y analizar el estado de una sociedad, puede resultar útil, pero es necesariamente incompleto y, mal analizado puede derivar en simplificaciones e inexactitudes de una realidad que sin dudas, es mucho más compleja. Para mencionar un ejemplo, según Naciones Unidas, la Argentina posee uno de los índices de escolaridad más altos del mundo (0.96 sobre un máximo de 1, en el que se tienen en cuenta la matriculación primaria, secundaria y terciaria y la alfabetización de adultos); sin embargo, la realidad del estado de las aulas y de la infraestructura general de gran cantidad de establecimientos educativos; de la cantidad y calidad de los aprendizajes; del reconocimiento salarial y no salarial de los docentes; del rol de las familias en dichos procesos de aprendizaje de los alumnos; de las diferencias entre las jurisdicciones, entre muchas otras variables, es lo suficientemente compleja como para ser acotada a un par de datos, significativos pero insuficientes.

Los niveles de pobreza, de indigencia y de desigualdad social definen en gran medida el modelo socioeconómico de un país. Cuado estos niveles son elevados, quedan pocas dudas respecto del grado de desarrollo de la sociedad.


En la Argentina, el Instituto Nacional de Estadística y Censos –INDEC-, elabora indicadores de pobreza y de indigencia en relación con el concepto de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) y determina que los hogares con NBI son aquellos que presentan al menos uno de los siguientes indicadores de privación: deficiencias en hacinamiento, en vivienda, en las condiciones sanitarias, en cuanto a asistencia escolar o en la capacidad de subsistencia (para ver en detalle esta información se sugiere ingresar en la página www.indec.mecon.ar). De acuerdo con este organismo, entre 1980 y 2001, la población con NBI decreció de 27.7 % a 17.7 %, pero estas cifras continúan siendo muy elevadas.


T1 Argentina entre el desarrollo y el subdesarrollo

Según qué indicadores o tópicos se tomen en cuenta, y de acuerdo a quién realice esta tarea, se puede clasificar a la Argentina como un país desarrollado o como un país subdesarrollado, e incluso, atendiendo a la citada clasificación que adopta las Naciones Unidas, una sociedad de desarrollo intermedio.

a. Los indicadores del desarrollo: El sostenido descenso de las tasas de mortalidad y mortalidad infantil, el elevado porcentaje de población adulta alfabetizada, un PBI per cápita relativamente alto, el consiguiente IDH también elevado, el incremento de la población ocupada en el sector terciario de la economía, el ingreso masivo de capitales por exportaciones desde el 2002 en adelante y la mejora en la provisión de algunos servicios desde la década de 1990, demuestran un carácter socioeconómico que acerca más a la clasificación de país desarrollado.

b. Los indicadores del subdesarrollo: El elevado nivel de desempleo y precariedad laboral, los altos índices de pobreza y de indigencia, la desigualdad de los ingresos y por lo tanto de los niveles de vida, el lento retroceso de la tasa de natalidad, el lugar ocupado por la producción primaria en la economía nacional y su consecuente posicionamiento en la economía mundial como proveedor de materias primas, la insatisfacción de las necesidades básicas de salud, vivienda, alimentación, educación, vestimenta y servicios de una importante parte de la población, la extrema dificultad o imposibilidad del pago de gran parte de la deuda pública externa, la dependencia tecnoeconómica del exterior, la escasa protección ambiental y la citada deficiente provisión de servicios, tornan a nuestra sociedad vulnerable y por ello, demuestra un carácter marcadamente subdesarrollado.


T3 Otros indicadores de subdesarrollo

Otro indicador de subdesarrollo, si bien indirecto, tiene que ver con La percepción de corrupción política y dirigencial. En el Informe de Desarrollo Humano de la PNUD (op. cit., 2005), a partir de preguntas a la población, se señala que el 34 % de los encuestados sostiene que son los políticos y dirigentes los responsables de la situación en la que se encuentra la Argentina, relegando a un segundo lugar (con el 26 %) a la sociedad en su conjunto (sobre un total superior al 100 % pues se aceptaban respuestas múltiples); en el mismo informe, el 68 % demostró un apego a la ley entre ambivalente y débil. Por otra parte, en relación con la confianza en las instituciones, tan sólo el 6 % dijo tener algo o mucha confianza en los partidos políticos así como en los sindicatos y apenas el 19 % confía en el Poder Judicial. Entre los que tienen mejor imagen porque contribuyen mucho al país se destacan los docentes (40 %), ganaderos y agricultores (38 %), intelectuales y científicos (37 %), y como contrapartida, quienes recibieron menor cantidad de votos fueron los sindicalistas (2 %), los piqueteros (3 %), los políticos (4 %) y los jueces (6 %). Organización de las Naciones Unidas, UNDP, Informe de Desarrollo Humano 2005. Argentina después de la crisis. Un tiempo de oportunidades, 2005. 

Por último, desde aquí se sostiene que un país no puede ser sino subdesarrollado cuando la brecha entre los que más y los que menos ganan es grande y crece. Para medir esta brecha se utiliza el Índice de Gini (. Por lo general, los países desarrollados poseen índice de Gini bajo y los subdesarrollados, bastante más elevado. Según el Informe de Desarrollo Humano de Naciones Unidas (www.undp.org/spanish/ Informe de Desarrollo Humano 2005, julio de 2006) las áreas del planeta que presentan mayor nivel de desigualdad son América latina y África Subsahariana y en el mismo informe (p. 61) se sostiene que aquellos países que poseen coeficientes de Gini superiores a 50 “pueden considerarse en la categoría de alta desigualdad”; la Argentina, siempre según el informe citado, tiene un índice de Gini de 52.2, casi 15 puntos por debajo del promedio mundial ( de 67). Estas cifras expresan la vulnerabilidad de una gran proporción de la población.  

Índice de Gini: es una medida que se utiliza para medir y conocer la desigualdad de los ingresos de una población determinada, se mide entre 0 y 100, correspondiendo mayor número a una mayor desigualdad. Tanto el 0 como el 100 corresponden a niveles teóricos, pues 0 representa una perfecta igualdad y 100 una desigualdad total en la que una persona tiene todos los ingresos).


TU Unidad 5: El espacio rural argentino

T1 Introducción

Históricamente, nuestro país, como el resto de América Latina, se insertó en el mercado internacional como productor y exportador de materias primas, principalmente de productos de las actividades agrarias, y manufacturas de origen agropecuario (MOA), proceso que se agudizó durante el modelo agroexportador de finales del siglo XIX y principios del XX.

A pesar de los intentos de industrialización de las décadas de 1930 a 1960 (Unidad 3), la Argentina se posicionó como un importante productor de carnes, cereales y oleaginosas. Esta tendencia se volvió a agudizar en la presente década, sobre todo a partir de la devaluación de la moneda nacional y el consiguiente abaratamiento de los costos de producción.

Como se vio anteriormente (Unidad 4), en un país tan desigual como la Argentina, el espacio rural reproduce y a la vez refuerza la dualidad desarrollo – subdesarrollo a partir de la brecha entre los productores que obtienen grandes ganancias y aquellos que sólo pueden producir para su subsistencia, es decir, que no producen excedentes para colocar en el mercado. Entre unos y otros existe un abismo tecnológico y por ende, de productividad y de ganancias.

Definición
Productividad: producción obtenida por unidad de superficie y/o de tiempo.

Durante el siglo XX, con la incorporación de tecnologías en los campos y la concentración de las tierras en pocas manos, gran cantidad de población de las áreas rurales se trasladó a las áreas urbanas, que podían ofrecer nuevas oportunidades laborales, además de constituir áreas de servicios educativos, sanitarios, recreativos y habitacionales, entre otros. A este proceso de traslado masivo desde las áreas rurales a las urbanas se lo conoce como éxodo rural, que generó tanto crecimiento urbano como proceso de urbanización (Unidad 6).


Cuadro

Población
1895
1914
1947
1960
1970
1980
1990
2001
Rural
37.4
52.7
62.2
72.0
79.0
82.8
88.4
89.3
Urbana
62.6
47.3
37.8
28.0
21.0
17.2
11.6
10.7

Si bien las actividades rurales más importantes en nuestro país por su peso económico son las agrarias o agropecuarias, es decir las agrícolas y las ganaderas, en el territorio nacional también se desarrollan las restantes actividades rurales comerciales, como la actividad forestal, la pesca continental y marítima y la minería de metales, no-metales, rocas de aplicación y combustibles como el petróleo y gas.

T1 Las actividades agrarias

Aunque históricamente nuestros campos produjeron predominantemente la trilogía trigo – maíz – carnes, y en menor medida girasol, algodón y otros productos, la incorporación de una oleaginosa, la soja, hacia mediados de la década de 1970 y principios de la de 1980, cambió radicalmente el paisaje agrario no sólo del área pampeana, sino también de otras zonas del país, donde cada año se incorporan más territorios a la producción de este cultivo, reconvirtiendo a la Argentina en un país soja-dependiente, tanto ecológica como económicamente.

En general, por las características capitalistas de los procesos productivos implicados (de avanzada o de atraso), suele dividirse a la economía agraria argentina, y por lo tanto, a su territorio, en pampeana y extrapampeana. El área pampeana, que concentra la principal producción primaria y secundaria o industrial del país, se extiende principalmente en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, aunque también se pueden incluir aquí La Pampa y Entre Ríos. El área extrapampeana, en consecuencia, está abarcada por el resto del territorio nacional.

Las diferencias tecnológicas, productivas, económicas y laborales entre una y otra área, son similares, salvo excepciones, a las establecidas para las áreas desarrolladas y subdesarrolladas.

T1 El área pampeana

La producción agraria pampeana, si bien es diversificada en una gran cantidad de productos agrícolas y ganaderos, concentra la mayor cantidad de tierras y de ganancias en pocos cereales y oleaginosas y escasos tipos de ganado. Entre los cereales se destacan el maíz y el trigo; entre las oleaginosas, la soja y el girasol y entre el ganado, la producción lechera y de carne vacuna.

El área pampeana, históricamente fue el escenario de la producción cerealera argentina, que en épocas del período agroexportador dio a la Argentina el mote de “granero del mundo”. Esta idea de inagotabilidad de la superficie sembrada y cosechada y de la fertilidad de los suelos fue posteriormente muy cuestionada, principalmente a partir de los procesos erosivos del viento y del agua y de la contaminación de aguas y suelos por la creciente incorporación de sustancias químicas en la producción.


Esta área presenta, además de condiciones ambientales (de clima y suelos) bastante cercanas a las óptimas, una marcada incorporación tecnológica en sus distintas producciones, por lo que tiene muy altos rendimientos. Dichos rendimientos, entonces, están ligados a un conjunto de variables naturales y sociales, como la escasez, suficiencia o abundancia de precipitaciones, la cantidad de días con heladas, la fertilidad de los suelos, la posibilidad de aplicar los paquetes tecnológicos (para este concepto, ver página siguiente), la oscilación de los precios internacionales de las materias primas y sus derivados (MOA), entre otros. De esta posibilidad de obtener elevados rendimientos, y por ello, maximizar las ganancias, cada productor o conjunto de ellos, elige qué cultivos sembrar, qué ganado criar o rotar cultivos con ganado.

Los crecientes precios internacionales de la soja, la posibilidad de aplicar paquetes tecnológicos ligados a este cultivo, los altos rendimientos obtenidos, la adaptación de esta oleaginosa a diferentes condiciones climáticas y edáficas (de suelos), el descenso de los precios de otros cultivos o de los derivados del ganado y el creciente conocimiento en el manejo de este cultivo, han propiciado una gran transformación del área rural pampeana, proceso conocido como sojización, incluso en las áreas más fértiles destinadas originalmente a trigo y maíz, como el Núcleo Maicero pampeano (Sur de Santa Fe y de Córdoba y Norte de Buenos Aires), que en la actualidad es más un núcleo sojero por la cantidad de hectáreas sembradas como por las toneladas cosechadas. Esta sojización viene acompañada, en los últimos años, de una disminución de la superficie sembrada con trigo y maíz (16.8 y 6.5 % inferior a la campaña anterior, respectivamente), los otros principales cultivos argentinos.

TABLA:
Cultivos de los principales cereales y oleaginosas en el país, campaña 2005-2006


Miles de hectáreas
Miles de toneladas
Soja
15.329
40.500
Trigo
5.210
12.500
Maíz
3.180
14.500
Girasol
2.260
3.800
Avena
1.023
227

Cita: Fuente: ã www.sagpya.mecon.ar (28 de agosto de 2006)

El paquete tecnológico: Se denomina paquete tecnológico al conjunto de semillas mejoradas (resistentes a heladas, a sequías, etc.), agroquímicos (herbicidas selectivos, fertilizantes, plaguicidas, fungicidas, etcétera), maquinarias y riego artificial aplicados conjuntamente a la producción de uno o más cultivos. Presenta ventajas y desventajas: entre las primeras, torna más previsible y más rentable la producción; entre las segundas, genera dependencia tecnológica y muchas veces endeudamiento para seguir aplicándolo, pues una vez instalado resulta muy difícil –por lo costoso- salir de él, tanto para cambiar de cultivo (en este caso debería aplicarse otro paquete), como para cambiar cada subproducto de dicho paquete, pues por ejemplo, un herbicida selectivo sirve para determinada semilla mejorada con la que se vende en conjunto y no para otra; además, reduce la diversidad biológica al imponer una sola o muy escasas variedades de cada cultivo. 

Algunos cultivos importantes que se desarrollan en esta área, además de los mencionados trigo, maíz, soja y girasol, son lino, sorgo, maní, cebada cervecera y forrajera (es decir, de alimento para el ganado), alpiste, colza, centeno y mijo.

El área pampeana, núcleo agrícola de la Argentina, es también la principal zona de cría de ganado, principalmente vacuno o bovino, porcino, ovino y equino, aunque también son muy importantes la avicultura, apicultura, cunicultura y otras.

En relación con el ganado bovino se producen principalmente carnes y leche. Para el año 2005 se faenaron más de 14 millones de cabezas vacunas y se produjeron más de 3 millones de toneladas de carne con y sin hueso.

Faena: carneado de reses.

En ese mismo año, se produjeron cerca de 10.000 millones de litros de leche destinados en ambos casos tanto al mercado interno como al externo. Sin embargo, a pesar de la fuerte producción de este ganado en el área, la competencia de los cultivos, sobre todo de la soja, hizo que esta actividad perdiera durante los últimos años extensiones de tierra destinadas ahora a la agricultura, así como también tambos y rodeos (www.sagpya.mecon.gov.ar). De todos modos, la incorporación de tecnologías (maquinarias y conocimientos) permitió un cambio en las formas de producción de los bovinos de carne, desplazando en algunas partes la producción a campo, por la producción en feedlot, donde el ganado se desplaza poco y se suprimen o limitan las pasturas y aguadas naturales por alimento balanceado y forrajes secos y bebederos. Este proceso permite un aumento de productividad logrando mayor cantidad de carne en menor superficie. En relación con las áreas de producción, en la provincia de Buenos Aires, la actividad ganadera para faena se desarrolla fundamentalmente en la cuenca del río Salado (actividad de cría de terneros) y en el Oeste (invernada o engorde) y la ganadería destinada a lácteos (tambos), se desarrolla en campos con mejores suelos y más cercanos a las áreas de consumo interno.

También son importantes en esta área los ganados equino, tanto para faena como para actividades deportivas, para las que los equinos argentinos tienen una importante demanda externa; porcino, destinado fundamentalmente a la faena, ovino en menor medida, debido al desplazamiento de este ganado a la Patagonia, criado sobre todo para la producción de lanas, y otros animales como conejos (cunicultura), aves de corral (avicultura: pollos, pavos, etc.) y abejas (apicultura), para la importante producción de miel que se destina al mercado internacional, en el que Argentina ocupa el 3º lugar como país exportador de este producto.

En el caso de la carne de caballo y de vacunos, la Argentina ocupa actualmente el 2º y 3º lugar respectivamente, como exportador a escala mundial (www.fao.org/es, 08/09/06).      

Por último, cabe destacar que, si bien en menor medida que en la actividad agrícola, la ganadería pampeana presenta una importante introducción de nuevas tecnologías, como la inseminación artificial, el clonado, la fertilización “in vitro”, etcétera

La fiebre aftosa en la Argentina

Durante mucho tiempo la ganadería argentina ha tenido –y aún tiene- que convivir con una enfermedad del ganado vacuno: la fiebre aftosa. Esta se caracteriza por la aparición de pequeñas úlceras en boca y pezuñas y provoca graves perjuicios en la economía ganadera. Es una enfermedad contra la que existe vacunación y, como es transmisible fácilmente de animal a animal, cuando aparece un brote en algún rodeo, suele utilizarse el denominado “rifle sanitario” para evitar el contagio. En la actualidad algunos países aceptan comprar carne de rodeos libres de aftosa con vacunación, pero en general los países desarrollados que importan carnes y derivados sólo lo hacen de países que tengan certificado de ‘libres de aftosa sin vacunación’, es decir, en los que ya hay ausencia de la enfermedad durante un lapso prolongado a partir de la vacunación de las reses y por lo tanto, son rodeos que no necesitan vacunación y por ende, se los considera de mejor calidad.

T1 El área extrapampeanas

Contrastando con el área pampeana, la extrapampeana, que abarca el resto del territorio argentino, presenta en general, características de atraso productivo, menor inserción en el mercado internacional, escasa inversión tecnológica y una fuerte brecha entre grandes y pequeños productores, estos últimos con desarrollo de actividades primarias rudimentarias, muchas veces ligadas a la subsistencia del núcleo familiar o con pequeños excedentes para colocar en el mercado local debido a las pequeñas dimensiones de las tierras y al atraso tecnológico, por lo que sus rendimientos son muy bajos. Estos pequeños productores, muchas veces minifundistas, contrastan con las grandes empresas agrarias que acaparan la mayor parte de las producciones regionales, pues poseen capitales que se plasman en las dimensiones y calidad de las tierras productivas y en gran medida participan de todo o gran parte del proceso productivo, desde la industrialización del producto primario hasta su distribución e incluso su comercialización. 

Según las características ecosistémicas y agroproductivas, en cada zona del territorio extrapampeano se desarrollan diferentes tipos de cultivo y de ganado. Sin embargo, durante las últimas décadas se viene produciendo un proceso de pampeanización consistente en traspasar los productos y técnicas del área pampeana a la extrapampeana, muchas veces sin tener en cuenta las particularidades tanto del ecosistema como de las características socioculturales y productivas de cada región y de las mismas tecnologías que fueron producidas para un tipo de ambiente específico.

Entre las economías extrapampeanas (llamadas también economías regionales) más destacadas se encuentran la de la vid y frutales en Cuyo (Mendoza, San Juan, La Rioja), de pimientos, cítricos, caña de azúcar y tabaco en el Noroeste (Jujuy, Tucumán, Salta), de algodón, tabaco, yerba mate y té en el Noreste, de ganado ovino en la Patagonia (Chubut, Río Negro, Santa Cruz, Tierra del Fuego), de frutales en el Alto Valle del Río Negro, de los oasis de regadío en las sierras pampeanas para producción de vinos, aceitunas y frutos secos (nueces, almendras, etc.), entre otros. Hay también nuevos circuitos productivos en algunas áreas del país, ligados a la demanda internacional de productos como las frutas finas (grosellas, arándanos, moras, etc.) que se desarrollan en el sur cordillerano argentino.

Algunas de estas economías regionales tradicionales han tenido un fuerte crecimiento en las últimas dos décadas debido a los cambios en los patrones culturales, como por ejemplo los ligados al consumo de vino varietal (al menos 80 % de una variedad de uva, como cabernet sauvignon, malbec, merlot, syrah, etc.) de mayor calidad, y a la incorporación de tecnologías que posibilitaron reducir costos, aumentar rendimientos y volver más previsible el ciclo productivo; otras economías regionales se han visto perjudicadas por diferentes motivos, entre ellos por el atraso tecnológico, por la fuerte competencia con economías externas, por la aparición y consolidación de nuevos productos (telas sintéticas que provocaron una reducción de la demanda del algodón, productos edulcorantes que compiten con el azúcar, entre otros), etcétera.

En algunas áreas, estas economías regionales conforman verdaderos enclaves, puesto que en el lugar en el que se instalan demandan escasa mano de obra, consumen también escasos recursos y se integran muy parcialmente al sistema productivo regional. Por otra parte, el crecimiento de las grandes empresas agroindustriales genera en el área de producción una fuerte reducción en las ganancias de los productores primarios que proveen la materia prima y a veces también tienden a deprimir los salarios de sus trabajadores con el afán de maximizar sus ganancias. 

Definición
Empresas agroindustriales: son aquellas que participan de todas o casi todas las etapas del circuito productivo, desde la producción primaria y secundaria o industrial hasta la distribución y la comercialización del producto.


T1 Problemas socioeconómicos y ambientales en las áreas agrarias (a modo de síntesis)

Si bien por un lado nuestro país tiene un perfil netamente agrario o agropecuario, no tanto por la cantidad de gente que trabaja en este sector (que es muy poca comparativamente con la que lo hace en los sectores de la industria, los servicios y el comercio) sino por los volúmenes de comercialización e ingreso de divisas, históricamente y en la actualidad sufre problemas coyunturales y estructurales de difícil solución tanto en el plano económico, como en el social y el ambiental.

Entre los problemas más importantes que atraviesan las áreas rurales se pueden mencionar:

  • la explotación de la mano de obra, principalmente de la temporaria o golondrina, sobre todo en la zafra (cosecha de productos subtropicales o tropicales), en la que se contrata mano de obra procedente muchas veces de otras áreas del país, hombres, mujeres y niños que ofrecen su trabajo a cambio de salarios muy bajos;

  • la creciente importancia de los ‘pools de siembra’, es decir de empresas que arriendan campos por una o dos cosechas para obtener rápidos ingresos sin importar el manejo sostenible de los recursos; algo similar ocurre muchas veces con los contratos de arrendamiento en los que no se exige la reposición de los recursos (principalmente suelos y aguas) cuando finaliza el período de contrato, lo que conlleva una pérdida continua y reciente de la fertilidad de los suelos (Morello, J; Marchetti, B.; Rodríguez, A; Nussbaum, A., El ajuste estructural argentino y los cuatro jinetes del Apocalipsis ambiental, CBC-CEA, Universidad de Buenos Aires, 1997);
 
  • la incorporación de tecnologías (como las cosechadoras) que reemplazan al trabajo humano, que debe migrar hacia las zonas marginales de las áreas urbanas; a este proceso se lo denomina ‘éxodo rural’;

  • el sistema de doble cultivo sin barbecho, es decir producir dos cultivos de manera continuada (puede ser trigo sobre soja, soja sobre soja, etcétera), que impide el descanso de los suelos, a los que se debe agregar cada vez más productos químicos con el fin de reemplazar dicha ausencia de barbecho. Además, este doble cultivo suele practicarse sin rotación entre ciclos agrícolas (reemplazo de un cultivo por otro con características diferentes) y sin rotación con ganadería, que aporte fertilidad con sus deyecciones;

  • la práctica sistemática de uno o dos cultivos con altos precios en el mercado internacional, como el caso de la soja en gran parte del territorio argentino, que lleva a una pérdida de nutrientes en el suelo, los que se deben reponer mediante químicos;

  • el proceso erosivo, tanto por las aguas como por el viento, debido a prácticas inadecuadas, como las mencionadas arriba además de las labranzas profundas, el desmonte, etcétera; tanto la voladura de los suelos por acción del viento como su lavado por la acción de las aguas traen aparejada una importante pérdida de la capa fértil del suelo, es decir de su horizonte superficial;

  • la contaminación de suelos y cuerpos de agua por la enorme incorporación de fertilizantes y herbicidas químicos;

  • la pérdida o al menos el reemplazo de la diversidad biológica de los ecosistemas originales; este proceso recibe el nombre de “corrimiento de la frontera agropecuaria” que consiste en avanzar sobre ecosistemas originales, en general, bosques y selvas nativos en el área extrapampeana y pastizales en el área pampeana, para implantar en el lugar cultivos o ganado, con el consiguiente deterioro o empobrecimiento del ecosistema; este problema es particularmente acuciante en el Norte argentino, donde los bosques nativos han sufrido fuertes degradaciones y en algunos casos su extinción;

  • la ausencia de políticas estatales en relación con la concentración de tierras agrarias, que deriva en manejos oligopólicos de la producción; además, nuestro país no cuenta con legislación adecuada para evitar la extranjerización de tierras, por lo que en grandes extensiones del territorio nacional, capitales extranjeros han comprado tierras a precios internacionales muy bajos debido a la depreciación de nuestra moneda;

  • el endeudamiento de los productores pequeños y medianos (y veces incluso de los grandes) con el fin de incorporar el paquete tecnológico, es decir, las maquinarias, las semillas mejoradas y otros avances ligados a la biotecnología, los fertilizantes químicos, los herbicidas selectivos e incluso, los sistemas de riego;

  • la dependencia tecnológica respecto de las empresas transnacionales y estados productores de dicho paquete tecnológico que vuelven muy difícil, costoso y riesgoso el cambio productivo por lo que se genera la mencionada dependencia;

  • las sequías recurrentes en algunas áreas del país, como el Chaco occidental, y la ausencia o precariedad de sistemas de riego, además de la escasez o ausencia de políticas provinciales y nacionales a mediano y largo plazo en este tema;

  • las inundaciones también recurrentes en las cuencas de los ríos Salado de Buenos Aires, Quinto, Salado del Norte, Carcarañá, etc.;

  • la salinización de los suelos en áreas predominantemente áridas y semiáridas donde se practica agricultura de riego (en oasis), sobre todo en el Oeste argentino;

  • la falta o escasez de obras de infraestructura como caminos, vías férreas, canales para regulación de las cuencas hídricas, etcétera y su posterior mantenimiento;

  • el sobrepastoreo y sobrepisoteo del ganado por la sobrecarga animal, que originan la compactación de los suelos, favoreciendo los procesos de inundación y pérdida de fertilidad; tal como ocurriera en la Patagonia mesetaria, que sufrió la introducción de millones de ovejas superando la capacidad de carga animal del ecosistema, por lo que se generó un irreversible proceso de desertificación de los suelos;

  • los deficientes mecanismos de acceso a créditos entre los pequeños y medianos productores agrarios y la escasez de políticas oficiales en el acceso a tecnologías (maquinaria, conocimientos);

  • las restricciones de los mercados internacionales por políticas proteccionistas y la depresión de los precios internacionales de muchas materias primas, lo que se suma a veces al aumento de los precios internacionales de los paquetes tecnológicos;


T1 La actividad forestal

En el territorio argentino se explotan especies nativas (ver Unidad 2) y especies exóticas como el eucaliptos, álamo y pino (Pinus elliotis), principalmente. La actividad forestal contempla la deforestación, forestación y reforestación de especies arbóreas u arbustivas. El proceso de explotación es tan variado como el del tipo de productor que la realiza. Los pequeños productores suelen realizar el desmonte a mano (hacha) y con volúmenes significativamente bajos por productor. Los medianos y grandes productores utilizan motosierras y sistemas de recolección más avanzados, por lo que pueden extraer mayores volúmenes.

Las principales áreas de producción forestal son las selvas del Norte argentino (tucumano-oranense o yunga y misionera), el delta del río Paraná y el bosque del Sur cordillerano argentino. Las provincias que en la actualidad poseen mayor cantidad de superficie forestal cultivada son Misiones y Corrientes (en conjunto, 64 % del total) (www.sagpya.mecon.gov.ar).

Entre los productos obtenidos a partir de esta actividad se encuentran la pasta celulosa, rollizos (tronco sin la corteza), tableros de madera, muebles, papeles y cartones, madera aserrada, etcétera.      


T1 La actividad minera

La Argentina produce minerales metalíferos (oro, plata, cobre, cinc, hierro, etc.) y no metalíferos (sal, yeso, etc.), además de rocas de aplicación (arena, caliza, canto rodado, granito, etc.) y combustibles (petróleo, gas natural, carbón) tanto para el mercado externo como para el interno. Desde hace más de una década, empresas extranjeras se han interesado por los recursos minerales del territorio nacional, tanto del suelo como del subsuelo, por lo que se ha producido una importante extranjerización de esta actividad, como su puede observar en el caso de la venta de YPF al grupo Repsol o en la explotación de las minas cuproauríferas de Esquel, en Chubut y Catamarca (Bajo de Alumbrera).

T1 La actividad pesquera

La principal fuente de riqueza ictícola es el mar Argentino, aunque también se practica esta actividad en ríos, lagos y lagunas.

En el mar Argentino se pescan merluzas (la merluza hubbsi representa más del 42 % del total de capturas del país), calamares (el calamar illex, 24.3 %), polacas, langostinos, corvinas, etcétera.

Muchas veces, debido a que los volúmenes de pesca superan la tasa de reposición de la especie, comienza una notable disminución de la cantidad de individuos, sobre todo en las dos principales especies capturadas, por lo que el Estado debe decretar un período de veda o prohibición parcial o total para la pesca de dichas especies.

La sobrepesca en el mar Argentino, sobre todo en época de veda, es uno de los problemas más graves tanto para la economía en ese rubro como para el ambiente. En la última década se han registrado una gran cantidad de buques que pescan ilegalmente en nuestro mar, tanto de bandera argentina como de muchos otros países.

TU Unidad 6: El espacio urbano en la Argentina

 “Por primera vez en la historia, en 2007 la población urbana del planeta habrá de superar a la población rural. Espectáculo único: nuestra generación es testigo de una mutación del eje en torno al cual gira nuestra existencia. La ciudad se ha impuesto definitivamente. No obstante, esa victoria es de algún modo engañosa porque, en contra de lo que antes se creía, las ciudades ya no serían el centro utópico de la igualdad, sino el centro real de la desigualdad.”
Cita: Natalio Botana, Las ciudades de la miseria, en ã La Nación, 25 de junio de 2006.

T1 ¿Qué son los espacios urbanos en la Argentina?

Si bien existen diferentes criterios para definir cuándo un espacio es urbano o no lo es, como la continuidad del amanzanamiento, la densidad de edificación, las actividades económicas predominantes, los usos del suelo y los límites jurisdiccionales, entre otros, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) lo define como toda aglomeración que contiene al menos 2.000 habitantes.

Estos aglomerados cumplen diversas funciones, que varían fuertemente según el tamaño del núcleo urbano y también de acuerdo con la actividad económica que predomine en cada momento histórico y en cada lugar. De esta manera, así como las múltiples y complejas funciones que cumplen Buenos Aires, Rosario o Córdoba son muy diferentes a las que puede cumplir Casilda en Santa Fe o Maquinchao en Río Negro, también dos núcleos urbanos de similar tamaño cumplen diferentes funciones de acuerdo con el predominio de la actividad que allí se desarrolle, por ejemplo agrícola, minera o turística. Las funciones más comunes de los núcleos urbanos de la Argentina son: residencial, económico, político-administrativo, militar, financiero, recreativo e industrial. 

En el transcurso de poco más de un siglo, desde 1895 hasta 2001, segundo y anteúltimo censos nacionales de población respectivamente, la población urbana ha ido aumentando a medida que la población rural fue decreciendo, dándose así además de un importante crecimiento urbano, un fuerte proceso de urbanización.

Definición
Crecimiento urbano: aumento del número de habitantes que vive en áreas urbanas.
Proceso de urbanización: crecimiento de la proporción de la población urbana en detrimento de la población rural, cuyo porcentaje decrece.

Nuestro país cuenta en la actualidad con una gran cantidad de núcleos urbanos distribuidos irregularmente en el territorio, de muy diferentes tamaños físicos, cantidades de población, así como de funciones sociales y económicas.

T1 Formación de las ciudades argentinas

El sistema urbano argentino se fue conformando a través del tiempo en función de los intereses económicos y políticos internos y externos. En general, los sistemas de transporte y las actividades económicas predominantes fueron dando origen a estos núcleos urbanos. El período colonial, con las necesidades de la metrópoli, generó la creación y crecimiento de algunas ciudades (como se vio en la Unidad 3) importantes como Santiago del Estero, Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires, Corrientes, San Juan, San Luis, Mendoza, San Miguel de Tucumán y San Fernando del Valle de Catamarca, entre otras. El final del período colonial, reconocido en el Virreinato del Río de la Plata, terminó de consolidar el papel de primacía de la ciudad de Buenos Aires, debido a su puerto utilizado para exportar.

Más tarde, el siglo XIX fue testigo del surgimiento de numerosos pueblos y ciudades debido al intento de consolidación del territorio nacional con el corrimiento de la frontera indígena y la construcción del sistema ferroviario. Así surgieron estos núcleos de concentración de población en las líneas de avanzada para despojar a los indígenas de sus territorios, con fuertes y fortines para defensa del territorio anexado y de sus recursos ganaderos y en menor medida agrícolas (por ejemplo, las ciudades bonaerenses Tandil, Olavarría, Trenque Lauquen, Rauch, etc.) y en las estaciones de carga de los productos agrarios en las diferentes líneas ferroviarias que desde el interior se dirigían (y se dirigen) casi sin excepción hacia la ciudad de Buenos Aires.

En la segunda mitad del siglo XIX se fundan ciudades destinadas originariamente como residencias de las colonias agrícolas y ganaderas surgidas allí, tal como fue el caso de Esperanza, en la provincia de Santa Fe o de Esquel y Trevelin, en la provincia de Chubut.

Durante fines del siglo XIX y el siglo XX la radicación de industrias y de empresas dedicadas a la actividad minera, con su consiguiente efecto en la demanda de mano de obra, también dio origen o favoreció el crecimiento de pueblos y ciudades, como el caso de Palpalá a partir de la siderurgia Altos Hornos Zapla (luego Aceros Zapla) en la provincia de Jujuy o de Río Turbio, en la provincia de Santa Cruz, con la instalación de la estatal Yacimientos Carboníferos Fiscales (YCF).

Otro factor de surgimiento y, sobre todo, de crecimiento de estos núcleos durante el siglo XX, fue la actividad turística, hecho comprobable en la franja costera de la provincia de Buenos Aires y en parte de la Patagonia andina argentina.

También las bases militares han fomentado el asentamiento demográfico posterior, como en el caso de Junín de los Andes, en la provincia de Neuquén, que más tarde creció debido a la actividad turística.

Muchos de estos núcleos urbanos continuaron creciendo gracias al desarrollo de alguna o algunas actividades económicas, sobre todo aquellas ligadas a la producción agrícola y ganadera; también crecieron aquellas que se vieron favorecidas por la instalación de una gran industria, como Olavarría, en la provincia de Buenos Aires, con la producción de cemento o de Ushuaia, en la provincia de Tierra del Fuego, con la radicación de maquilas (industrias armadoras) ligadas a la industria electrónica. Las funciones principales que asumen algunas ciudades pueden ir variando con el tiempo, como ocurrió con Ushuaia, cuya vida giró en torno a la cárcel, luego a las maquilas y más tarde al turismo o con Esquel, originalmente asiento de la vida agrícola y pastoril, luego como base militar y finalmente también como centro turístico.

En el caso opuesto, algunos otros asentamientos han decaído con el transcurso del tiempo, tendiendo a disminuir su población como sus actividades económicas, hasta llegar en algunos casos a convertirse en pueblos casi abandonados, como ocurriera con aquellos cuyas economías dependían fuertemente del ferrocarril y con la supresión de ramales considerados poco rentables durante las décadas de 1980 y sobre todo de 1990, han mermado sus producciones por imposibilidad de transportar sus productos con bajos costos. En este sentido, hay pueblos que tienen crecimiento escaso o nulo, otros que están en grave riesgo de desaparecer y otros que ya no existen, según el último censo nacional de población.


T1 Macrocefalia urbana

Los sucesivos modelos económicos impuestos desde las burguesías nacionales ligadas a las clases terratenientes y al poder político, y desde los centros de poder externos, configuraron un modelo territorial particular caracterizado por la denominada macrocefalia urbana, es decir por el claro predominio económico y demográfico de una ciudad sobre las restantes. Así puede observarse hoy que el Área Metropolitana de Buenos Aires tiene alrededor de doce millones de habitantes mientras que las segundas en orden decreciente, Córdoba en la provincia homónima y Rosario en la provincia de Santa Fe, tienen cada una un décimo de esa cantidad.

Definición
Área Metropolitana de Buenos Aires – AMBA-: aglomeración formada por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y los partidos o municipios que en conjunto conforman el Conurbano Bonaerense, entre ellos Tres de Febrero, San Martín, Avellaneda, Quilmas, San Isidro, San Fernando, Malvinas Argentinas, etc. Según el INDEC, AMBA es sinónimo de Gran Buenos Aires –GBA-.

Algún intento de reducir esa macrocefalia ocurrió en la década de 1980, cuando se proyectó trasladar la capital del Estado a Viedma en la provincia de Río Negro, con el objetivo doble de fomentar el poblamiento de la Patagonia y de restringir el acceso de migrantes internos y externos al AMBA. El intento fue similar al realizado en Brasil cuando se trasladó la capital desde Río de Janeiro a Brasilia sin el éxito esperado, pero en la Argentina nunca se llevó a cabo.

Esta macrocefalia dada por razones históricas y recientes de concentración de riquezas y poder político, también generó graves consecuencias sobre el espacio urbano, entre ellas: la alta contaminación por radicación industrial; el tránsito caótico, el surgimiento de áreas muy degradadas; el surgimiento también de barrios privados, escindidos del resto de la ciudad; la contaminación sonora y visual; la carencia de espacios verdes como parques y plazas, etc.

En las restantes provincias también se reproduce esta jerarquización del entramado urbano; en la mayoría, la ciudad capital –u otra- concentra gran parte de la población total de esa jurisdicción, como ocurre en la ciudad de Mendoza respecto de la provincia homónima, o en Salta, San Juan, Neuquén, etc.; en algunos casos, son dos las ciudades que han crecido hasta concentrar casi la totalidad de la población de la provincia en la que se encuentran, tal como ocurre en Tierra del Fuego con Ushuaia y Río Grande.


T1 La segregación del espacio urbano (desigualdad)

Las grandes ciudades latinoamericanas como San Pablo (Brasil), Río de Janeiro (Brasil), Santiago de Chile, Bogotá (Colombia) y Caracas (Venezuela), y en Argentina Buenos Aires, Rosario y Córdoba con sus respectivas áreas metropolitanas, han crecido fuertemente desde fines del siglo XIX, pero sobre todo entre las décadas industrializadoras de 1930 a 1970, generando en muchos casos gigantismo urbano acompañado por situaciones de masivos asentamientos precarios, obsolescencia de la infraestructura urbana, tránsito vehicular caótico y contaminación de los recursos agua, aire y suelo. 

Durante las dos décadas posteriores, la introducción del modelo neoliberal en la Argentina como en el resto de Latinoamérica (con puntuales excepciones) favoreció la consolidación de estas características al remarcar cada vez de manera más acuciante la brecha entre las clases que más y que menos poseían. La desigualdad creciente en los ingresos de la población tuvo su correlato evidente en el territorio, manifestación espacial de dicha desigualdad de la misma manera que el espacio urbano durante las décadas pasadas había acusado recibo del masivo éxodo rural que, junto con la industrialización (ver Unidad 7), dio lugar al asentamiento de grandes oleadas migratorias en los núcleos urbanos que podían absorber mayor cantidad de mano de obra.

Desde la década de 1930, entonces, y hasta la actualidad, los rasgos mencionados más arriba se han acentuado. Emilio Pradilla Cobos destaca que “siete rasgos caracterizan a la metrópoli latinoamericana reproducida por el neoliberalismo: gigantismo, desorden, privatización, fragmentación, exclusión, conflictividad y violencia y contaminación” (Metrópolis y megalópolis en América Latina. En Revista Interamericana de Planificación, SIAP, Cuenca, 1998). El Gran Buenos Aires (o AMBA), el Gran Córdoba y el Gran Rosario dan cuenta de ello.

En las grandes ciudades, pero cada vez más también en las medianas (según el INDEC, aquellas que tienen entre 50 mil y 500 mil habitantes), el espacio urbano ha dejado de ser el lugar de pertenencia mayoritariamente de la aristocracia y la burguesía urbana, para dar paso a la coexistencia cada vez más marcada, porque cada vez es más contrastante, entre esos sectores y las clases desposeídas de todo, aún incluso de expectativas. Por ello en ciudades como las mencionadas en el párrafo anterior y en otras más pequeñas como La Plata, Mar del Plata, Mendoza, San Miguel de Tucumán, Zárate, Campana, etc., es cada vez más común observar dicha coexistencia (paradójicamente intentando coexistir lo menos posible) en forma de barrios cerrados o countries y barrios marginales, rancheríos o villas, que son los extremos entre los que también cohabitan los sectores denominados “medios”.

Estos asentamientos precarios se contraponen a los barrios cerrados y countries, que gracias al desarrollo de las autopistas, han proliferado en la periferia de las grandes ciudades para reducir a lo mínimo posible el contacto con las clases desposeídas que a raíz de las crisis de las décadas de 1980, 1990 y principios de 2000 han comenzado a volverse más “visibles” para el resto de los habitantes urbanos y debido a un nuevo modelo de vida caracterizado por la posesión o usufructo de los espacios verdes, tan escasos en los centros y barrios de las medianas y grandes ciudades.            

T1 Problemas ambientales urbanos

Entre los problemas mencionados anteriormente para las grandes ciudades, sobre todo para las metrópolis como Buenos Aires, Rosario y Córdoba, la contaminación grave del suelo, aire y agua, además de otros recursos (flora, fauna), también es compartida por otros núcleos urbanos menores, incluso pequeños (entre 2.000 y 49.999 habitantes, según INDEC), en los que la presencia de una o más industrias repercutió negativamente sobre los ecosistemas y la salud de los habitantes. Sin embargo, la contaminación no es el único problema ambiental que deben afrontar los núcleos urbanos: carencia o escasez de espacios verdes como parques y plazas, inundaciones, obsolescencia y escasez de infraestructura básica, como la red cloacal y de agua corriente, presencia de plagas denominadas urbanas, como ratas y murciélagos, entre otros, son algunos de los problemas que el ambiente urbano ofrece a sus habitantes.

En relación con la contaminación del agua, son paradigmáticos los casos de los ríos Matanza-Riachuelo y Reconquista en el AMBA, pero también está presente en los lagos Nahuel Huapi a orillas del cual creció San Carlos de Bariloche en Río Negro y Dique San Roque, por los desechos de la ciudad de Villa Carlos Paz y sus alrededores en la provincia de Córdoba (este lago además alimenta de agua de red a la ciudad de Córdoba, por lo que la contaminación del lago es muy perniciosa), o los río Paraná, Carcarañá, Colastiné, Pilcomayo, Salado del Norte, Salado del Sur (o de Buenos Aires), Colorado y Negro (ambos, el del Gran Resistencia en Chaco y el de la Patagonia que desagua directamente en el mar Argentino). En el caso del AMBA, “todos sus ríos están contaminados, pero dos de ellos son dramáticamente críticos, el Reconquista y el Riachuelo. En las dos cuencas viven 4.000.000 de personas y hay 9.000 industrias… de las que solo el 3 % posee sistemas de tratamiento de efluentes adecuados en funcionamiento” (Morello, Jorge et al., El ajuste estructural argentino y los cuatro jinetes del Apocalipsis ambiental, CBC-CEA, UBA, 1997). Además de los efluentes industriales, a los ríos, lagos y lagunas llegan muchas veces las descargas domiciliarias, los químicos usados aguas arriba en la actividad agrícola y los derrames de petróleo de los barcos o de las petroquímicas instaladas a orillas de esos cuerpos de agua.

De acuerdo con la cobertura de infraestructura básica, en gran cantidad de ciudades de la Argentina, sobre todo en aquellas que han crecido fuertemente desde la década de 1930, esta ha quedado obsoleta, por lo que una importante proporción de la población urbana, la población en general –aunque no siempre- más pauperizada, no accede a los servicios de agua corriente, cloacas y red pluvial, entre otros. En ciudades de más de 500 mil habitantes, menos del 50 % de la población accedía a mediados de la década de 1990 al servicio de red  cloacal (ese porcentaje sube significativamente si se tiene en cuenta la Capital Federal, donde la cobertura llegaba al 100 %). La ausencia de cobertura total implica la contaminación de las napas o acuíferos.    
           
Otro grave problema en numerosas ciudades y pueblos argentinos es el de las inundaciones, que entre muchas otras sufren el Área Metropolitana de Buenos Aires, el Gran Resistencia (Chaco), Santa Fe, Villa Guaminí (Buenos Aires, hoy bajo el agua), Goya (Corrientes), Gaiman, Dolavon y Trelew (todas en Chubut) y Clorinda (Formosa). Las periódicas inundaciones en algunas áreas urbanas tiene correlato en que se fundaron sobre áreas bajas, deprimidas, pero en otros casos, si bien la fundación se llevó a cabo sobre tierras altas, el crecimiento descontrolado impermeabilizó los suelos (aumentando la escorrentía y disminuyendo sensiblemente la infiltración del agua de lluvia), y permitió que sectores de la población de menores recursos se asentaran sobre las tierras bajas, más baratas, sujetas a los riesgos de inundación. 


TU Unidad 7: Industria y comercio en Argentina

T1 Una industrialización a medias

Cuando la Argentina comenzó su fase de despegue en el proceso de industrialización, a partir de 1930 aproximadamente (ver Unidad 3), ya contaba con algunas industrias en general ligadas a las actividades agrarias, como por ejemplo la alimenticia, frigorífica y curtiembres. Hubo algún incipiente desarrollo de otros rubros industriales, pero se quedaron en intentos, como la industria automotriz a principios de la década de 1910. A partir de la situación de contexto mencionada en la Unidad 3, nuestro país, como el resto de Latinoamérica debió comenzar a sustituir las importaciones de bienes provenientes de los países europeos y de Estados Unidos y el Estado nacional empezó a desarrollar un proyecto de industrialización.

Así se desarrollaron, muchas veces con fuerte apoyo estatal, industrias químicas (y petroquímicas), metalúrgicas y siderúrgicas, automotriz, alimenticias y textiles, entre otros rubros. 

La localización industrial fue en un primer momento muy concentrada, principalmente en las áreas urbanas y periurbanas de lo que se denominó el cordón o cinturón fluvial industrial, a orillas de los ríos Paraná y de la Plata entre San Lorenzo, en la provincia de Santa Fe, y La Plata-Ensenada-Berisso, en la de Buenos Aires. Este cordón de fuerte radicación industrial abarcaba también a las ciudades de Rosario, Villa Constitución, San Nicolás, Campana, Zárate, y el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).

Otros núcleos urbanos de importante industrialización fueron Córdoba, con industrias ligadas a la actividad agraria e industria automotriz y Mendoza, con industrias ligadas a la producción agrícola (jugos, vinos, sidras) y petroquímica.

Durante las décadas de 1960 y 1970, para desarrollar áreas que en el contexto nacional habían quedado relegadas, se pusieron en práctica, con disparidades en su aplicación como en sus resultados, los denominados sistemas de promoción industrial (SPI), mediante los cuales se favorecía la radicación de cierto tipo de industrias a partir de incentivos fiscales, como subsidios en dinero, créditos, reducción o eliminación de tasas impositivas y aduaneras, etc. Algunas áreas que se vieron beneficiadas con los SPI fueron San Luis, La Rioja, Tierra del Fuego (por entonces, territorio nacional, estatus que conservaría hasta 1991, año de su provincialización) y San Juan.

La radicación industrial, aún con las obvias limitaciones que tuvo en nuestro país debido a políticas internas como a decisiones externas, generó un efecto multiplicador en los territorios donde se asentaron, tanto en el caso del cordón fluvial, como en Mendoza, Córdoba y en aquellas provincias con SPI. Estos efectos fueron en algunos casos positivos y en otros negativos; entre los primeros, cabe destacar la fuerte generación de puestos de trabajo y la consiguiente aparición de barrios destinados a las clases trabajadoras u obreras (los “barrios obreros”); también el dinamismo económico y social que trajeron aparejadas; entre los efectos negativos, se enumeran la marcada limitación en la innovación tecnológica aplicada a las industrias que las volvió obsoletas en poco tiempo; la concentración de gran cantidad de población en las áreas industrializadas, principalmente en el cordón fluvial y más aún en el Área Metropolitana de Buenos Aires y en Rosario; la escasa importancia dada al mercado interno que derivó en profundas crisis cuando se adoptó el modelo de apertura económica a mediados de la década de 1970 y sobre todo en la década de 1990 y la contaminación de aguas, aire y suelos en las áreas urbanas, producto de la escasa y muchas veces nula planificación estatal de los usos del suelo en estas áreas. 

La localización de industrias
Para instalar una industria o un conjunto de ellas en un lugar específico, se tienen en cuenta una multiplicidad de factores ligados casi siempre a la reducción de los costos del proceso productivo, por ejemplo, la cercanía al mercado consumidor o al puerto de exportación, a cuerpos de agua con el fin de abastecerse de ella o para arrojar sus desechos allí (hecho muy común que desembocó en degradaciones ambientales importantes como el caso de los ríos Reconquista y Matanza-Riachuelo, ambos en el AMBA), la provisión de servicios requeridos en el proceso productivo (infraestructura para energía, agua, comunicaciones, vías de transporte, etc.), la cercanía también de otras industrias ligadas al sector o incluso del área de obtención de las materias primas, como en los casos de la industria azucarera de Tucumán o vitivinícola de Mendoza. 

La importancia de la actividad industrial en la economía, más allá de la relevante generación de puestos de trabajo, es que agrega valor a la producción y por lo tanto, aumenta el precio del producto final, lo que genera mayores ganancias tanto en el sector industrial o secundario de la economía como en el Estado nacional, provincial y municipal por el cobro de impuestos y tasas aduaneras, generando así un aumento en la recaudación fiscal. Fernando Fajnzylber (La industrialización trunca de América Latina, CEAL, 1983) señala que “la experiencia internacional confirma que la elevación significativa de la productividad en el sector agrícola se obtiene fundamentalmente sobre la base de la introducción de la ‘lógica industrial’ en las esferas de la producción, transformación, distribución y comercialización de los productos agrícolas”, aunque luego sostiene que esta relación supuestamente positiva entre sector agrícola y sector industrial puede llegar a no serlo, y de hecho muchas veces no lo es, cuando son las empresas transnacionales las que empiezan a intervenir en este proceso económico.


T1 La inserción desventajosa: El rol de la Argentina como productora de materias primas y MOA en el mercado internacional

Según la lógica de la división del mundo en países desarrollados y subdesarrollados, que comenzó a producirse principalmente desde fines del siglo XIX y principios del XX, la Argentina se insertó en el mercado mundial como proveedor de materias primas y manufacturas de escasa transformación a partir de los productos obtenidos de las actividades agrícolas y ganaderas (Manufacturas de Origen Agropecuario –MOA-).

El mencionado proceso de industrialización de mediados del siglo XX no logró una mejora significativa en la economía argentina que tras varios vaivenes volvió a reinsertarse fuertemente a partir de 2002 -con la devaluación de la moneda derivada de la salida del proceso de Convertibilidad previo-, como país productor y exportador primario (ver Unidad 5).

En este contexto, y gracias a una importante aplicación de innovaciones tecnológicas en los procesos productivos ligados a las actividades agrarias, nuestro país pudo colocar sus productos primarios y MOA de manera creciente en el mercado internacional.

Entre los países a los que la Argentina exporta soja y sus derivados, maíz, trigo, girasol, cítricos, miel, yerba mate, lana, carne, cueros, vino, combustibles y maderas, entre muchos otros bienes, se encuentran los del MERCOSUR (Brasil, Uruguay, Paraguay, Venezuela), Estados Unidos, gran parte de los de la Unión Europea, Japón y los emergentes China e India. La diversificación de los mercados compradores puede favorecer a las exportaciones argentinas en el sentido de tener menor dependencia de uno o pocos mercados y de poder mejorar los precios de sus productos. De todos modos, los acuerdos binacionales y regionales y las presiones de las grandes empresas tornan bastante más compleja esta relación entre mercados, productos y precios.

El comercio externo argentino aún no logra, y no parece que eso ocurra en el corto ni mediano plazo, superar la instancia del deterioro de los términos del intercambio, es decir, la creciente desigualdad generada con los países desarrollados a partir de la exportación de productos primarios y MOA y la importación de MOI, que tienen mayor valor agregado y por lo tanto, mayores pTU Unidad 1: La organización actual del territorio argentino


T1 Organización política del territorio nacional

Desde el siglo XIX la Argentina es un Estado nacional reconocido internacionalmente. Como los otros Estados-Nación del mundo posee un territorio propio sobre el que imparte soberanía organizando la vida económica, social, política y cultural de su población, mediante el dictado, la aplicación y el control de leyes.
El territorio de lo que actualmente constituye la República Argentina es el resultado de un proceso histórico, de conflictos y negociaciones.
La delimitación del territorio nacional durante los siglos XIX y XX conllevó la aplicación de múltiples tratados, acuerdos y arbitrajes con los países limítrofes, prolongándose este proceso hasta 1999 cuando Argentina y Chile firmaron el Tratado de los Hielos Continentales. Ese año se completa la definición de los límites terrestres internacionales del territorio nacional.

Todo está listo en el Senado para que esta tarde se apruebe -por amplia mayoría- el proyecto de ley que ratifica el nuevo acuerdo firmado por la Argentina y Chile sobre los Hielos Continentales. Así, se pondrá fin al último de los veinticuatro diferendos limítrofes que ambos países mantenían desde el retorno de la democracia a la Argentina.Hoy también, en forma coordinada y simultánea, la Cámara de Diputados de Chile completará la aprobación del tratado que, en su nueva versión, fue suscripto en diciembre por los presidentes Carlos Menem y Eduardo Frei.Este nuevo entendimiento, que reemplaza a la cuestionada línea poligonal acordada en 1991, ya cuenta con la media sanción de la Cámara de Diputados argentina, y a principios de marzo tuvo la aprobación del Senado trasandino, con el voto mayoritario de los legisladores democristianos y socialistas, aliados en la Concertación que gobierna ese  país.
Cita: © Clarín, Votan en simultáneo el acuerdo por los Hielos, 2 de junio de 1999

El establecimiento del territorio de un Estado y su aceptación internacional es primordial. El estado (nacional o provincial) es soberano respecto del ordenamiento y manejo de los recursos naturales que se encuentran tanto en en la porción terrestre de su terriotiro como en la acuática y en la aérea.
Esto significa que el Estado tiene la facultad de decidir cuáles de esos recursos  se explotan y de qué manera se lo hace.

Abordaremos a continuación el estudio de los aspectos físicos y políticos de cada una de las tres porciones:  

Porción terrestre
Porción acuática
Porción aérea


T2 Porción terrestre

Como resultado de un proceso de subdivisión interna, actualmente la porción terrestre del territorio nacional está conformada por 24 unidades territoriales.

En conjunto son:


La capital del Estado nacional:
1880  Capital Federal
1994  Ciudad Autónoma de Buenos Aires

23 provincias definidas entre los años 1820 y 1991.


Estas unidades territoriales (la Capital del Estado Nacional y las 23 Provincias),   por el carácter federal adoptado en la Constitución Nacional, son autónomas, es decir, poseen los gobiernos facultados para dictar sus propias constituciones acordes con los principios, declaraciones y garantías de la Constitución Nacional, redactada por primera vez en 1853 y modificada por última vez en el año 1994.

Además del mencionado carácter federal, por disposición constitucional también se adoptó la forma republicana representativa de gobierno, por lo que el pueblo gobierna a través de sus representantes (ante cada unidad territorial y ante la Nación) elegidos periódicamente.
En un segundo nivel de partición territorial, las 23 provincias se hallan subdivididas en departamentos, unidades territoriales menores que poseen uno o más gobiernos locales que ejercen su autoridad en áreas llamadas municipios, comunas o comisiones de fomento, según la provincia.


T2 Porción acuática

Vimos que la porción terrestre del territorio nacional está conformada por 24 unidades territoriales, políticamente determinadas.
Avanzaremos ahora en el estudio de las particularidades que cobran las cuestiones de organización política de la porción acuática del territorio argentino. Nos referiremos a:
  1. La zona marítima de la Argentina.
  2. La Zona Económica exclusiva del Estado Argentino.
  3. Los tratados internacionales que definen nuevas categorías territoriales como la de mar territorial.
  4. La cuestión de la soberanía nacional sobre esta porción.

La zona marítima se ubica por encima de la plataforma continental, es decir, la prolongación del continente por debajo del mar hasta la isobata de 200 metros de profundidad, entre los 35º y los 55º de latitud Sur.

El área posee una superficie cercana a 1 millón de km² con un frente oceánico algo superior a los 4.000 kilómetros de extensión. Allí, el Estado nacional posee una Zona Económica Exclusiva (ZEE) hasta las 200 millas marinas (370 kilómetros) desde la línea de bajamar costera.

Esta ZEE no siempre coincide con la plataforma continental y con el mar que se ubica sobre ella, llamado Mar Epicontinental. Debido a esta falta de coincidencia, la Argentina aprovecha tanto recursos marítimos (los que están sobre la plataforma) como oceánicos (los que quedan fuera de la plataforma pero en las 200 millas marinas – ZEE -). Entre los recursos obtenidos se encuentra fauna (como moluscos y peces), flora (como algas) y minerales (como petróleo y gas).

En la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar se establecieron también:

  • la existencia de un Mar Territorial que se extiende desde la línea de bajamar hasta las 12 millas marinas, en el que el Estado ejerce derechos aduaneros, inmigratorios, sanitarios y fiscales,

  • y una zona contigua a ese mar cuya extensión se prolonga 12 millas marinas más desde la culminación de aquél.

Existe la posibilidad para todos los países ribereños del mundo de correr hacia el océano el límite internacional.

En el año 2009 vence el plazo otorgado para presentar el trazado del límite definitivo del Mar Argentino ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental de la Organización de las Naciones Unidas. Por jurisprudencia internacional ese límite puede extenderse más allá de la actual isobata de 200 metros de profundidad, según lo fijado por la Convención sobre el Derecho del Mar.

Si el nuevo trazado de la isobata (que será definido por una comisión formada por científicos argentinos) es aceptado por este organismo, se duplicaría la porción acuática argentina, ampliándose un 27% la superficie del territorio nacional, y con él las posibilidades de manejo de recursos minerales y recursos vivos existentes en esa zona.

En relación al dominio soberano del Estado en el territorio acuático es importante aclarar que la soberanía nacional incluye a las islas Malvinas, las islas Georgias del Sur y Sándwich del Sur y el espacio marítimo e insular correspondiente, debido a que se encuentran sobre la plataforma continental, es decir a profundidades menores a la isobata de 200 metros.


T2 Porción aérea

El Estado también es soberano sobre esta porción o espacion aéreo.

Las aeronaves pueden sobrevolar el espacio aéreo nacional siempre que exista un tratado bilateral entre naciones (aquella a la que pertenece la aeronave y aquella soberana del espacio aéreo) que permita esa circulación.
Aún no hay acuerdo internacional para establecer el límite superior atmosférico hasta dónde ejerce derecho soberano un Estado.
Algunas posturas consideran que ese límite se encontraría entre los 40 y los casi 200 kilómetros de altura, mientras que otras lo extienden localizándolo en el comienzo del espacio exterior o cósmico, a unos 2.000 kilómetros de altura aproximadamente.

El espacio antártico


La Antártida es una masa de tierras emergidas y constituye uno de los seis continentes del mundo. A diferencia del resto de las masas continentales, ésta no está subdividida en territorios nacionales.

Argentina es uno de los siete países firmantes del Tratado Antártico del año 1959, junto con Francia, Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, Noruega y Chile. Cada una de estas naciones se comprometió, como co-administradora de las tierras y de las aguas ubicadas al Sur de los 60º Sur, a garantizar su uso de forma pacífica, preservando el ambiente y fomentando la investigación científica para el conocimiento del área, instalando para ello bases científicas de cooperación mutua.

Vencido el plazo establecido por el Tratado Antártico, en el año 1991 y por un período de 50 años, entró en vigencia el “Protocolo de Madrid” que designa al área como “Reserva Natural consagrada a la Paz y a la Ciencia”. A los países citados se sumaron Bélgica, Estados Unidos, Japón, República Sudafricana y la Comunidad de Estados Independientes (ex URSS).

Nuestro país, que al igual que el resto no tiene dominio soberano en el área, ha fijado los límites de la porción terrestre y acuática sobre la que pretende hacerlo en un futuro. Esa zona está comprendida entre el paralelo de 60º Sur y el Polo Sur y los meridianos  de 25º y 74º Oeste, y se superpone íntegramente con la porción reclamada por el Reino Unido (desde los 58º S al Polo Sur y entre los 20º y los 80º Oeste) y parcialmente con la de Chile (desde los 60º S al Polo Sur y entre 53º y los 90º Oeste), por lo que se espera un acuerdo entre las partes para determinar los límites definitivos.


TU Unidad 2: Las bases naturales de la Argentina

Será importante que al abordar los textos y para estudiar sus contenidos, vaya localizando la información en los mapas e ilustraciones a medida que avanza e la lectura.


T1 Las grandes unidades de relieve

La formación del relieve actual de nuestro territorio, con predominio de altas montañas hacia el oeste, llanuras en el centro-este y mesetas en el sur y noreste, es resultado en gran medida de la colisión que hace millones de años se produjo entre las placas tectónicas Sudamericana, donde se apoya nuestro territorio, y la de Nazca, en el océano Pacífico Sur.

Ese choque dio como resultado la formación de la cordillera de los Andes, tanto por elevamiento de nuevas montañas como por rejuvenecimiento de antiguos relieves, a la vez que actuaron los procesos exógenos de erosión y meteorización.
El encadenamiento andino se extiende de sur a norte por el oeste (a excepción de la provincia de tierra del Fuego en donde la cordillera tiene orientación oeste – este) actuando como límite con la república de Chile. El origen volcánico de la cordillera se remite a esa colisión y a sus fracturas consiguientes.

Más recientemente, en el período Cuaternario, además de una intensa actividad volcánica y las glaciaciones en el Oeste, el agente modelador del relieve más relevante es el proceso erosivo sedimentario que formó la llanura chaco-pampeana, con similar formación que las otras llanuras sedimentarias de Sudamérica, las de los ríos Amazonas y Orinoco. 

T1 La cordillera de los Andes

Se extiende en nuestro territorio desde el extremo noroeste, en las provincias de Salta y Jujuy, hasta el extremo sur, en la provincia de Tierra del Fuego (exceptuando las islas oceánicas del Sur). En esta estructura se pueden reconocer diferentes unidades, como la Puna, la Precordillera, la Cordillera Principal, la Cordillera Frontal y la Cordillera Patagónico-fueguina.

En el noroeste, la cordillera da lugar a una gran meseta de altura denominada Puna (Altiplano en Bolivia y Puna de Atacama en Chile), con alturas promedio que superan los 3.500 metros sobre el nivel del mar. La Puna está recorrida por valles de gran valor en la zona porque concentran la riqueza minera de salares, encauzan la red hidrográfica de la zona y constituyen centros turísticos de importancia. Entre las salinas y salares se destacan las Salinas Grandes, y los salares de Antofalla, Hombre Muerto y Pocitos.

Hacia el este de esta meseta de altura se encuentra la Cordillera Oriental, con elevaciones superiores a los 5.000 metros y dirección norte-sur, limitando por el este con las sierras subandinas. Su altura máxima se encuentra en los Nevados del Cachi, a más de 6.700 metros sobre el nivel marítimo.

Esta sección montañosa del noroeste está surcada por valles y quebradas en los que se asienta gran parte de la población del lugar, como en el valle de Lerma, en el que está enclavada la ciudad de Salta, y el valle del río Grande de Jujuy, las quebradas de Humahuaca, del Toro y de los valles Calchaquíes, entre otras áreas deprimidas.

Hacia el sur (27º Sur) se elevan los Andes Centrales conformados por la Cordillera Frontal, entre el sur de Catamarca y el norte de Mendoza, y la cordillera Principal, que se extiende hasta el centro-oeste de la provincia de Neuquén. Ambas configuran, en este tramo de nuestro territorio, el límite con Chile, pues son altas cumbres y divisorias de aguas. Es en este sector donde se hallan las mayores alturas de todo el continente americano, con su cúspide en el cerro Aconcagua, que pertenece enteramente a nuestro país y asciende a 6.959 metros sobre el nivel del mar. Otras montañas de este sector andino que superan los 6.000 metros son el Ojos del Salado, Tres Cruces, Pissis, Bonete, Mercedario y Tupungato. Entre los cerros de gran altura hay valles transversales que constituyen pasos hacia el país trasandino, con elevaciones de 3.500 a 4.500 metros.

Al este de la Cordillera Frontal se eleva la Precordillera de La Rioja, San Juan y Mendoza, con formación más antigua, alturas menores (hasta 5.000 metros) y cimas redondeadas por acción erosiva. Además presentan una marcada aridez y gran cantidad de conos de deyección por transporte de materiales hacia el pie de los cerros.

A aproximadamente 39º de latitud sur los Andes Centrales dan paso a los Andes Patagónico-fueguinos, con alturas bastante más bajas que las anteriores como resultado de la intensa acción erosiva de la última glaciación, donde el volcán Lanín, de 3.776 metros en la provincia de Neuquén, cercano a Junín de los Andes y a San Martín de los Andes, es la mayor altura. Este tramo se caracteriza también por la presencia de humedad que da lugar a bosques, por la gran cantidad de valles lacustres transversales al encadenamiento andino (lagos Nahuel Huapi, Lácar, Argentino, Buenos Aires, Viedma, Huechulafquen, etc.), la escasa altura de los pasos fronterizos (muchos a menos de 700 metros sobre el nivel del mar), la presencia de nieves eternas o persistentes a bajas altitudes y una importante superficie cubierta por los denominados hielos continentales, como los del glaciar Perito Moreno. En Tierra del Fuego, como se dijo, la cordillera tuerce en dirección oeste-este para sumergirse por debajo del océano y reaparecer en el continente antártico (Antartandes).


T1 Las sierras

Entre los sistemas serranos de nuestro territorio destacan las sierras Subandinas, al este de la Cordillera Frontal, abarcando parte de las provincias de Salta, Jujuy y Tucumán; las sierras Pampeanas, al sur de los sistemas montañosos del noroeste (Puna, Cordillera Oriental y sierras Subandinas) y al este de la Precordillera y los Andes Centrales, que está conformada por diferentes sistemas, como el de Famatina, el de Córdoba y San Luis, el de Aconquija y el de Velasco; las sierras de Tandilia y Ventania, ambas en el sur de la provincia de Buenos Aires y las Mahuidas, en el sur de la provincia de La Pampa.

T1 Las llanuras

Gran parte del territorio argentino está conformada por la extensa llanura chaco-pampeana, área deprimida de origen cuaternario creada por una continua sedimentación. Esta llanura puede ser dividida en dos grandes sectores debido a sus características fisonómicas actuales, si bien tienen origen geológico común: la llanura pampeana al sur y la chaqueña al norte. En conjunto tiene suave pendiente noroeste-sudeste.
La llanura Chaco-pampeana, asimismo, presenta diversas áreas diferenciadas por sus características de relieve, drenaje y vegetación, lo que deriva en usos diversos del suelo.

La llanura chaqueña presenta dos unidades bien diferenciadas: el Chaco Oriental, húmedo, y el Chaco Occidental, más árido. Ambas zonas se diferencian por su vegetación, con bosques xerófilos en el oeste y bosques húmedos en el este.

En la llanura pampeana también se pueden distinguir dos grandes unidades: la Pampa occidental, hacia el oeste, más árida y elevada, y la oriental, más húmeda y baja. Esta última, además, presenta diferentes sectores: la Pampa Baja, la Pampa Deprimida y la Pampa Alta. En esta área, además, se asienta la gran mayoría de la población argentina, principalmente en el núcleo urbano formado por el Área Metropolitana de Buenos Aires, pero también en otras ciudades grandes y medianas como Rosario (en la Provincia de Santa Fe, Córdoba, en la provincia homónima, La Plata, San Nicolás, Zárate, Olavarría, Bahía Blanca, Mar del Plata, Arrecifes y muchas otras de la provincia de Buenos Aires, y Santa Rosa, capital de La Pampa (se verá en la unidad 6: El espacio urbano).
Las características climáticas y edáficas (de suelo) hacen de esta llanura una zona muy apta para el desarrollo de las actividades agrícolas y ganaderas. Como se verá más adelante, además, sobre la planicie Chaco-pampeana se halla gran parte de la cuenca hídrica más extensa de nuestro territorio, la del Plata.

T1 Las mesetas

Dos grandes unidades mesetarias se distinguen en el territorio nacional (además de la Puna): la meseta Misionera, en el noreste del país y la meseta Patagónica, en el sureste. Son relieves planos, elevados en bloque por procesos epirogénicos y desgastados por la acción erosiva y la meteorización.

La meseta Misionera presenta como singularidad la alta composición de hierro en sus suelos (lateríticos), que le confieren un color rojizo debido a la oxidación originada por la fuerte humedad del lugar. Dicha meseta tiene un relieve con mayor altura hacia el centro y más bajo hacia los extremos, que están surcados por ríos, como el Iguazú, el Uruguay, el Pepirí Guazú y el Paraná. El río Iguazú forma saltos antes de encontrarse con el río Paraná, conocidos como Cataratas del Iguazú, de gran valor paisajístico.

La meseta Patagónica se originó por continuos movimientos de ascenso y descenso de bloques y avance y retroceso del mar, por lo que presenta sedimentos terrestres y marítimos. Tiene una disposición escalonada con alturas que descienden desde el oeste hacia el este hasta terminar en forma de elevados acantilados en el mar Argentino. Estos escalonamientos están cortados transversalmente en sentido oeste-este por valles fluviales surcados por ríos como el Deseado, el Chico, el Negro, el Chubut y el Senguerr, entre otros.

T1 Los esteros y lagunas correntinos y las lomadas entrerrianas

Ambos son relieves muy particulares; los esteros y lagunas correntinos son depresiones sobre suelos arenosos, cubiertas de agua. En general cubiertos por camalotes y juncos, los esteros poseen escasa profundidad, al igual que las lagunas, más libres de vegetación. Entre los esteros más conocidos se encuentran los del Iberá y de Santa Lucía.

Las lomadas o cuchillas entrerrianas son elevaciones bajas redondeadas y enmarcadas por los numerosos ríos que atraviesan o forman el límite de la provincia de Entre Ríos, como el Uruguay, Paraná, Gualeguay, Gualeguaychú y Guayquiraró. Hacia el sur de Entre Ríos las lomadas dan lugar a la llanura pampeana. 

T1 Las islas Malvinas

Este archipiélago está situado en la plataforma continental del mar Argentino y está conformado por dos islas mayores, Gran Malvina y Soledad y otras menores. El relieve está formado por sierras bajas y llanuras. Las elevaciones no superan los 700 metros de altura, con un pico máximo a 689 m en el cerro Adam.

T1 Las características climáticas del territorio

Por su posición latitudinal casi totalmente situado en latitudes medias, nuestro territorio presenta predominantemente clima templado. Sin embargo, los diversos factores que intervienen en la composición climática favorecen la presencia de otras variedades, como el desértico, el subtropical y el frío. Entre los factores que modifican el clima se pueden mencionar la latitud, la altitud y el efecto oceánico o de continentalidad.

Cada variedad o tipo climático se distingue por sus características de temperatura y de humedad, por lo que podemos reconocer climas subtropicales con y sin estación seca, templado húmedo y seco, frío húmedo, entre otros.

Entre los factores mencionados que intervienen en nuestro territorio se destacan la cordillera andina, la presencia de determinados tipos de vientos y la cercanía de corrientes oceánicas frías y cálidas.

La cordillera de los Andes actúa como barrera climática al paso de los vientos provenientes del anticiclón del Pacífico, provocando la precipitación por ascenso y condensación del vapor de agua entre los 39° Sur y los 55° Sur, lo que favorece el desarrollo de un bioma selvático en Chile y predominantemente boscoso en la cordillera Patagónico fueguina argentina. Al norte del paralelo de 39° S, como se vio en el apartado de relieves, la cordillera presenta alturas mucho mayores, que impiden el paso de prácticamente toda la humedad proveniente del Pacífico, que ya es menor por la diferencia de temperaturas entre las capas bajas de la troposfera (temperaturas un poco más cálidas) y de la corriente marina de Humboldt o Perú (aguas muy frías), por lo que precipita principalmente en el mar. Hacia el norte la cordillera no recibe casi humedad porque se agudizan las diferencias térmicas descriptas recientemente, por lo que la humedad del Pacífico ni siquiera llega a las costas de Chile (formando el desierto de Antofagasta) y la poca humedad que recibe el Noroeste argentino (NOA) proviene desde el Este.

Entre los vientos locales que atraviesan con diferentes características la cordillera y actúan sobre el territorio nacional se encuentran el Pampero, que ingresa desde el centro-sur con dirección SO-NE y es frío y seco; el Zonda, en Mendoza, San Juan y La Rioja, con características de viento seco y cálido por el descenso desde las altas cumbres de la masa de aire (llamado calentamiento adiabático); el Blanco, muy frío, que afecta a las provincias del NOA y el cinturón de vientos polares del Oeste, húmedo en la zona cordillerana y seco en la meseta Patagónica, además de frío, muy fuerte y persistente.

Desde el océano Atlántico ingresan las masas de aire húmedo desde el Anticiclón del Atlántico Sur, siempre a partir de los 40°-45° de latitud hacia el norte, por lo que la meseta Patagónica recibe vientos exclusivamente desde el Oeste. En territorio bonaerense (ciudad de Buenos Aires y provincia de Buenos Aires), y con efectos sobre Santa Fe y Ente Ríos, ingresa ocasionalmente desde el Sudeste un viento persistente, frío y húmedo conocido como Sudestada, que provoca inundaciones de importancia en la zona costera de Ciudad de Buenos Aires y de la provincia homónima. Desde el Noreste, ingresa sin atravesar áreas montañosas de importancia, un viento cálido y húmedo proveniente desde la corriente cálida del Brasil, con dirección NE-SO, que en ocasiones se choca con el viento del Sudoeste (frío y seco) provocando precipitaciones frontales, típicas de latitudes medias. El ingreso de este viento del Noreste produce un gradiente de precipitaciones que disminuyen desde el Este hacia el Oeste en el norte y centro de nuestro país.

El efecto oceánico o de continentalidad se manifiesta principalmente en la amplitud térmica diaria y anual y en la abundancia o escasez de precipitaciones en el territorio. Cuanto más cerca se está de la costa, en general más se siente el efecto moderador de las aguas sobre las temperaturas (efecto oceánico) y a medida que nos alejamos hacia el interior, se siente con más intensidad el efecto de continentalidad, con temperaturas más extremas y por lo tanto mayor amplitud térmica y menos humedad.

Amplitud térmica: diferencia entre la mayor y la menor temperatura. Puede ser diaria, mensual o anual, dependiendo del período medido.


T1 Los tipos climáticos

De acuerdo con lo visto se distinguen en el territorio argentino ocho variedades o tipos climáticos, que se han reagrupado aquí en seis.

T2 Subtropical con y sin estación seca

Presente en latitudes cercanas al trópico de Capricornio, el clima subtropical se encuentra en el centro-norte y noreste del país. Debido al mencionado gradiente de humedad en esas latitudes, el viento que ingresa desde el océano Atlántico aporta humedad la que va perdiendo paulatinamente a medida que se desplaza hacia el Oeste. Con temperaturas promedio que se acercan a los 20° C, la diferencia entre ambas variedades está dada por la humedad, que es mayor en las provincias de Misiones, Corrientes y Este de Chaco y Formosa, con precipitaciones que superan los 1.000 mm y presencia de bosques húmedos, selvas y esteros, y va disminuyendo hasta los 400-500 mm en el oeste de Chaco y Formosa, norte de Santiago del Estero y de Santa Fe y este de Salta, dando lugar a la presencia de bosques arbóreos y arbustivos de especies xerófilas, como los Prosopis (caldén, algarrobo, etc.). Las precipitaciones, además, varían de acuerdo con su persistencia o estacionalidad, lo que da nombre a cada variedad: en el subtropical sin estación seca, precipita de manera regular durante el año (régimen pluviométrico isohigro) mientras que en el subtropical con estación seca, predominan las precipitaciones estivales debido a la presencia de un ciclón temporario en el norte del país que atrae los vientos húmedos del Atlántico (régimen pluviométrico monzónico).

Hacia el oeste, en las sierras subandinas, se presenta otra variedad de clima subtropical, el serrano, húmedo por la presencia de este relieve que favorece el ascenso de las masas de aire húmedo provenientes del océano Atlántico, que en condiciones de altura se enfrían y precipitan dando lugar al desarrollo de un ecosistema selvático.


T2 Templado húmedo

Está presente en el centro-este del territorio, en latitudes medias, entre 30° y 40° Sur. Las precipitaciones oscilan entre 700 (hacia el occidente) y 1.000 (hacia el oriente), por lo que, sumado a las características edáficas de la llanura pampeana oriental, propicia el desarrollo de las actividades agrícolas y ganaderas de enorme importancia en el desarrollo económico nacional. El bioma resultante característico es la pradera o pastizal, originalmente herbáceo sin estrato arbóreo, con la excepción de las barrancas costeras de los ríos Paraná y de la Plata y de otros ríos y arroyos. Las temperaturas anuales promedio varían entre 14 y 18° C, con escasa amplitud térmica.

T2 Templado seco

Al oeste del clima templado húmedo se desarrolla el templado seco, siguiendo el gradiente mencionado en los climas subtropicales, con mayores amplitudes térmicas y precipitaciones que rara vez alcanzan los 500-600 mm. El resultado de estas características es el empobrecimiento de los suelos, con mayor contenido de sales, menor presencia de cuerpos de agua dulce y por lo tanto, menos productivos. Aquí se desarrolla una vegetación de bosque bajo xerófilo (Prosopis como el chañar) o monte y sabana.

T2 Árido y semiárido

Estos tipos de climas se definen principalmente por su ausencia o escasez de humedad más que por el gradiente de temperaturas debido a la gran amplitud térmica que presentan.

Desde el noroeste del país hasta el sudeste se presenta la denominada diagonal árida, con condiciones de escasez de precipitaciones y el desarrollo de ambientes desérticos y semidesérticos. En el NOA, como se vio anteriormente, los vientos del Pacífico no llegan con humedad al continente pues la descargan con anterioridad, por lo que las costas de Chile presentan condiciones de extrema aridez, mientras que desde el Atlántico, la humedad se pierde casi definitivamente cuando el viento atraviesa las sierras subandinas, por lo que la cantidad de precipitaciones anuales en esa zona varía entre 100 y 300 mm. Más hacia el sur, en el área cuyana, provincias de La Rioja, San Juan y Mendoza, la escasa humedad que llega desde Chile queda retenida en la cordillera, que en esa latitud presenta gran altura, por lo que el registro de precipitaciones rara vez supera los 300-400 mm. En la meseta Patagónica, la aridez se extiende debido a que los vientos muy húmedos provenientes del Pacífico descargan su humedad en territorio chileno y en la cordillera andina, por lo que una vez atravesada esa barrera montañosa, dicho viento va dejando su humedad a medida que se dirige hacia el Este, con precipitaciones que oscilan entre 700 y 200 mm desde la cordillera hasta la costa.

T2 Frío húmedo

Se extiende por la cordillera Patagónica fueguina entre los 39° y 55° Sur, dando lugar al desarrollo de un bosque denso húmedo con predominio de Nothofagus, como la lenga y el ñire. El promedio de temperaturas anuales oscila entre 10° y 5° C desde el Norte hasta el Sur y las precipitaciones suelen superar los 1.000 con extremos de 2.500 mm en algunas áreas de la cordillera neuquina, lo que da origen a una selva templado-fría, continuación de la selva Valdiviana chilena. Estas precipitaciones son predominantemente invernales (régimen pluviométrico mediterráneo).

T2 Alta montaña

Las áreas montañosas presentan climas diferenciados según la altura, actuando esta como el gradiente de humedad y temperatura. Es por eso que en altura, sobre todo después de los 3.000 metros sobre el nivel del mar, comienza a desaparecer la vegetación y recrudece el frío, por lo que se da lugar a la aparición de ambientes con condiciones de extrema aridez y rigurosidad térmica.

Los climogramas
Para representar el clima de algún lugar se utilizan gráficos denominados climogramas, en los que se señalan a lo largo de un período, en general un año, los promedios de temperatura mensual y las precipitaciones totales. Una vez obtenidos los registros mensuales de temperatura y precipitaciones, se grafica la primer variable en forma lineal y la segunda en forma de barras a lo largo de los doce meses. Este tipo de gráficos permite analizar la amplitud térmica anual, la temperatura media y las precipitaciones totales y su distribución según meses y estacionalidad, entre otras variables. 



T1 La red hidrográfica (ríos)  y lacustre (lagos, lagunas y acuíferos)

Gran parte del territorio argentino está recorrido por la segunda cuenca hidrográfica en extensión de Sudamérica, la cuenca del Plata, que tiene un caudal medio de m3/seg. y crecidas diferenciales según ríos y tramos. El río de la Plata colecta las aguas provenientes de parte de la cordillera andina y desde otras áreas situadas en Paraguay y Brasil, por lo que la alimentación depende tanto del deshielo del Oeste como de las precipitaciones en las llanuras, sierras y mesetas del Centro y Este. Entre los ríos que forman esta cuenca se hallan el Paraná, Paraguay, Uruguay, Iguazú, Salado del Norte, Carcarañá, Salado de Buenos Aires, Pilcomayo, Bermejo, Gualeguay, etc.

La alta sedimentación en el curso inferior del río Paraná originó en su desembocadura la formación de islas que en conjunto integran el delta del río Paraná. Este proceso de sedimentación de origen natural, se aceleró en las últimas décadas como consecuencia de la veloz deforestación de las selvas amazónica, tucumano-oranense y misionera y del Matto Grosso en la cabecera de los ríos Paraná y Paraguay. Cuando quedan desnudos los suelos, actúan las fuertes lluvias produciendo el lavado y arrastre de sus componentes hacia los cursos de agua, completándose el proceso erosivo cuando esos sedimentos son transportados y depositados en las zonas en que el río Paraná pierde fuerza de arrastre.

En su recorrido están las principales represas hidroeléctricas de América del Sur, como las de Itaipú (sobre el Paraná en Paraguay y Brasil) y Yaciretá-Apipé (también sobre el Paraná, en territorios de Argentina y Paraguay), además de más de medio centenar de represas más pequeñas, la mayoría en territorio brasileño. Estas se utilizan para la provisión de energía hidroeléctrica, agua para riego, vías de transporte (como puentes), recreación, etc.

Otra cuenca de importancia es la del río Desaguadero, endorreica salvo excepciones en las que el agua del Desaguadero llega hasta el río Colorado, en la Patagonia, y de allí se dirige al Atlántico. El río Desaguadero recibe las aguas de afluentes como el San Juan (en la provincia homónima), Mendoza, Tunuyán, Diamante y Atuel (los cuatro en la provincia de Mendoza), muy utilizados para la provisión de agua para consumo humano y para riego en la importante producción de oasis frutales de estas provincias.

En la Patagonia argentina, los ríos descienden de la cordillera y atraviesan la meseta con dirección Oeste-Este, a través de amplios valles, como en el caso de los ríos Negro (y sus afluentes Neuquén y Limay), Colorado, Deseado, Senguerr, Chico y Chubut.

Existen otras cuencas menores tanto endorreicas (con desagüe en lagos o lagunas), como las de los ríos Primero y Segundo en Córdoba que desaguan en la laguna de Mar Chiquita, como arreicas, tal el caso del río Quinto, que nace en las sierras de San Luis y se infiltra y evapora en el Sudeste de Córdoba y Noroeste de Buenos Aires.

Entre los lagos y lagunas, los primeros se encuentran predominantemente en el sur cordillerano argentino, con sentido casi exclusivamente Oeste-Este, como los lagos Aluminé, Huechulafquen-Paimún-Epulafquen, Lácar, Nahuel Huapi, Puelo, Futalafquen, Buenos Aires, Argentino, Viedma y otros, todos ellos de origen glaciario y  alimentados por las aguas del deshielo. Las lagunas están distribuidas en diferentes provincias, principalmente de la llanura Chaco-Pampeana, como Epecuén, Carhué, Mar Chiquita, entre otras; y en Corrientes. También se originaron lagos con la construcción de diques y represas, como en el caso de El Nihuil en Mendoza, Cabra Corral en Salta y Salto Grande en Entre Ríos.

En áreas con déficit hídrico superficial (escasez de ríos y cuerpos lacustres) o con alta demanda de agua, son importantes las aguas subterráneas o napas freáticas, presentes en el subsuelo a profundidades variables según la composición y estructura de las rocas, para uso diversos como riego, residencial, industrial, etc.

El acuífero Guaraní
Se trata de una inmensa reserva de agua subterránea localizada en los territorios de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. Su superficie aproximadamente es de 1.200.000 kilómetros cuadrados y coincide con una gran parte de la cuenca del Plata. En nuestro país se localiza a diferentes profundidades, en el subsuelo de las provincias de Misiones, Corrientes, y parcialmente en los territorios de las provincias de Chaco, Santa Fe, Santiago del Estero, Córdoba y Entre Ríos.
Aunque es escasa su utilización en nuestro país (se limita al aprovechamiento de aguas termales con fines terapéuticos y recreativos), se reconoce la importancia del manejo sustentable de este recurso a nivel internacional, dado el valor que posee el agua potable a escala mundial. Para ello trabajan conjuntamente organismos internacionales y universidades de los cuatro países con el fin de conocer más sobre este reservorio y pautar formas seguras para su manejo, dado que, como todo cuerpo de agua subterránea, es susceptible de ser contaminado por infiltración de aguas residuales domésticas, industriales y rurales.

T1 Biomas y problemas ambientales

Según las características de relieve, clima, vegetación y suelo, se pueden distinguir en nuestro territorio diferentes biomas terrestres como selvas, bosques, pastizales (praderas y sabanas), montes, estepas y desiertos. Además, como la Argentina tiene territorio marítimo, también se considera la inclusión de este bioma.

T2 Las selvas misionera y tucumano oranense

Se desarrollan en el Noreste del país, principalmente Misiones, en las sierras subandinas (Tucumán, Salta y Jujuy), y en un pequeño sector del extremo oeste de la provincia de Neuquén. También, por la presencia de epífitas y la ausencia de especies arbóreas dominantes, se pueden enumerar otras selvas más pequeñas, ligadas a los albardones costeros de los ríos, como el caso de las selvas marginales de San Isidro, Berazategui y Punta Lara, a orillas del estuario platense en la provincia de Buenos Aires. 

Este tipo de bioma se distingue por la gran cantidad de precipitaciones que recibe, de más de 2.000 mm anuales en Neuquén y Misiones, por la importante biodiversidad de especies animales y vegetales y de individuos de cada especie, por las temperaturas elevadas en el caso de las selvas del Norte, por la ausencia de especies arbóreas dominantes y la presencia de lianas y epífitas. Debido a la ausencia de especies dominantes, las selvas reciben comúnmente el nombre del lugar en el que crecen, tal el caso de la selva misionera. Un tipo especial de selva es el de las sierras subandinas, cuya vegetación se desarrolla en las laderas húmedas de las montañas, entre las nubes, por lo que recibe el nombre de nubiselva o yunga. Algunas de las especies que crecen en estas selvas son el lapacho amarillo y negro, marmelero, laurel negro, incienso, ibirá-pitá, curupay, guatambú, pino del cerro, tipa blanca, etc.

Los usos que se da a este tipo de bioma son: turismo, explotación forestal (aserradero: para muebles, postes, pasta celulosa, etc.), farmacéutico, entre otros. Desde hace más de un siglo se desmontan para usos agrícolas y ganaderos.


Primero fue por la extracción de madera; ahora, por el avance continuo de la frontera agrícola. Por estos motivos Argentina pierde todos los años 250.000 hectáreas de bosques, más de 12 veces la superficie de la Ciudad de Buenos Aires, advierte un estudio que presentará hoy la Fundación Vida Silvestre Argentina. El trabajo no habla sólo del problema de la deforestación. Bajo el nombre "Situación Ambiental Argentina 2005", se trata de un libro que busca abarcar los principales problemas ambientales del país. Más de 80 artículos realizados por más de 140 autores de cerca de 50 instituciones —académicas, ONGs, privadas— que vienen a suceder al diagnóstico que Vida Silvestre realizó en el 2000. Clarín accedió al Resumen Ejecutivo del trabajo que, con entrada libre y gratuita, se presenta hoy a las 12.30 en el Auditorio Borges de la Biblioteca Nacional."Según los indicadores de desarrollo sostenible elaborados por el Estado Nacional (SAyDS, 2005), las grandes tendencias ambientales del país siguen siendo preocupantes", señala la investigación.

Si hay un punto crítico, ése es la deforestación. El proceso de conversión de ecosistemas en tierras de cultivo lleva a regiones como el Chaco Seco a sufrir la pérdida del 70% del total (175.000 hectáreas). También disminuyen los bosques en el Chaco Húmedo, la Selva Paranaense (Misiones) y en las Yungas (Salta). La selva pedemontana de las Yungas, así como el llamado "bosque de tres quebrachos" en el Chaco Seco, se asegura, "están en una situación verdaderamente comprometida".

El número que se pierde por año es relevante si se considera que en el 2002 quedaban en el país alrededor de 33 millones de hectáreas de bosque.
Además del Chaco Seco, se afirma que apenas el 7% de la selva misionera, refugio de una alta biodiversidad, ha sobrevivido hasta ahora. En este caso aparece como causa el reemplazo del bosque nativo por forestaciones para uso industrial

El informe hace un llamado a desarrollar un modelo productivo sustentable. Subraya, como ejemplo, que hay en este momento en el país empresas que trabajan en bosques con normas de calidad y control certificadas, acorde con la demanda de los consumidores que quieren saber qué impacto ambiental tiene la elaboración de los productos que adquieren. Y reclama la presencia del Estado en la planificación y desarrollo de planes de ordenamiento territorial.

Otro problema es la degradación del suelo y de la vegetación, en general asociado a la quema intencional. En el Chaco Húmedo, se afirma, se queman entre 2 y 4 millones de hectáreas por año, y en la ecorregión del Monte, 10 millones de hectáreas fueron afectadas por incendios en los últimos 10 años.

En cuanto a pesca, se observaron problemas de sobreexplotación en recursos como la merluza común, el calamar y el langostino. Se puntualiza acá también la falta de planes de manejo, lo que permite que de especies como el sábalo se extraigan entre 60 y 80 mil toneladas al año en la Cuenca del Plata.

El libro tiene varias recomendaciones que tienen el carácter de necesidad. Una de ellas es elevar la cantidad de superficies protegidas en el país. Actualmente existen unas 360 áreas protegidas, de variadas categorías y por distintas jurisdicciones. El promedio en el país es del 6,8% del territorio nacional protegido. Pero en ecorregiones como "Campos y Malezales" el porcentaje protegido es menor. Y del 6,8% general, apenas el 19%, afirma el informe, tiene un nivel de protección aceptable.
El objetivo estatal de proteger al menos el 15% del país debe ser implementado con urgencia", señala el informe.

El panorama no es mejor en rubros como erosión de suelos, tanto en términos hídricos como eólicos, o el problema de los residuos sólidos urbanos e industriales, que aumentan. Pero hay algunos avances, como el acceso al agua potable: en diez años, el país pasó de 21 millones de habitantes con agua potable a más de 28 millones (de 66% al 78% de cobertura a nivel nacional). Y las emisiones argentinas de gases que influyen en el cambio climático siguen siendo pequeñas.

Cita: © Clarín, La deforestación anual equivale a 12 veces la superficie de Capital, 23 de mayo de 2006.

Nota para diseño: Para un modelo de este artículo, consultar: http://www.clarin.com/diario/2006/05/23/sociedad/s-02801.htm


T2 Los bosques

Se extienden por gran parte del territorio argentino. Se distinguen de las selvas por la dominancia de una (bosque monoespecífico) o dos especies arbóreas (bosque mixto), por ejemplo bosque de arrayanes, bosque de sauces y alisos, bosque de quebrachos, etc.


De acuerdo con la humedad recibida, pueden ser bosques húmedos o secos.

En Argentina se distinguen:

  • el bosque chaqueño, con especies maderables de alto valor como el quebracho colorado y blanco, viraró, lapacho, urunday y algarrobo

  • el bosque austral, en la cordillera patagónico-fueguina, con ejemplares de Nothofagus (lenga, ñire, raulí, guindo, roble pellín, coihue), alerces, araucarias, cipreses, y otras, 

  • los bosques marginales en las riberas de los ríos (Paraná, Paraguay, Uruguay), donde crecen, entre otras especies, timbó blanco, ingá colorado, aliso de río, espina de bañado, ibapoy, tala y sauce.


T2 Los pastizales: praderas y sabanas

Se extienden sobre todo por la llanura Chaco-Pampeana. En el caso de las praderas, la vegetación dominante y casi exclusiva es herbácea (Stipa, Poa, Festuca, etc.). Se trata de ecosistemas con un elevado grado de transformación tanto por las actividades agrícolas y ganaderas como por el crecimiento urbano, por lo que quedan pocos rastros de los ecosistemas originarios, a lo que se suma que es, además, un espacio con muy escasa representación dentro del sistema de áreas protegidas a escala provincial y nacional. Las sabanas se presentan dominantemente en condiciones de menor humedad y desigual registro de precipitaciones durante el año, por lo que se desarrollan generalmente en condiciones de climas con estación seca, en los bordes occidentales de la gran llanura platense (Chaqueña y Pampeana). Se caracterizan por ser pastizales en los que se destacan de manera aislada o en pequeños grupos, árboles como el caso de los caldenales de la provincia de La Pampa.

T2 Estepa, monte y desierto

Estos tipos de biomas se caracterizan por la escasez de precipitaciones, lo que da lugar a la formación de vegetación adaptada a condiciones de déficit hídrico, denominada vegetación xerófila, y por presentar cobertura parcial del suelo, lo que favorece los procesos de erosión y desertificación. Las precipitaciones en estos biomas no alcanzan los 700 mm y en ocasiones son muy inferiores a este valor.
Las comunidades vegetales varían desde cactáceas en zonas con fuerte déficit pluviométrico hasta estepas arbustivas y arbóreas espinosas y de hojas pequeñas y pastos duros. En áreas salinas o salitrosas se desarrolla vegetación halófita.

Estos biomas se desarrollan en gran parte del territorio argentino, en la mencionada diagonal árida, y a diferentes alturas, como en el Noroeste, Cuyo, parte de las Sierras pampeanas, Pampa occidental y meseta Patagónica.
El uso del suelo aquí se ve limitado principalmente a los oasis de regadío, donde se asienta gran parte de la población de estas áreas y se practican actividades agrarias. Entre los problemas ambientales que se producen en estas áreas se destacan la salinización de suelos por riego excesivo y elevada insolación y la erosión y desertificación de los suelos por prácticas inadecuadas tanto agrícolas como ganaderas.

T2 Bioma marítimo

Compuesto por ecosistemas diferenciados según la proximidad a la costa y la profundidad. Debido a la presencia de las corrientes frías de origen subantártico, la fauna y flora está adaptada a las bajas temperaturas del agua. Entre las especies animales se destacan los peces, como la merluza común y la austral, corvina rubia y negra, sardina fueguina, caballa, besugo, mero, tiburón, abadejo, etc; los crustáceos, como el langostino, camarón, almeja, mejillón, centolla y centollón; y los moluscos, como el calamar, que al igual que la merluza común (hubbsi) son intensamente explotados hasta niveles tan extremos que hacen colapsar las poblaciones, por capturas tanto de buques nacionales como extranjeros y obligan a decretar la veda o prohibición de la pesca hasta alcanzar las tasas de reposición de estas especies a niveles que aseguren su reproducción.


TU Unidad 3: La formación histórica del territorio argentino

El territorio de los pueblos originarios

Los diferentes grupos que habitaban el territorio que posteriormente se convertiría en la Argentina, poseían características muy disímiles, y por lo tanto su impronta espacial fue también diferente.

En el Noroeste argentino (NOA), las Sierras Centrales y Cuyo habitaban pueblos que tenían contacto o formaban parte del imperio Inca a la llegada de los españoles. Eran comunidades sedentarias, con elevadas densidades demográficas (en relación con los otros grupos) y cierta complejidad en sus estructuras sociales; el aprovechamiento de los pisos ecológicos heredados de los Incas les permitía desarrollar tanto la agricultura como la ganadería de camélidos (llamas, vicuñas, alpacas y guanacos). En sus sistemas agrícolas, además de utilizar las diferentes altitudes de las montañas, practicaban el barbecho, la roza y el riego para obtener principalmente maíz y papa. La producción de sus territorios abarcaba, por otra parte, la construcción de caminos y de canales, los silos de piedras y la actividad minera de metales preciosos. Sus vestimentas consistían principalmente en tejidos elaborados a partir de las lanas de los camélidos y sus viviendas permanentes eran construidas con piedras. Entre estos grupos estaban los diaguitas, omaguacas y calchaquíes.

El Noreste (NEA) estaba poblado por grupos predominantemente seminómadas, se dedicaban a la caza, pesca, recolección y a una ganadería y agricultura rudimentaria; entre ellos estaban los guaraníes, matacos, guaycurúes, chiriguanos, mocovíes y tobas. La apropiación de sus territorios era llevada a cabo mediante el uso de canoas hechas con troncos para trasladarse por la gran cantidad de ríos de esa zona y para llevar a cabo la actividad pesquera. Fabricaban condimentos, venenos, estimulantes y pigmentos (Narvaja y Pinotti, 1996).

Las áreas pampeana y patagónica estaban habitadas por pueblos nómades y seminómades como los ranqueles, pampas, querandíes, tehuelches, pehuenches, puelches y mapuches, entre otros, quienes recorrían grandes extensiones territoriales en busca de alimentación a través principalmente de la caza, la recolección y la pesca, aunque también, debido a la influencia de los araucanos, practicaban una agricultura simple. En el extremo sur patagónico habitaban pueblos nómades principalmente pescadores como los onas (selk’nam) y yámanas.

En menor o mayor medida estos pueblos han dejado escasas huellas territoriales, en parte debido a sus características propias, sobre todo el nomadismo que impedía un fuerte afincamiento y por lo tanto, mayor complejización social, y en parte debido al sometimiento posterior al que fueron sometidos con la llegada de los españoles.


T1 El territorio colonial

Como la Argentina fue colonia española desde el siglo XVI hasta principios del XIX, la conformación del territorio nacional estuvo estrechamente ligada a ese proceso de colonización.

Sin los grandes yacimientos minerales de oro y plata que sí poseían los territorios de México, Perú y Bolivia y sin grandes densidades demográficas aborígenes debido al carácter principalmente nómade de los pueblos originarios de nuestro territorio, los españoles no establecieron importantes centros urbanos de población europea como lo hicieran en el Potosí o en México.

Sin embargo, entre las importantes transformaciones espaciales que dominaron el territorio nacional (entonces aún territorio colonial) entre los siglos XVI y XVIII, se encuentra la fundación de ciudades. En el siglo XVI se crearon Salta (1582), San Salvador de Jujuy (1593), San Miguel de Tucumán (1565), La Rioja (1591), Santiago del Estero (1553), Córdoba (1573), Corrientes (1588), Santa Fe (1573), Buenos Aires (1580), San Juan (1562), Mendoza (1561) y San Luis (1594). En el siglo XVII se fundó San Fernando del Valle de Catamarca (1683). Estas ciudades estaban conectadas mediante sistemas de caminos que unían el Noroeste con Buenos Aires, el Litoral y Cuyo para extraer el producto de las economías de esos lugares y después llevarlos a España a través de los puertos de El Callao (en el actual Perú) primero y de Buenos Aires luego. Entre los productos primarios o levemente transformados que se dirigían a Europa se encontraban el tabaco, la yerba mate, vid, vino, aguardiente, cueros, lanas, carne, leche, tasajo, algodón y metales.

Si bien durante los siglos XVI y XVII los principales núcleos poblacionales y comerciales estaban en el Noroeste y Corrientes, el creciente comercio portugués y británico a través del río de la Plata y desde y hacia el puerto de Buenos Aires hizo que España prestara más atención a esta zona e instalara en esa ciudad el virreinato del Río de la Plata a fines del siglo XVIII (1776). Este crecimiento de Buenos Aires y de la importancia de su puerto fue impulsado por el auge de las ideas fisiócratas (doctrina que sostenía que el suelo –y los recursos naturales en general- era la más importante fuente de riqueza), por la rivalidad entre las potencias que encontraron en este sitio un resquicio por donde competir en el comercio ultramarino con España y por los cambios ocurridos en el seno de la corona española, que buscaban reordenar el territorio americano.

Las ideas fisiócratas dieron entonces un fuerte impulso a la actividad ganadera y más tarde a una incipiente agricultura en los fértiles suelos de la llanura pampeana. Dicho impulso se acrecentará mucho más durante los siglos XIX y XX. Las reformas en el seno del gobierno español coincidentes con la instauración del Virreinato del Río de la Plata en nuestro territorio, además, dieron fuerte impulso al comercio exterior hasta entonces relegado.

Estos cambios en el territorio, es decir la necesidad de incorporar cada vez más tierras  para la actividad económica, sobre todo entonces para la ganadería, fueron desplazando a los pueblos indígenas produciendo una fuerte retracción territorial de la mayoría de estos grupos.

La expansión de la ganadería en la zona pampeana desde el siglo XVII y más fuertemente desde el XVIII guardó relación con la aptitud ecológica de este ecosistema y con la ausencia de alambrados. El fértil pastizal pampeano fue un lugar ideal para que el ganado traído de Europa, vacas, caballos y ovejas, se reprodujera ante la ausencia de competidores (otros grandes herbívoros) y de grandes predadores. Durante este período, la presencia de ganado en la llanura pampeana, sobre todo de caballos, fue motivo de la presencia de los malones en las poblaciones criollas


T1 El territorio en épocas de la Independencia

El Virreinato del Río de la Plata había dado un importante paso en la formación de Buenos Aires como principal centro político y económico del incipiente país, y el siglo XIX, caracterizado por las guerras de Independencia y las luchas internas entre diferentes grupos de intereses políticos y económicos, terminó por consolidar el papel de la ciudad que en 1880, hacia fines de este período, se convertiría en la Capital Federal de la Argentina.

Durante este siglo XIX las ideas fisiócratas fueron arraigando cada vez más a la par que el puerto de Buenos Aires adquiría cada vez mayor importancia. La ganadería comenzó a compartir tierras con la agricultura y comenzó a instalarse una protoindustria ligada casi exclusivamente a la ganadería; surgen así los saladeros, destinados a conservar las carnes mediante el uso de la sal.

El germen concentrador del Virreinato del Río de la Plata, lejos de haberse disipado con las luchas revolucionarias, se acentuó con el correr del siglo XIX: Buenos Aires, su puerto y su aduana jugarían un papel fundamental en la economía nacional. Para ese entonces surgía con fuerza un gran protagonista tanto de las luchas de independencia como de la pujante economía pampeana: el comerciante – hacendado. Como contrapartida, las economías en general artesanales del resto del territorio, salvo algunas excepciones, sufren duros reveses relacionados con la apertura económica de las Reformas Borbónicas de España y las rentas de aduana de Buenos Aires. Apenas cuatro años después de la Declaración de la Independencia, nueve de cada diez productos que salían por la aduana del puerto de Buenos Aires, eran de origen ganadero: cueros, carne salada y sebos.

La consolidación del área pampeana como núcleo político y económico del país llega de la mano de la construcción de las primeras vías ferroviarias, que plasman territorialmente ese predominio de Buenos Aires. En 1860 se crea el primer ramal ferroviario, Ferrocarril Oeste, con 39 kilómetros de vías, que se incrementan a 342 km veinte años más tarde, con el fin de este período. El total de vías construidas hacia 1880 asciende a 2.432 km, casi todas ellas en territorio pampeano y principalmente bonaerense (Roberto Cortés Conde, El progreso argentino 1880 – 1914, 1979).

En relación con la población, el siglo XIX marca el corrimiento cada vez más acentuado de las poblaciones indígenas y su reemplazo por población proveniente de Europa. Estas oleadas inmigratorias que llegan sobre todo desde mitad de ese siglo, se instalan principalmente en ciudades pampeanas y en las denominadas colonias agrícolas, como las de Santa Fe, Entre Ríos y Chubut. La población del NOA pierde peso con la formación del Virreinato primero, luego con la creación de la Provincias Unidas del Río de la Plata en 1813 y posteriormente con el creciente predominio de las provincias ligadas a las actividades ganaderas, comerciales y portuarias.

La relación con los indígenas durante gran parte de ese silgo XIX fue predominantemente conflictiva. Gran parte del territorio estaba en manos de los grupos originarios y ello resultaba un problema para las crecientes economías agrícolas y ganaderas, por ello conjuntamente con la creación de las primeras vías férreas y la instalación de colonias agrícolas, se crearon fuertes y fortines diseñados para avanzar sobre los territorios todavía no ocupados y para defenderse de los malones indígenas. Estos emplazamientos dieron origen a Rauch, Tandil, Bahía Blanca, Junín, Candelaria, Orán, entre muchos otros núcleos urbanos. El territorio estaba dividido por líneas que separaban a ambos grupos (los de origen europeo -españoles y criollos- y los indígenas), denominadas “fronteras”, que durante ese lapso se fueron corriendo cada vez más hacia el lado indígena, despojándolos de sus territorios. La resistencia de algunos grupos indígenas organizó los denominados malones, que realizaban sorpresivamente para llevarse principalmente caballos, mujeres y vacas. Por el otro lado se organizaban milicias para desterrar a los indígenas.

Epígrafe: “Las tribus indígenas al mando de algún cacique (Catriel, Mariano Rosas, Pincén, Calfucurá, Shayhueque, etc.)Se diferenciaban unas de otras no sólo por el lugar que ocupaban –si bien eran nómades, tenían territorios delimitados- sino también por su relación con los “cristianos”. Algunas tribus eran hostiles y otras se declaraban amigas e inclusive defendían los territorios de población criolla y española. Unos y otros pagaron cara tanto su amistad como su hostilidad, los primeros porque fueron reclutados para luchar en la guerra contra el Paraguay y los segundos porque fueron aniquilados en nombre del progreso y la civilización y en contra de la barbarie.”

Para el primer censo de población, que se realizó en 1869, es decir, hacia el fin de esta etapa, la Argentina contaba con más de 1.730.000 habitantes, la mayoría en el área pampeana. Para ese mismo año llegaron al país cerca de 73.000 inmigrantes predominantemente europeos y entre los años 1857 y 1876, habían arribado al país alrededor de 340.000 inmigrantes. Si bien la mayoría de ellos se asentó en la zona pampeana, también Mendoza y Tucumán incrementaron sus poblaciones debido a las economías basadas en la vid y el azúcar.


T1 El territorio entre 1880 y 1930: el período agroexportador

El contexto internacional de surgimiento de esta etapa es el de la organización capitalista del mundo en países centrales industrializados y consumidores y países periféricos productores primarios

En dicho contexto, nuestro país asume el rol de productor agrícolo – ganadero y el Estado prepara el territorio para llevar a cabo eficazmente este modelo.

Entre los cambios espaciales más importantes de estos 50 años, quizás los más relevantes en la historia económica del país, se pueden destacar la agriculturización pampeana, el tendido casi definitivo de la red ferroviaria, el crecimiento exponencial de algunos espacios urbanos cono Buenos Aires, Córdoba o Rosario debido a las fuertes oleadas inmigratorias, el inicio del tendido de la red caminera debido a la aparición del transporte automotor, la aparición y proliferación de industrias ligadas a las actividades agrarias y el surgimiento de núcleos culturales y sociales que regulaban la vida social de la creciente población urbana.

La agriculturización pampeana consistió en la creciente incorporación de tierras vírgenes (de producción o uso) y ganaderas a la producción agrícola. El sistema agrario pampeano se basaba en los cultivos trigo, maíz y lino y en la producción del ganado vacuno y ovino. En esta época se conoció a nuestro país como el “granero del mundo” tanto por la fertilidad de los suelos pampeanos como por las necesidades alimenticias de Europa.

Otto Solbrig (op. cit) señala que entre 1895 y 1914 la superficie sembrada con alfalfa destinada a la alimentación del ganado vacuno pasa de alrededor de 71.300 ha a 7.373.400 ha y la superficie sembrada con trigo entre las mismas fechas asciende de 89.000 ha a 2.044.000 ha. En la década de 1910, sin embargo, parte de esta actividad agraria pampeana comienza a estancarse por el cese de crecimiento demográfico europeo, el fin del aumento de la demanda de productos alimenticios desde ese continente y el mejoramiento de los rendimientos de la agricultura europea. Para esa fecha la agricultura superaba a la ganadera por la fuerte incorporación del maíz y por la creciente subdivisión de tierras en la Pampa.

A medida que aumentaba la producción agrícola y ya sin malones indígenas (es decir, con el territorio consolidado), el tendido de los diferentes ramales ferroviarios creció casi siempre desde las zonas de producción primaria hasta el principal puerto, el de Buenos Aires, por lo que se conformó un diseño radial con vértice en la capital del Estado, la ciudad de Buenos Aires.

Este medio siglo de pujante economía derivó también en problemas ambientales de importante magnitud para la época, como la contaminación de los cuerpos de agua (ríos, arroyos, lagunas) por la instalación de las nuevas industrias, como por ejemplo los frigoríficos, que ya reemplazaban cada vez más a los saladeros, y las curtiembres.

La vida urbana, por otra parte, estaba signada en las grandes ciudades, por la instalación y creación de grandes tiendas, bancos y clubes de capitales generalmente británicos, como también eran de ese origen los capitales con los que se construyó la red ferroviaria.


T1 El territorio entre las décadas de 1930 y 1970: la industrialización

La caída de la bolsa de Nueva York (Estados Unidos de América) en 1929 – 1930 (ver módulo Geografía Mundial Contemporánea, unidad 4), sumada a la crisis de la Europa occidental generan un efecto cascada en la economía mundial y particularmente un marcado receso en las latinoamericanas, en este momento instaladas como proveedoras de materias primas. En la Argentina genera una importante crisis en el campo. La política de los países europeos y de Estados Unidos fuertemente restrictiva al ingreso de los productos primarios y al egreso de productos manufacturados, genera un vuelco hacia una incipiente industrialización latinoamericana.

La instalación de industrias en las ciudades y la crisis agraria provoca un importante éxodo rural, es decir, el traslado de población rural a los espacios urbanos, que se irá incrementando durante esta etapa, además, con la introducción de maquinaria que reemplaza la mano de obra en los campos. Con la red ferroviaria ya consolidada, crece con un diseño similar (radial con vértice en Buenos Aires) la red vial, a expensas de una fuerte expansión del sector industrial automotor en el mundo.

Las áreas urbanas de fuerte crecimiento son aquellas que concentran mayor demanda de mano de obra, las industrializadas, que en nuestro territorio se concentraron durante estas cuatro décadas, en el denominado cinturón fluvial industrial desde San Lorenzo – Rosario en Santa Fe hasta La Plata en Buenos Aires siguiendo el trazado de los ríos Paraná y de la Plata y en otras ciudades como Córdoba y Mendoza. Entre las industrias se destacan las textiles, alimenticias, petroquímicas, siderúrgicas, metalúrgicas, automotrices y electrónicas, pero todas ellas con escasa inversión tecnológica.

Esta situación generó un incremento del mercado interno, una industrialización poco productiva subsidiada por la presencia de un Estado muy fuerte y una creciente desigualdad entre la zona pampeana y el resto del territorio plasmada en la concentración demográfica, la centralización de las decisiones políticas y económicas y el crecimiento urbano pampeano.
Hacia el fin de este período se acentúan las migraciones tanto internas como externas (sobre todo sudamericanas) hacia las grandes ciudades (principalmente a Buenos Aires y su conurbano) con el objetivo de buscar trabajo generando zonas de extrema pobreza conocidas como villas de emergencia por la imposibilidad de acceder a puestos de trabajo estables. 


T1 El territorio desde la década de 1970: la desindustrialización

Desde mediados de la década de 1970 en el país, y en general en el resto de Sudamérica, se sienten los efectos de las crisis internacionales del petróleo, del auge de las ideas de librecomercio y de los golpes de Estado. El Estado se achica, es decir, cede parte de sus funciones y responsabilidades al mercado, permite el ingreso de capitales y de empresas internacionales y, en un principio, cercena la libertad de expresión de los partidos políticos y de los ciudadanos en general hasta la recuperación democrática.

En este marco, comienza la etapa de apertura económica, del arribo de empresas y de la desindustrialización a la luz de las políticas neoliberales impuestas como recetas por los gobiernos de los países desarrollados y los organismos de crédito internacional, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, la consiguiente retracción de la demanda, la pérdida de puestos de trabajo y el crecimiento de los bolsones de pobreza, sobre todo en las periferias de las ciudades grandes y medianas. Por otra parte se incrementa la desigualdad socioeconómica lo que redunda en una fuerte fragmentación espacial con un acelerado crecimiento de los bolsones de pobreza por un lado, y el también crecimiento de los de riqueza. Esto supone entonces, el fuerte decaimiento de los estratos sociales intermedios (la “clase media”). Sumado a esto crece exponencialmente la deuda pública externa en parte contraída por el Estado y en parte por empresas, pasando de casi 10.000 millones de dólares a principios de esta etapa (1976) a cerca de 148.000 millones de dólares en 1999 (Adriana Clemente, La ‘cuestión social’: notas para el debate, en ¿Argentina en colapso? América debate, IIED-AL, 2002).

Durante la década de 1990 en casi toda Latinoamérica pero particularmente en la Argentina, se lleva adelante el proceso privatizador que consiste en la venta o concesión de las empresas fiscales (como Aerolíneas Argentinas, Yacimientos Petrolíferos Fiscales –YPF-, Yacimientos Carboníferos Fiscales –YCF-, telefonía –Entel-, algunas rutas, los servicios de energía eléctrica, de agua por red, de gas, el correo, etc.). Además, y ligada a la lógica del mercado por sobre la del bien común, se suprimen las vías férreas que no son rentables y se privatizan las que sí lo son. La supresión de los ramales ferroviarios trajo consigo el aislamiento de gran cantidad de pueblos y ciudades.

Ya desde antes, en el período del último golpe militar (1976-1983) el Estado había privatizado una alta proporción de tierras fiscales principalmente boscosas, lo que derivó en un acelerado proceso de deforestación y pérdida de biodiversidad en el centro y norte del país (Morello et al., El ajuste estructural argentino y los cuatro jinetes del apocalipsis ambiental, Colección CEA-CBC, Universidad de Buenos Aires, 1997).


TU Unidad 4: La población del territorio argentino

T1 Introducción

Clasificar a la sociedad argentina según la dualidad desarrollo – subdesarrollo explicada en el módulo Geografía Mundial Contemporánea, resulta de gran complejidad. Dicha complejidad es la que desarrollaremos en esta Unidad, basada en los parámetros que indican que nuestra composición social oscila desde el subdesarrollo hasta el desarrollo. Lo que desde cualquier óptica resulta sí indiscutible es la acentuada desigualdad estructural de la sociedad.

Para comprender mejor esta complejidad, desarrollaremos la Unidad en dos apartados:

  • Las características demográficas generales y
  • Argentina entre el desarrollo y el subdesarrollo. 


T1 Características demográficas generales

Según el último Censo Nacional de Población y Vivienda del año 2001, en nuestro territorio de 2.780.403 kilómetros cuadrados, habitan 36.260.130 personas (www.indec.mecon.ar). Por ello la densidad demográfica es de 13 habitantes por km2. La mayoría de la población que habita el territorio nacional es nativa (95.8 %) y reside en áreas urbanas (89.3 %). La composición social remite a un origen marcadamente inmigratorio, con una fuerte mezcla de diferentes nacionalidades tanto:

ª      de Europa, sobre todo por las oleadas migratorias de fines del siglo XIX hasta mediados del XX;
ª      de países sudamericanos, por corrientes migratorias ocurridas principalmente desde mediados del siglo XX;
ª      del sudeste asiático sobre todo desde la década de 1970 en adelante;
ª      de otros orígenes, como el resto de América, Asia, África y Oceanía y, además,
ª      descendientes de los pueblos originarios del territorio argentino.


T2 Distribución y densidad demográfica

Como se vio en la Unidad 3, el territorio se fue configurando de tal manera que la población se asentó en algunas zonas quedando más o menos vacías el resto de ellas, tanto por motivos socioeconómicos como por condicionamientos ambientales. Así fue creciendo el núcleo urbano del Gran Buenos Aires.

Se denomina Gran Buenos Aires –G.B.A.- al conjunto conformado por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y 24 partidos del conurbano bonaerense que la rodean) y, aunque en menor medida, otros núcleos urbanos de importancia como Rosario en la provincia de Santa Fe, Córdoba en la provincia homónima y otras ciudades (como se verá en la Unidad 6: El espacio urbano).

La tardía inserción de algunas provincias o zonas de ellas al desarrollo nacional,
lo que implicó la escasez de oferta laboral, educativa, recreativa, de infraestructura, etc., sumado a importantes condicionamientos ambientales como la aridez o las bajas temperaturas, favorecieron una desigual distribución demográfica en el territorio.

Densidad demográfica: relación que resulta de la división entre la cantidad total de población de una unidad territorial, por ejemplo un país o una provincia, respecto del territorio de dicha unidad territorial).

Por ello, a pesar de que la densidad demográfica en la Argentina es de 13 hab/km2, hay jurisdicciones con promedios por encima de esta cifra, como la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con 13.679,6 hab / km2, las provincias de Misiones (32,4), Tucumán (59,4), Santa Fe (22,6), Buenos Aires (45) entre otras; y algunas por debajo de dicho promedio, como Catamarca (3,3), La Pampa (2,1), Santa Cruz (0,8), Río Negro (2,7), etcétera.


T2 La composición de la población

A través de los sucesivos censos de población se puede observar el crecimiento demográfico, que pasó de 1,8 millones de habitantes en 1869 a 15,8 millones casi a mediados del siglo XX y a 36,3 millones en 2001. Ese crecimiento se debió en gran medida a las corrientes inmigratorias mencionadas y también al crecimiento vegetativo o natural de la población. 

Se denomina crecimiento vegetativo o natural de la población a la diferencia entre la natalidad y la mortalidad).


T2 Natalidad y mortalidad

Dos indicadores importantes del estado en que se encuentra una población son las tasas de natalidad y de mortalidad.
Tasa de natalidad: relación entre la cantidad de nacimientos y la población total en un momento y lugar determinados; tasa de mortalidad: relación entre la cantidad de defunciones o muertes y la población total en un momento y lugar determinados.

Como se vio en el Módulo Geografía Mundial Contemporánea, cuando estas tasas son bajas, son fuertes indicadores de desarrollo social y, por el contrario, cuanto más altas son, también reflejan el nivel de subdesarrollo social y económico. Por ello resulta importante conocer las tasas por jurisdicción, pues sirven, como todo indicador, para poder tomar decisiones adecuadas.

Como se expresó con anterioridad, los indicadores son muy diferentes según la jurisdicción analizada. Ambas tasas, de natalidad y de mortalidad son relativamente bajas en nuestro país, de 18,2 ‰ y 7,6 ‰ respectivamente. Sin embargo, este aparente elevado desarrollo signado por la reducción de ambas tasas, no tiene correlato en todo el territorio, en el que provincias como Formosa (‰‰), Chaco (‰‰), Santiago del Estero (‰‰), Corrientes (‰‰) y Tucumán (‰‰) muestran condiciones aún de pobreza generalizada. Contrariamente, Ciudad de Buenos Aires (‰‰), Santa Fe (‰‰), Córdoba (‰‰), San Luis (‰‰), Entre Ríos (‰‰) y Mendoza (‰‰) tienen valores menores al promedio nacional.

¿Por qué bajan las tasas de natalidad y mortalidad?
Entre las condiciones de desarrollo que provocaron el descenso de ambas tasas en la Argentina se destacan la inversión (apenas incipiente) de investigación y desarrollo en ramas ligadas a la salud; la importación y difusión de técnicas y productos relacionados con la medicina, la evolución, aceptación y abaratamiento de los métodos anticonceptivos; el ingreso de las mujeres masivamente a los mercados de estudio y trabajo principalmente en las áreas urbanas, lo que retrasó la edad de embarazo y limitó voluntariamente la cantidad de hijos y la destacada producción agraria. Entre los factores que retrasaron y retrasan el retroceso de estas tasas se destacan la desigualdad en los ingresos, la precariedad laboral, el desempleo y como consecuencia de todo esto, la situación de pobreza de un importante sector de la población. 

T2 La mortalidad infantil

Es un indicador relevante del estado de una población debido a que implica las condiciones de salud del recién nacido, relacionado, además, con las condiciones en las que se encuentra la madre

Tasa de mortalidad infantil: relación entre la cantidad de niños menores de un año que mueren cada mil nacidos vivos en un momento y lugar determinados.

En la Argentina, esta tasa ha ido disminuyendo desde 1980 (33,2 ‰) hasta 2004 (14,4 ‰) (INDEC, www.indec.mecon.ar , junio de 2006), si bien desde hace ya algunos años dicho decrecimiento se atenuó porque, por un lado, se ha llegado a cierto umbral en el que resulta más difícil bajar dichas cifras, y por el otro, confluyen la crisis económica de diciembre 2001 – enero 2002 y las condiciones estructurales de pobreza en parte de la población.


T2 Las pirámides demográficas 

Las pirámides demográficas son gráficos que se usan para interpretar la estructura de una población a partir de dos variables: el género o sexo y los grupos de edad o cohortes. Usualmente se adoptan rangos de 5 años para determinar cada cohorte (0 a 4; 5 a 9; 10 a 14 años; etc.). Estos gráficos sirven para analizar una sociedad de acuerdo con ciertos parámetros como la natalidad, la mortalidad, la esperanza de vida, las migraciones, los eventos extraordinarios (por ejemplo las guerras), etcétera, los que en conjunto dan cuenta de cuál es el estado o nivel en el que se encuentra una sociedad en un momento específico. Contar con pirámides demográficas de distintas fechas para un mismo lugar facilita una interpretación visual del desarrollo de dicha sociedad a través del tiempo, lo que permite, además, poder hacer proyecciones.

Se reconocen tres tipos de pirámides que están ligadas a los tres niveles de desarrollo estipulados, entre otros, por la Organización de las Naciones Unidas (la aceptación de esta clasificación es discutible, tal como quedó expresado en el módulo Geografía Mundial Contemporánea): para un desarrollo bajo corresponde una pirámide expansiva, con elevadas tasas de natalidad y mortalidad (incluso mortalidad infantil), fuerte reducción de cohorte a cohorte y escasa esperanza de vida; a un desarrollo medio le corresponde una pirámide estacionaria, con intermedios valores de natalidad, mortalidad, mortalidad infantil y esperanza de vida; la reducción entre cohortes es marcada, pero en menor medida que la pirámide expansiva; las pirámides regresivas corresponden a sociedades de desarrollo alto, con bajas tasas de natalidad, mortalidad y mortalidad infantil, elevada esperanza de vida, poca reducción de cohorte a cohorte, ensanchamiento en las cohortes de edades laborales, sobre todo entre 20 y 39 años, debido a las inmigraciones por trabajo; a su vez en este tipo de sociedades (y de pirámides) se observa un fuerte envejecimiento demográfico, es decir una elevada proporción de población mayor a los 65 años de edad respecto del total.


Esperanza de vida: indicador que mide lo que se espera que viva una persona desde que nace, según las condiciones sociales en las que se halla inmersa en el momento de su nacimiento.

El conjunto de indicadores utilizado para describir y analizar el estado de una sociedad, puede resultar útil, pero es necesariamente incompleto y, mal analizado puede derivar en simplificaciones e inexactitudes de una realidad que sin dudas, es mucho más compleja. Para mencionar un ejemplo, según Naciones Unidas, la Argentina posee uno de los índices de escolaridad más altos del mundo (0.96 sobre un máximo de 1, en el que se tienen en cuenta la matriculación primaria, secundaria y terciaria y la alfabetización de adultos); sin embargo, la realidad del estado de las aulas y de la infraestructura general de gran cantidad de establecimientos educativos; de la cantidad y calidad de los aprendizajes; del reconocimiento salarial y no salarial de los docentes; del rol de las familias en dichos procesos de aprendizaje de los alumnos; de las diferencias entre las jurisdicciones, entre muchas otras variables, es lo suficientemente compleja como para ser acotada a un par de datos, significativos pero insuficientes.

Los niveles de pobreza, de indigencia y de desigualdad social definen en gran medida el modelo socioeconómico de un país. Cuado estos niveles son elevados, quedan pocas dudas respecto del grado de desarrollo de la sociedad.


En la Argentina, el Instituto Nacional de Estadística y Censos –INDEC-, elabora indicadores de pobreza y de indigencia en relación con el concepto de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) y determina que los hogares con NBI son aquellos que presentan al menos uno de los siguientes indicadores de privación: deficiencias en hacinamiento, en vivienda, en las condiciones sanitarias, en cuanto a asistencia escolar o en la capacidad de subsistencia (para ver en detalle esta información se sugiere ingresar en la página www.indec.mecon.ar). De acuerdo con este organismo, entre 1980 y 2001, la población con NBI decreció de 27.7 % a 17.7 %, pero estas cifras continúan siendo muy elevadas.


T1 Argentina entre el desarrollo y el subdesarrollo

Según qué indicadores o tópicos se tomen en cuenta, y de acuerdo a quién realice esta tarea, se puede clasificar a la Argentina como un país desarrollado o como un país subdesarrollado, e incluso, atendiendo a la citada clasificación que adopta las Naciones Unidas, una sociedad de desarrollo intermedio.

a. Los indicadores del desarrollo: El sostenido descenso de las tasas de mortalidad y mortalidad infantil, el elevado porcentaje de población adulta alfabetizada, un PBI per cápita relativamente alto, el consiguiente IDH también elevado, el incremento de la población ocupada en el sector terciario de la economía, el ingreso masivo de capitales por exportaciones desde el 2002 en adelante y la mejora en la provisión de algunos servicios desde la década de 1990, demuestran un carácter socioeconómico que acerca más a la clasificación de país desarrollado.

b. Los indicadores del subdesarrollo: El elevado nivel de desempleo y precariedad laboral, los altos índices de pobreza y de indigencia, la desigualdad de los ingresos y por lo tanto de los niveles de vida, el lento retroceso de la tasa de natalidad, el lugar ocupado por la producción primaria en la economía nacional y su consecuente posicionamiento en la economía mundial como proveedor de materias primas, la insatisfacción de las necesidades básicas de salud, vivienda, alimentación, educación, vestimenta y servicios de una importante parte de la población, la extrema dificultad o imposibilidad del pago de gran parte de la deuda pública externa, la dependencia tecnoeconómica del exterior, la escasa protección ambiental y la citada deficiente provisión de servicios, tornan a nuestra sociedad vulnerable y por ello, demuestra un carácter marcadamente subdesarrollado.


T3 Otros indicadores de subdesarrollo

Otro indicador de subdesarrollo, si bien indirecto, tiene que ver con La percepción de corrupción política y dirigencial. En el Informe de Desarrollo Humano de la PNUD (op. cit., 2005), a partir de preguntas a la población, se señala que el 34 % de los encuestados sostiene que son los políticos y dirigentes los responsables de la situación en la que se encuentra la Argentina, relegando a un segundo lugar (con el 26 %) a la sociedad en su conjunto (sobre un total superior al 100 % pues se aceptaban respuestas múltiples); en el mismo informe, el 68 % demostró un apego a la ley entre ambivalente y débil. Por otra parte, en relación con la confianza en las instituciones, tan sólo el 6 % dijo tener algo o mucha confianza en los partidos políticos así como en los sindicatos y apenas el 19 % confía en el Poder Judicial. Entre los que tienen mejor imagen porque contribuyen mucho al país se destacan los docentes (40 %), ganaderos y agricultores (38 %), intelectuales y científicos (37 %), y como contrapartida, quienes recibieron menor cantidad de votos fueron los sindicalistas (2 %), los piqueteros (3 %), los políticos (4 %) y los jueces (6 %). Organización de las Naciones Unidas, UNDP, Informe de Desarrollo Humano 2005. Argentina después de la crisis. Un tiempo de oportunidades, 2005. 

Por último, desde aquí se sostiene que un país no puede ser sino subdesarrollado cuando la brecha entre los que más y los que menos ganan es grande y crece. Para medir esta brecha se utiliza el Índice de Gini (. Por lo general, los países desarrollados poseen índice de Gini bajo y los subdesarrollados, bastante más elevado. Según el Informe de Desarrollo Humano de Naciones Unidas (www.undp.org/spanish/ Informe de Desarrollo Humano 2005, julio de 2006) las áreas del planeta que presentan mayor nivel de desigualdad son América latina y África Subsahariana y en el mismo informe (p. 61) se sostiene que aquellos países que poseen coeficientes de Gini superiores a 50 “pueden considerarse en la categoría de alta desigualdad”; la Argentina, siempre según el informe citado, tiene un índice de Gini de 52.2, casi 15 puntos por debajo del promedio mundial ( de 67). Estas cifras expresan la vulnerabilidad de una gran proporción de la población.  

Índice de Gini: es una medida que se utiliza para medir y conocer la desigualdad de los ingresos de una población determinada, se mide entre 0 y 100, correspondiendo mayor número a una mayor desigualdad. Tanto el 0 como el 100 corresponden a niveles teóricos, pues 0 representa una perfecta igualdad y 100 una desigualdad total en la que una persona tiene todos los ingresos).


TU Unidad 5: El espacio rural argentino

T1 Introducción

Históricamente, nuestro país, como el resto de América Latina, se insertó en el mercado internacional como productor y exportador de materias primas, principalmente de productos de las actividades agrarias, y manufacturas de origen agropecuario (MOA), proceso que se agudizó durante el modelo agroexportador de finales del siglo XIX y principios del XX.

A pesar de los intentos de industrialización de las décadas de 1930 a 1960 (Unidad 3), la Argentina se posicionó como un importante productor de carnes, cereales y oleaginosas. Esta tendencia se volvió a agudizar en la presente década, sobre todo a partir de la devaluación de la moneda nacional y el consiguiente abaratamiento de los costos de producción.

Como se vio anteriormente (Unidad 4), en un país tan desigual como la Argentina, el espacio rural reproduce y a la vez refuerza la dualidad desarrollo – subdesarrollo a partir de la brecha entre los productores que obtienen grandes ganancias y aquellos que sólo pueden producir para su subsistencia, es decir, que no producen excedentes para colocar en el mercado. Entre unos y otros existe un abismo tecnológico y por ende, de productividad y de ganancias.

Definición
Productividad: producción obtenida por unidad de superficie y/o de tiempo.

Durante el siglo XX, con la incorporación de tecnologías en los campos y la concentración de las tierras en pocas manos, gran cantidad de población de las áreas rurales se trasladó a las áreas urbanas, que podían ofrecer nuevas oportunidades laborales, además de constituir áreas de servicios educativos, sanitarios, recreativos y habitacionales, entre otros. A este proceso de traslado masivo desde las áreas rurales a las urbanas se lo conoce como éxodo rural, que generó tanto crecimiento urbano como proceso de urbanización (Unidad 6).


Cuadro

Población
1895
1914
1947
1960
1970
1980
1990
2001
Rural
37.4
52.7
62.2
72.0
79.0
82.8
88.4
89.3
Urbana
62.6
47.3
37.8
28.0
21.0
17.2
11.6
10.7

Si bien las actividades rurales más importantes en nuestro país por su peso económico son las agrarias o agropecuarias, es decir las agrícolas y las ganaderas, en el territorio nacional también se desarrollan las restantes actividades rurales comerciales, como la actividad forestal, la pesca continental y marítima y la minería de metales, no-metales, rocas de aplicación y combustibles como el petróleo y gas.

T1 Las actividades agrarias

Aunque históricamente nuestros campos produjeron predominantemente la trilogía trigo – maíz – carnes, y en menor medida girasol, algodón y otros productos, la incorporación de una oleaginosa, la soja, hacia mediados de la década de 1970 y principios de la de 1980, cambió radicalmente el paisaje agrario no sólo del área pampeana, sino también de otras zonas del país, donde cada año se incorporan más territorios a la producción de este cultivo, reconvirtiendo a la Argentina en un país soja-dependiente, tanto ecológica como económicamente.

En general, por las características capitalistas de los procesos productivos implicados (de avanzada o de atraso), suele dividirse a la economía agraria argentina, y por lo tanto, a su territorio, en pampeana y extrapampeana. El área pampeana, que concentra la principal producción primaria y secundaria o industrial del país, se extiende principalmente en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, aunque también se pueden incluir aquí La Pampa y Entre Ríos. El área extrapampeana, en consecuencia, está abarcada por el resto del territorio nacional.

Las diferencias tecnológicas, productivas, económicas y laborales entre una y otra área, son similares, salvo excepciones, a las establecidas para las áreas desarrolladas y subdesarrolladas.

T1 El área pampeana

La producción agraria pampeana, si bien es diversificada en una gran cantidad de productos agrícolas y ganaderos, concentra la mayor cantidad de tierras y de ganancias en pocos cereales y oleaginosas y escasos tipos de ganado. Entre los cereales se destacan el maíz y el trigo; entre las oleaginosas, la soja y el girasol y entre el ganado, la producción lechera y de carne vacuna.

El área pampeana, históricamente fue el escenario de la producción cerealera argentina, que en épocas del período agroexportador dio a la Argentina el mote de “granero del mundo”. Esta idea de inagotabilidad de la superficie sembrada y cosechada y de la fertilidad de los suelos fue posteriormente muy cuestionada, principalmente a partir de los procesos erosivos del viento y del agua y de la contaminación de aguas y suelos por la creciente incorporación de sustancias químicas en la producción.


Esta área presenta, además de condiciones ambientales (de clima y suelos) bastante cercanas a las óptimas, una marcada incorporación tecnológica en sus distintas producciones, por lo que tiene muy altos rendimientos. Dichos rendimientos, entonces, están ligados a un conjunto de variables naturales y sociales, como la escasez, suficiencia o abundancia de precipitaciones, la cantidad de días con heladas, la fertilidad de los suelos, la posibilidad de aplicar los paquetes tecnológicos (para este concepto, ver página siguiente), la oscilación de los precios internacionales de las materias primas y sus derivados (MOA), entre otros. De esta posibilidad de obtener elevados rendimientos, y por ello, maximizar las ganancias, cada productor o conjunto de ellos, elige qué cultivos sembrar, qué ganado criar o rotar cultivos con ganado.

Los crecientes precios internacionales de la soja, la posibilidad de aplicar paquetes tecnológicos ligados a este cultivo, los altos rendimientos obtenidos, la adaptación de esta oleaginosa a diferentes condiciones climáticas y edáficas (de suelos), el descenso de los precios de otros cultivos o de los derivados del ganado y el creciente conocimiento en el manejo de este cultivo, han propiciado una gran transformación del área rural pampeana, proceso conocido como sojización, incluso en las áreas más fértiles destinadas originalmente a trigo y maíz, como el Núcleo Maicero pampeano (Sur de Santa Fe y de Córdoba y Norte de Buenos Aires), que en la actualidad es más un núcleo sojero por la cantidad de hectáreas sembradas como por las toneladas cosechadas. Esta sojización viene acompañada, en los últimos años, de una disminución de la superficie sembrada con trigo y maíz (16.8 y 6.5 % inferior a la campaña anterior, respectivamente), los otros principales cultivos argentinos.

TABLA:
Cultivos de los principales cereales y oleaginosas en el país, campaña 2005-2006


Miles de hectáreas
Miles de toneladas
Soja
15.329
40.500
Trigo
5.210
12.500
Maíz
3.180
14.500
Girasol
2.260
3.800
Avena
1.023
227

Cita: Fuente: ã www.sagpya.mecon.ar (28 de agosto de 2006)

El paquete tecnológico: Se denomina paquete tecnológico al conjunto de semillas mejoradas (resistentes a heladas, a sequías, etc.), agroquímicos (herbicidas selectivos, fertilizantes, plaguicidas, fungicidas, etcétera), maquinarias y riego artificial aplicados conjuntamente a la producción de uno o más cultivos. Presenta ventajas y desventajas: entre las primeras, torna más previsible y más rentable la producción; entre las segundas, genera dependencia tecnológica y muchas veces endeudamiento para seguir aplicándolo, pues una vez instalado resulta muy difícil –por lo costoso- salir de él, tanto para cambiar de cultivo (en este caso debería aplicarse otro paquete), como para cambiar cada subproducto de dicho paquete, pues por ejemplo, un herbicida selectivo sirve para determinada semilla mejorada con la que se vende en conjunto y no para otra; además, reduce la diversidad biológica al imponer una sola o muy escasas variedades de cada cultivo. 

Algunos cultivos importantes que se desarrollan en esta área, además de los mencionados trigo, maíz, soja y girasol, son lino, sorgo, maní, cebada cervecera y forrajera (es decir, de alimento para el ganado), alpiste, colza, centeno y mijo.

El área pampeana, núcleo agrícola de la Argentina, es también la principal zona de cría de ganado, principalmente vacuno o bovino, porcino, ovino y equino, aunque también son muy importantes la avicultura, apicultura, cunicultura y otras.

En relación con el ganado bovino se producen principalmente carnes y leche. Para el año 2005 se faenaron más de 14 millones de cabezas vacunas y se produjeron más de 3 millones de toneladas de carne con y sin hueso.

Faena: carneado de reses.

En ese mismo año, se produjeron cerca de 10.000 millones de litros de leche destinados en ambos casos tanto al mercado interno como al externo. Sin embargo, a pesar de la fuerte producción de este ganado en el área, la competencia de los cultivos, sobre todo de la soja, hizo que esta actividad perdiera durante los últimos años extensiones de tierra destinadas ahora a la agricultura, así como también tambos y rodeos (www.sagpya.mecon.gov.ar). De todos modos, la incorporación de tecnologías (maquinarias y conocimientos) permitió un cambio en las formas de producción de los bovinos de carne, desplazando en algunas partes la producción a campo, por la producción en feedlot, donde el ganado se desplaza poco y se suprimen o limitan las pasturas y aguadas naturales por alimento balanceado y forrajes secos y bebederos. Este proceso permite un aumento de productividad logrando mayor cantidad de carne en menor superficie. En relación con las áreas de producción, en la provincia de Buenos Aires, la actividad ganadera para faena se desarrolla fundamentalmente en la cuenca del río Salado (actividad de cría de terneros) y en el Oeste (invernada o engorde) y la ganadería destinada a lácteos (tambos), se desarrolla en campos con mejores suelos y más cercanos a las áreas de consumo interno.

También son importantes en esta área los ganados equino, tanto para faena como para actividades deportivas, para las que los equinos argentinos tienen una importante demanda externa; porcino, destinado fundamentalmente a la faena, ovino en menor medida, debido al desplazamiento de este ganado a la Patagonia, criado sobre todo para la producción de lanas, y otros animales como conejos (cunicultura), aves de corral (avicultura: pollos, pavos, etc.) y abejas (apicultura), para la importante producción de miel que se destina al mercado internacional, en el que Argentina ocupa el 3º lugar como país exportador de este producto.

En el caso de la carne de caballo y de vacunos, la Argentina ocupa actualmente el 2º y 3º lugar respectivamente, como exportador a escala mundial (www.fao.org/es, 08/09/06).      

Por último, cabe destacar que, si bien en menor medida que en la actividad agrícola, la ganadería pampeana presenta una importante introducción de nuevas tecnologías, como la inseminación artificial, el clonado, la fertilización “in vitro”, etcétera

La fiebre aftosa en la Argentina

Durante mucho tiempo la ganadería argentina ha tenido –y aún tiene- que convivir con una enfermedad del ganado vacuno: la fiebre aftosa. Esta se caracteriza por la aparición de pequeñas úlceras en boca y pezuñas y provoca graves perjuicios en la economía ganadera. Es una enfermedad contra la que existe vacunación y, como es transmisible fácilmente de animal a animal, cuando aparece un brote en algún rodeo, suele utilizarse el denominado “rifle sanitario” para evitar el contagio. En la actualidad algunos países aceptan comprar carne de rodeos libres de aftosa con vacunación, pero en general los países desarrollados que importan carnes y derivados sólo lo hacen de países que tengan certificado de ‘libres de aftosa sin vacunación’, es decir, en los que ya hay ausencia de la enfermedad durante un lapso prolongado a partir de la vacunación de las reses y por lo tanto, son rodeos que no necesitan vacunación y por ende, se los considera de mejor calidad.

T1 El área extrapampeanas

Contrastando con el área pampeana, la extrapampeana, que abarca el resto del territorio argentino, presenta en general, características de atraso productivo, menor inserción en el mercado internacional, escasa inversión tecnológica y una fuerte brecha entre grandes y pequeños productores, estos últimos con desarrollo de actividades primarias rudimentarias, muchas veces ligadas a la subsistencia del núcleo familiar o con pequeños excedentes para colocar en el mercado local debido a las pequeñas dimensiones de las tierras y al atraso tecnológico, por lo que sus rendimientos son muy bajos. Estos pequeños productores, muchas veces minifundistas, contrastan con las grandes empresas agrarias que acaparan la mayor parte de las producciones regionales, pues poseen capitales que se plasman en las dimensiones y calidad de las tierras productivas y en gran medida participan de todo o gran parte del proceso productivo, desde la industrialización del producto primario hasta su distribución e incluso su comercialización. 

Según las características ecosistémicas y agroproductivas, en cada zona del territorio extrapampeano se desarrollan diferentes tipos de cultivo y de ganado. Sin embargo, durante las últimas décadas se viene produciendo un proceso de pampeanización consistente en traspasar los productos y técnicas del área pampeana a la extrapampeana, muchas veces sin tener en cuenta las particularidades tanto del ecosistema como de las características socioculturales y productivas de cada región y de las mismas tecnologías que fueron producidas para un tipo de ambiente específico.

Entre las economías extrapampeanas (llamadas también economías regionales) más destacadas se encuentran la de la vid y frutales en Cuyo (Mendoza, San Juan, La Rioja), de pimientos, cítricos, caña de azúcar y tabaco en el Noroeste (Jujuy, Tucumán, Salta), de algodón, tabaco, yerba mate y té en el Noreste, de ganado ovino en la Patagonia (Chubut, Río Negro, Santa Cruz, Tierra del Fuego), de frutales en el Alto Valle del Río Negro, de los oasis de regadío en las sierras pampeanas para producción de vinos, aceitunas y frutos secos (nueces, almendras, etc.), entre otros. Hay también nuevos circuitos productivos en algunas áreas del país, ligados a la demanda internacional de productos como las frutas finas (grosellas, arándanos, moras, etc.) que se desarrollan en el sur cordillerano argentino.

Algunas de estas economías regionales tradicionales han tenido un fuerte crecimiento en las últimas dos décadas debido a los cambios en los patrones culturales, como por ejemplo los ligados al consumo de vino varietal (al menos 80 % de una variedad de uva, como cabernet sauvignon, malbec, merlot, syrah, etc.) de mayor calidad, y a la incorporación de tecnologías que posibilitaron reducir costos, aumentar rendimientos y volver más previsible el ciclo productivo; otras economías regionales se han visto perjudicadas por diferentes motivos, entre ellos por el atraso tecnológico, por la fuerte competencia con economías externas, por la aparición y consolidación de nuevos productos (telas sintéticas que provocaron una reducción de la demanda del algodón, productos edulcorantes que compiten con el azúcar, entre otros), etcétera.

En algunas áreas, estas economías regionales conforman verdaderos enclaves, puesto que en el lugar en el que se instalan demandan escasa mano de obra, consumen también escasos recursos y se integran muy parcialmente al sistema productivo regional. Por otra parte, el crecimiento de las grandes empresas agroindustriales genera en el área de producción una fuerte reducción en las ganancias de los productores primarios que proveen la materia prima y a veces también tienden a deprimir los salarios de sus trabajadores con el afán de maximizar sus ganancias. 

Definición
Empresas agroindustriales: son aquellas que participan de todas o casi todas las etapas del circuito productivo, desde la producción primaria y secundaria o industrial hasta la distribución y la comercialización del producto.


T1 Problemas socioeconómicos y ambientales en las áreas agrarias (a modo de síntesis)

Si bien por un lado nuestro país tiene un perfil netamente agrario o agropecuario, no tanto por la cantidad de gente que trabaja en este sector (que es muy poca comparativamente con la que lo hace en los sectores de la industria, los servicios y el comercio) sino por los volúmenes de comercialización e ingreso de divisas, históricamente y en la actualidad sufre problemas coyunturales y estructurales de difícil solución tanto en el plano económico, como en el social y el ambiental.

Entre los problemas más importantes que atraviesan las áreas rurales se pueden mencionar:

  • la explotación de la mano de obra, principalmente de la temporaria o golondrina, sobre todo en la zafra (cosecha de productos subtropicales o tropicales), en la que se contrata mano de obra procedente muchas veces de otras áreas del país, hombres, mujeres y niños que ofrecen su trabajo a cambio de salarios muy bajos;

  • la creciente importancia de los ‘pools de siembra’, es decir de empresas que arriendan campos por una o dos cosechas para obtener rápidos ingresos sin importar el manejo sostenible de los recursos; algo similar ocurre muchas veces con los contratos de arrendamiento en los que no se exige la reposición de los recursos (principalmente suelos y aguas) cuando finaliza el período de contrato, lo que conlleva una pérdida continua y reciente de la fertilidad de los suelos (Morello, J; Marchetti, B.; Rodríguez, A; Nussbaum, A., El ajuste estructural argentino y los cuatro jinetes del Apocalipsis ambiental, CBC-CEA, Universidad de Buenos Aires, 1997);
 
  • la incorporación de tecnologías (como las cosechadoras) que reemplazan al trabajo humano, que debe migrar hacia las zonas marginales de las áreas urbanas; a este proceso se lo denomina ‘éxodo rural’;

  • el sistema de doble cultivo sin barbecho, es decir producir dos cultivos de manera continuada (puede ser trigo sobre soja, soja sobre soja, etcétera), que impide el descanso de los suelos, a los que se debe agregar cada vez más productos químicos con el fin de reemplazar dicha ausencia de barbecho. Además, este doble cultivo suele practicarse sin rotación entre ciclos agrícolas (reemplazo de un cultivo por otro con características diferentes) y sin rotación con ganadería, que aporte fertilidad con sus deyecciones;

  • la práctica sistemática de uno o dos cultivos con altos precios en el mercado internacional, como el caso de la soja en gran parte del territorio argentino, que lleva a una pérdida de nutrientes en el suelo, los que se deben reponer mediante químicos;

  • el proceso erosivo, tanto por las aguas como por el viento, debido a prácticas inadecuadas, como las mencionadas arriba además de las labranzas profundas, el desmonte, etcétera; tanto la voladura de los suelos por acción del viento como su lavado por la acción de las aguas traen aparejada una importante pérdida de la capa fértil del suelo, es decir de su horizonte superficial;

  • la contaminación de suelos y cuerpos de agua por la enorme incorporación de fertilizantes y herbicidas químicos;

  • la pérdida o al menos el reemplazo de la diversidad biológica de los ecosistemas originales; este proceso recibe el nombre de “corrimiento de la frontera agropecuaria” que consiste en avanzar sobre ecosistemas originales, en general, bosques y selvas nativos en el área extrapampeana y pastizales en el área pampeana, para implantar en el lugar cultivos o ganado, con el consiguiente deterioro o empobrecimiento del ecosistema; este problema es particularmente acuciante en el Norte argentino, donde los bosques nativos han sufrido fuertes degradaciones y en algunos casos su extinción;

  • la ausencia de políticas estatales en relación con la concentración de tierras agrarias, que deriva en manejos oligopólicos de la producción; además, nuestro país no cuenta con legislación adecuada para evitar la extranjerización de tierras, por lo que en grandes extensiones del territorio nacional, capitales extranjeros han comprado tierras a precios internacionales muy bajos debido a la depreciación de nuestra moneda;

  • el endeudamiento de los productores pequeños y medianos (y veces incluso de los grandes) con el fin de incorporar el paquete tecnológico, es decir, las maquinarias, las semillas mejoradas y otros avances ligados a la biotecnología, los fertilizantes químicos, los herbicidas selectivos e incluso, los sistemas de riego;

  • la dependencia tecnológica respecto de las empresas transnacionales y estados productores de dicho paquete tecnológico que vuelven muy difícil, costoso y riesgoso el cambio productivo por lo que se genera la mencionada dependencia;

  • las sequías recurrentes en algunas áreas del país, como el Chaco occidental, y la ausencia o precariedad de sistemas de riego, además de la escasez o ausencia de políticas provinciales y nacionales a mediano y largo plazo en este tema;

  • las inundaciones también recurrentes en las cuencas de los ríos Salado de Buenos Aires, Quinto, Salado del Norte, Carcarañá, etc.;

  • la salinización de los suelos en áreas predominantemente áridas y semiáridas donde se practica agricultura de riego (en oasis), sobre todo en el Oeste argentino;

  • la falta o escasez de obras de infraestructura como caminos, vías férreas, canales para regulación de las cuencas hídricas, etcétera y su posterior mantenimiento;

  • el sobrepastoreo y sobrepisoteo del ganado por la sobrecarga animal, que originan la compactación de los suelos, favoreciendo los procesos de inundación y pérdida de fertilidad; tal como ocurriera en la Patagonia mesetaria, que sufrió la introducción de millones de ovejas superando la capacidad de carga animal del ecosistema, por lo que se generó un irreversible proceso de desertificación de los suelos;

  • los deficientes mecanismos de acceso a créditos entre los pequeños y medianos productores agrarios y la escasez de políticas oficiales en el acceso a tecnologías (maquinaria, conocimientos);

  • las restricciones de los mercados internacionales por políticas proteccionistas y la depresión de los precios internacionales de muchas materias primas, lo que se suma a veces al aumento de los precios internacionales de los paquetes tecnológicos;


T1 La actividad forestal

En el territorio argentino se explotan especies nativas (ver Unidad 2) y especies exóticas como el eucaliptos, álamo y pino (Pinus elliotis), principalmente. La actividad forestal contempla la deforestación, forestación y reforestación de especies arbóreas u arbustivas. El proceso de explotación es tan variado como el del tipo de productor que la realiza. Los pequeños productores suelen realizar el desmonte a mano (hacha) y con volúmenes significativamente bajos por productor. Los medianos y grandes productores utilizan motosierras y sistemas de recolección más avanzados, por lo que pueden extraer mayores volúmenes.

Las principales áreas de producción forestal son las selvas del Norte argentino (tucumano-oranense o yunga y misionera), el delta del río Paraná y el bosque del Sur cordillerano argentino. Las provincias que en la actualidad poseen mayor cantidad de superficie forestal cultivada son Misiones y Corrientes (en conjunto, 64 % del total) (www.sagpya.mecon.gov.ar).

Entre los productos obtenidos a partir de esta actividad se encuentran la pasta celulosa, rollizos (tronco sin la corteza), tableros de madera, muebles, papeles y cartones, madera aserrada, etcétera.      


T1 La actividad minera

La Argentina produce minerales metalíferos (oro, plata, cobre, cinc, hierro, etc.) y no metalíferos (sal, yeso, etc.), además de rocas de aplicación (arena, caliza, canto rodado, granito, etc.) y combustibles (petróleo, gas natural, carbón) tanto para el mercado externo como para el interno. Desde hace más de una década, empresas extranjeras se han interesado por los recursos minerales del territorio nacional, tanto del suelo como del subsuelo, por lo que se ha producido una importante extranjerización de esta actividad, como su puede observar en el caso de la venta de YPF al grupo Repsol o en la explotación de las minas cuproauríferas de Esquel, en Chubut y Catamarca (Bajo de Alumbrera).

T1 La actividad pesquera

La principal fuente de riqueza ictícola es el mar Argentino, aunque también se practica esta actividad en ríos, lagos y lagunas.

En el mar Argentino se pescan merluzas (la merluza hubbsi representa más del 42 % del total de capturas del país), calamares (el calamar illex, 24.3 %), polacas, langostinos, corvinas, etcétera.

Muchas veces, debido a que los volúmenes de pesca superan la tasa de reposición de la especie, comienza una notable disminución de la cantidad de individuos, sobre todo en las dos principales especies capturadas, por lo que el Estado debe decretar un período de veda o prohibición parcial o total para la pesca de dichas especies.

La sobrepesca en el mar Argentino, sobre todo en época de veda, es uno de los problemas más graves tanto para la economía en ese rubro como para el ambiente. En la última década se han registrado una gran cantidad de buques que pescan ilegalmente en nuestro mar, tanto de bandera argentina como de muchos otros países.

TU Unidad 6: El espacio urbano en la Argentina

 “Por primera vez en la historia, en 2007 la población urbana del planeta habrá de superar a la población rural. Espectáculo único: nuestra generación es testigo de una mutación del eje en torno al cual gira nuestra existencia. La ciudad se ha impuesto definitivamente. No obstante, esa victoria es de algún modo engañosa porque, en contra de lo que antes se creía, las ciudades ya no serían el centro utópico de la igualdad, sino el centro real de la desigualdad.”
Cita: Natalio Botana, Las ciudades de la miseria, en ã La Nación, 25 de junio de 2006.

T1 ¿Qué son los espacios urbanos en la Argentina?

Si bien existen diferentes criterios para definir cuándo un espacio es urbano o no lo es, como la continuidad del amanzanamiento, la densidad de edificación, las actividades económicas predominantes, los usos del suelo y los límites jurisdiccionales, entre otros, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) lo define como toda aglomeración que contiene al menos 2.000 habitantes.

Estos aglomerados cumplen diversas funciones, que varían fuertemente según el tamaño del núcleo urbano y también de acuerdo con la actividad económica que predomine en cada momento histórico y en cada lugar. De esta manera, así como las múltiples y complejas funciones que cumplen Buenos Aires, Rosario o Córdoba son muy diferentes a las que puede cumplir Casilda en Santa Fe o Maquinchao en Río Negro, también dos núcleos urbanos de similar tamaño cumplen diferentes funciones de acuerdo con el predominio de la actividad que allí se desarrolle, por ejemplo agrícola, minera o turística. Las funciones más comunes de los núcleos urbanos de la Argentina son: residencial, económico, político-administrativo, militar, financiero, recreativo e industrial. 

En el transcurso de poco más de un siglo, desde 1895 hasta 2001, segundo y anteúltimo censos nacionales de población respectivamente, la población urbana ha ido aumentando a medida que la población rural fue decreciendo, dándose así además de un importante crecimiento urbano, un fuerte proceso de urbanización.

Definición
Crecimiento urbano: aumento del número de habitantes que vive en áreas urbanas.
Proceso de urbanización: crecimiento de la proporción de la población urbana en detrimento de la población rural, cuyo porcentaje decrece.

Nuestro país cuenta en la actualidad con una gran cantidad de núcleos urbanos distribuidos irregularmente en el territorio, de muy diferentes tamaños físicos, cantidades de población, así como de funciones sociales y económicas.

T1 Formación de las ciudades argentinas

El sistema urbano argentino se fue conformando a través del tiempo en función de los intereses económicos y políticos internos y externos. En general, los sistemas de transporte y las actividades económicas predominantes fueron dando origen a estos núcleos urbanos. El período colonial, con las necesidades de la metrópoli, generó la creación y crecimiento de algunas ciudades (como se vio en la Unidad 3) importantes como Santiago del Estero, Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires, Corrientes, San Juan, San Luis, Mendoza, San Miguel de Tucumán y San Fernando del Valle de Catamarca, entre otras. El final del período colonial, reconocido en el Virreinato del Río de la Plata, terminó de consolidar el papel de primacía de la ciudad de Buenos Aires, debido a su puerto utilizado para exportar.

Más tarde, el siglo XIX fue testigo del surgimiento de numerosos pueblos y ciudades debido al intento de consolidación del territorio nacional con el corrimiento de la frontera indígena y la construcción del sistema ferroviario. Así surgieron estos núcleos de concentración de población en las líneas de avanzada para despojar a los indígenas de sus territorios, con fuertes y fortines para defensa del territorio anexado y de sus recursos ganaderos y en menor medida agrícolas (por ejemplo, las ciudades bonaerenses Tandil, Olavarría, Trenque Lauquen, Rauch, etc.) y en las estaciones de carga de los productos agrarios en las diferentes líneas ferroviarias que desde el interior se dirigían (y se dirigen) casi sin excepción hacia la ciudad de Buenos Aires.

En la segunda mitad del siglo XIX se fundan ciudades destinadas originariamente como residencias de las colonias agrícolas y ganaderas surgidas allí, tal como fue el caso de Esperanza, en la provincia de Santa Fe o de Esquel y Trevelin, en la provincia de Chubut.

Durante fines del siglo XIX y el siglo XX la radicación de industrias y de empresas dedicadas a la actividad minera, con su consiguiente efecto en la demanda de mano de obra, también dio origen o favoreció el crecimiento de pueblos y ciudades, como el caso de Palpalá a partir de la siderurgia Altos Hornos Zapla (luego Aceros Zapla) en la provincia de Jujuy o de Río Turbio, en la provincia de Santa Cruz, con la instalación de la estatal Yacimientos Carboníferos Fiscales (YCF).

Otro factor de surgimiento y, sobre todo, de crecimiento de estos núcleos durante el siglo XX, fue la actividad turística, hecho comprobable en la franja costera de la provincia de Buenos Aires y en parte de la Patagonia andina argentina.

También las bases militares han fomentado el asentamiento demográfico posterior, como en el caso de Junín de los Andes, en la provincia de Neuquén, que más tarde creció debido a la actividad turística.

Muchos de estos núcleos urbanos continuaron creciendo gracias al desarrollo de alguna o algunas actividades económicas, sobre todo aquellas ligadas a la producción agrícola y ganadera; también crecieron aquellas que se vieron favorecidas por la instalación de una gran industria, como Olavarría, en la provincia de Buenos Aires, con la producción de cemento o de Ushuaia, en la provincia de Tierra del Fuego, con la radicación de maquilas (industrias armadoras) ligadas a la industria electrónica. Las funciones principales que asumen algunas ciudades pueden ir variando con el tiempo, como ocurrió con Ushuaia, cuya vida giró en torno a la cárcel, luego a las maquilas y más tarde al turismo o con Esquel, originalmente asiento de la vida agrícola y pastoril, luego como base militar y finalmente también como centro turístico.

En el caso opuesto, algunos otros asentamientos han decaído con el transcurso del tiempo, tendiendo a disminuir su población como sus actividades económicas, hasta llegar en algunos casos a convertirse en pueblos casi abandonados, como ocurriera con aquellos cuyas economías dependían fuertemente del ferrocarril y con la supresión de ramales considerados poco rentables durante las décadas de 1980 y sobre todo de 1990, han mermado sus producciones por imposibilidad de transportar sus productos con bajos costos. En este sentido, hay pueblos que tienen crecimiento escaso o nulo, otros que están en grave riesgo de desaparecer y otros que ya no existen, según el último censo nacional de población.


T1 Macrocefalia urbana

Los sucesivos modelos económicos impuestos desde las burguesías nacionales ligadas a las clases terratenientes y al poder político, y desde los centros de poder externos, configuraron un modelo territorial particular caracterizado por la denominada macrocefalia urbana, es decir por el claro predominio económico y demográfico de una ciudad sobre las restantes. Así puede observarse hoy que el Área Metropolitana de Buenos Aires tiene alrededor de doce millones de habitantes mientras que las segundas en orden decreciente, Córdoba en la provincia homónima y Rosario en la provincia de Santa Fe, tienen cada una un décimo de esa cantidad.

Definición
Área Metropolitana de Buenos Aires – AMBA-: aglomeración formada por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y los partidos o municipios que en conjunto conforman el Conurbano Bonaerense, entre ellos Tres de Febrero, San Martín, Avellaneda, Quilmas, San Isidro, San Fernando, Malvinas Argentinas, etc. Según el INDEC, AMBA es sinónimo de Gran Buenos Aires –GBA-.

Algún intento de reducir esa macrocefalia ocurrió en la década de 1980, cuando se proyectó trasladar la capital del Estado a Viedma en la provincia de Río Negro, con el objetivo doble de fomentar el poblamiento de la Patagonia y de restringir el acceso de migrantes internos y externos al AMBA. El intento fue similar al realizado en Brasil cuando se trasladó la capital desde Río de Janeiro a Brasilia sin el éxito esperado, pero en la Argentina nunca se llevó a cabo.

Esta macrocefalia dada por razones históricas y recientes de concentración de riquezas y poder político, también generó graves consecuencias sobre el espacio urbano, entre ellas: la alta contaminación por radicación industrial; el tránsito caótico, el surgimiento de áreas muy degradadas; el surgimiento también de barrios privados, escindidos del resto de la ciudad; la contaminación sonora y visual; la carencia de espacios verdes como parques y plazas, etc.

En las restantes provincias también se reproduce esta jerarquización del entramado urbano; en la mayoría, la ciudad capital –u otra- concentra gran parte de la población total de esa jurisdicción, como ocurre en la ciudad de Mendoza respecto de la provincia homónima, o en Salta, San Juan, Neuquén, etc.; en algunos casos, son dos las ciudades que han crecido hasta concentrar casi la totalidad de la población de la provincia en la que se encuentran, tal como ocurre en Tierra del Fuego con Ushuaia y Río Grande.


T1 La segregación del espacio urbano (desigualdad)

Las grandes ciudades latinoamericanas como San Pablo (Brasil), Río de Janeiro (Brasil), Santiago de Chile, Bogotá (Colombia) y Caracas (Venezuela), y en Argentina Buenos Aires, Rosario y Córdoba con sus respectivas áreas metropolitanas, han crecido fuertemente desde fines del siglo XIX, pero sobre todo entre las décadas industrializadoras de 1930 a 1970, generando en muchos casos gigantismo urbano acompañado por situaciones de masivos asentamientos precarios, obsolescencia de la infraestructura urbana, tránsito vehicular caótico y contaminación de los recursos agua, aire y suelo. 

Durante las dos décadas posteriores, la introducción del modelo neoliberal en la Argentina como en el resto de Latinoamérica (con puntuales excepciones) favoreció la consolidación de estas características al remarcar cada vez de manera más acuciante la brecha entre las clases que más y que menos poseían. La desigualdad creciente en los ingresos de la población tuvo su correlato evidente en el territorio, manifestación espacial de dicha desigualdad de la misma manera que el espacio urbano durante las décadas pasadas había acusado recibo del masivo éxodo rural que, junto con la industrialización (ver Unidad 7), dio lugar al asentamiento de grandes oleadas migratorias en los núcleos urbanos que podían absorber mayor cantidad de mano de obra.

Desde la década de 1930, entonces, y hasta la actualidad, los rasgos mencionados más arriba se han acentuado. Emilio Pradilla Cobos destaca que “siete rasgos caracterizan a la metrópoli latinoamericana reproducida por el neoliberalismo: gigantismo, desorden, privatización, fragmentación, exclusión, conflictividad y violencia y contaminación” (Metrópolis y megalópolis en América Latina. En Revista Interamericana de Planificación, SIAP, Cuenca, 1998). El Gran Buenos Aires (o AMBA), el Gran Córdoba y el Gran Rosario dan cuenta de ello.

En las grandes ciudades, pero cada vez más también en las medianas (según el INDEC, aquellas que tienen entre 50 mil y 500 mil habitantes), el espacio urbano ha dejado de ser el lugar de pertenencia mayoritariamente de la aristocracia y la burguesía urbana, para dar paso a la coexistencia cada vez más marcada, porque cada vez es más contrastante, entre esos sectores y las clases desposeídas de todo, aún incluso de expectativas. Por ello en ciudades como las mencionadas en el párrafo anterior y en otras más pequeñas como La Plata, Mar del Plata, Mendoza, San Miguel de Tucumán, Zárate, Campana, etc., es cada vez más común observar dicha coexistencia (paradójicamente intentando coexistir lo menos posible) en forma de barrios cerrados o countries y barrios marginales, rancheríos o villas, que son los extremos entre los que también cohabitan los sectores denominados “medios”.

Estos asentamientos precarios se contraponen a los barrios cerrados y countries, que gracias al desarrollo de las autopistas, han proliferado en la periferia de las grandes ciudades para reducir a lo mínimo posible el contacto con las clases desposeídas que a raíz de las crisis de las décadas de 1980, 1990 y principios de 2000 han comenzado a volverse más “visibles” para el resto de los habitantes urbanos y debido a un nuevo modelo de vida caracterizado por la posesión o usufructo de los espacios verdes, tan escasos en los centros y barrios de las medianas y grandes ciudades.            

T1 Problemas ambientales urbanos

Entre los problemas mencionados anteriormente para las grandes ciudades, sobre todo para las metrópolis como Buenos Aires, Rosario y Córdoba, la contaminación grave del suelo, aire y agua, además de otros recursos (flora, fauna), también es compartida por otros núcleos urbanos menores, incluso pequeños (entre 2.000 y 49.999 habitantes, según INDEC), en los que la presencia de una o más industrias repercutió negativamente sobre los ecosistemas y la salud de los habitantes. Sin embargo, la contaminación no es el único problema ambiental que deben afrontar los núcleos urbanos: carencia o escasez de espacios verdes como parques y plazas, inundaciones, obsolescencia y escasez de infraestructura básica, como la red cloacal y de agua corriente, presencia de plagas denominadas urbanas, como ratas y murciélagos, entre otros, son algunos de los problemas que el ambiente urbano ofrece a sus habitantes.

En relación con la contaminación del agua, son paradigmáticos los casos de los ríos Matanza-Riachuelo y Reconquista en el AMBA, pero también está presente en los lagos Nahuel Huapi a orillas del cual creció San Carlos de Bariloche en Río Negro y Dique San Roque, por los desechos de la ciudad de Villa Carlos Paz y sus alrededores en la provincia de Córdoba (este lago además alimenta de agua de red a la ciudad de Córdoba, por lo que la contaminación del lago es muy perniciosa), o los río Paraná, Carcarañá, Colastiné, Pilcomayo, Salado del Norte, Salado del Sur (o de Buenos Aires), Colorado y Negro (ambos, el del Gran Resistencia en Chaco y el de la Patagonia que desagua directamente en el mar Argentino). En el caso del AMBA, “todos sus ríos están contaminados, pero dos de ellos son dramáticamente críticos, el Reconquista y el Riachuelo. En las dos cuencas viven 4.000.000 de personas y hay 9.000 industrias… de las que solo el 3 % posee sistemas de tratamiento de efluentes adecuados en funcionamiento” (Morello, Jorge et al., El ajuste estructural argentino y los cuatro jinetes del Apocalipsis ambiental, CBC-CEA, UBA, 1997). Además de los efluentes industriales, a los ríos, lagos y lagunas llegan muchas veces las descargas domiciliarias, los químicos usados aguas arriba en la actividad agrícola y los derrames de petróleo de los barcos o de las petroquímicas instaladas a orillas de esos cuerpos de agua.

De acuerdo con la cobertura de infraestructura básica, en gran cantidad de ciudades de la Argentina, sobre todo en aquellas que han crecido fuertemente desde la década de 1930, esta ha quedado obsoleta, por lo que una importante proporción de la población urbana, la población en general –aunque no siempre- más pauperizada, no accede a los servicios de agua corriente, cloacas y red pluvial, entre otros. En ciudades de más de 500 mil habitantes, menos del 50 % de la población accedía a mediados de la década de 1990 al servicio de red  cloacal (ese porcentaje sube significativamente si se tiene en cuenta la Capital Federal, donde la cobertura llegaba al 100 %). La ausencia de cobertura total implica la contaminación de las napas o acuíferos.    
           
Otro grave problema en numerosas ciudades y pueblos argentinos es el de las inundaciones, que entre muchas otras sufren el Área Metropolitana de Buenos Aires, el Gran Resistencia (Chaco), Santa Fe, Villa Guaminí (Buenos Aires, hoy bajo el agua), Goya (Corrientes), Gaiman, Dolavon y Trelew (todas en Chubut) y Clorinda (Formosa). Las periódicas inundaciones en algunas áreas urbanas tiene correlato en que se fundaron sobre áreas bajas, deprimidas, pero en otros casos, si bien la fundación se llevó a cabo sobre tierras altas, el crecimiento descontrolado impermeabilizó los suelos (aumentando la escorrentía y disminuyendo sensiblemente la infiltración del agua de lluvia), y permitió que sectores de la población de menores recursos se asentaran sobre las tierras bajas, más baratas, sujetas a los riesgos de inundación. 


TU Unidad 7: Industria y comercio en Argentina

T1 Una industrialización a medias

Cuando la Argentina comenzó su fase de despegue en el proceso de industrialización, a partir de 1930 aproximadamente (ver Unidad 3), ya contaba con algunas industrias en general ligadas a las actividades agrarias, como por ejemplo la alimenticia, frigorífica y curtiembres. Hubo algún incipiente desarrollo de otros rubros industriales, pero se quedaron en intentos, como la industria automotriz a principios de la década de 1910. A partir de la situación de contexto mencionada en la Unidad 3, nuestro país, como el resto de Latinoamérica debió comenzar a sustituir las importaciones de bienes provenientes de los países europeos y de Estados Unidos y el Estado nacional empezó a desarrollar un proyecto de industrialización.

Así se desarrollaron, muchas veces con fuerte apoyo estatal, industrias químicas (y petroquímicas), metalúrgicas y siderúrgicas, automotriz, alimenticias y textiles, entre otros rubros. 

La localización industrial fue en un primer momento muy concentrada, principalmente en las áreas urbanas y periurbanas de lo que se denominó el cordón o cinturón fluvial industrial, a orillas de los ríos Paraná y de la Plata entre San Lorenzo, en la provincia de Santa Fe, y La Plata-Ensenada-Berisso, en la de Buenos Aires. Este cordón de fuerte radicación industrial abarcaba también a las ciudades de Rosario, Villa Constitución, San Nicolás, Campana, Zárate, y el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).

Otros núcleos urbanos de importante industrialización fueron Córdoba, con industrias ligadas a la actividad agraria e industria automotriz y Mendoza, con industrias ligadas a la producción agrícola (jugos, vinos, sidras) y petroquímica.

Durante las décadas de 1960 y 1970, para desarrollar áreas que en el contexto nacional habían quedado relegadas, se pusieron en práctica, con disparidades en su aplicación como en sus resultados, los denominados sistemas de promoción industrial (SPI), mediante los cuales se favorecía la radicación de cierto tipo de industrias a partir de incentivos fiscales, como subsidios en dinero, créditos, reducción o eliminación de tasas impositivas y aduaneras, etc. Algunas áreas que se vieron beneficiadas con los SPI fueron San Luis, La Rioja, Tierra del Fuego (por entonces, territorio nacional, estatus que conservaría hasta 1991, año de su provincialización) y San Juan.

La radicación industrial, aún con las obvias limitaciones que tuvo en nuestro país debido a políticas internas como a decisiones externas, generó un efecto multiplicador en los territorios donde se asentaron, tanto en el caso del cordón fluvial, como en Mendoza, Córdoba y en aquellas provincias con SPI. Estos efectos fueron en algunos casos positivos y en otros negativos; entre los primeros, cabe destacar la fuerte generación de puestos de trabajo y la consiguiente aparición de barrios destinados a las clases trabajadoras u obreras (los “barrios obreros”); también el dinamismo económico y social que trajeron aparejadas; entre los efectos negativos, se enumeran la marcada limitación en la innovación tecnológica aplicada a las industrias que las volvió obsoletas en poco tiempo; la concentración de gran cantidad de población en las áreas industrializadas, principalmente en el cordón fluvial y más aún en el Área Metropolitana de Buenos Aires y en Rosario; la escasa importancia dada al mercado interno que derivó en profundas crisis cuando se adoptó el modelo de apertura económica a mediados de la década de 1970 y sobre todo en la década de 1990 y la contaminación de aguas, aire y suelos en las áreas urbanas, producto de la escasa y muchas veces nula planificación estatal de los usos del suelo en estas áreas. 

La localización de industrias
Para instalar una industria o un conjunto de ellas en un lugar específico, se tienen en cuenta una multiplicidad de factores ligados casi siempre a la reducción de los costos del proceso productivo, por ejemplo, la cercanía al mercado consumidor o al puerto de exportación, a cuerpos de agua con el fin de abastecerse de ella o para arrojar sus desechos allí (hecho muy común que desembocó en degradaciones ambientales importantes como el caso de los ríos Reconquista y Matanza-Riachuelo, ambos en el AMBA), la provisión de servicios requeridos en el proceso productivo (infraestructura para energía, agua, comunicaciones, vías de transporte, etc.), la cercanía también de otras industrias ligadas al sector o incluso del área de obtención de las materias primas, como en los casos de la industria azucarera de Tucumán o vitivinícola de Mendoza. 

La importancia de la actividad industrial en la economía, más allá de la relevante generación de puestos de trabajo, es que agrega valor a la producción y por lo tanto, aumenta el precio del producto final, lo que genera mayores ganancias tanto en el sector industrial o secundario de la economía como en el Estado nacional, provincial y municipal por el cobro de impuestos y tasas aduaneras, generando así un aumento en la recaudación fiscal. Fernando Fajnzylber (La industrialización trunca de América Latina, CEAL, 1983) señala que “la experiencia internacional confirma que la elevación significativa de la productividad en el sector agrícola se obtiene fundamentalmente sobre la base de la introducción de la ‘lógica industrial’ en las esferas de la producción, transformación, distribución y comercialización de los productos agrícolas”, aunque luego sostiene que esta relación supuestamente positiva entre sector agrícola y sector industrial puede llegar a no serlo, y de hecho muchas veces no lo es, cuando son las empresas transnacionales las que empiezan a intervenir en este proceso económico.


T1 La inserción desventajosa: El rol de la Argentina como productora de materias primas y MOA en el mercado internacional

Según la lógica de la división del mundo en países desarrollados y subdesarrollados, que comenzó a producirse principalmente desde fines del siglo XIX y principios del XX, la Argentina se insertó en el mercado mundial como proveedor de materias primas y manufacturas de escasa transformación a partir de los productos obtenidos de las actividades agrícolas y ganaderas (Manufacturas de Origen Agropecuario –MOA-).

El mencionado proceso de industrialización de mediados del siglo XX no logró una mejora significativa en la economía argentina que tras varios vaivenes volvió a reinsertarse fuertemente a partir de 2002 -con la devaluación de la moneda derivada de la salida del proceso de Convertibilidad previo-, como país productor y exportador primario (ver Unidad 5).

En este contexto, y gracias a una importante aplicación de innovaciones tecnológicas en los procesos productivos ligados a las actividades agrarias, nuestro país pudo colocar sus productos primarios y MOA de manera creciente en el mercado internacional.

Entre los países a los que la Argentina exporta soja y sus derivados, maíz, trigo, girasol, cítricos, miel, yerba mate, lana, carne, cueros, vino, combustibles y maderas, entre muchos otros bienes, se encuentran los del MERCOSUR (Brasil, Uruguay, Paraguay, Venezuela), Estados Unidos, gran parte de los de la Unión Europea, Japón y los emergentes China e India. La diversificación de los mercados compradores puede favorecer a las exportaciones argentinas en el sentido de tener menor dependencia de uno o pocos mercados y de poder mejorar los precios de sus productos. De todos modos, los acuerdos binacionales y regionales y las presiones de las grandes empresas tornan bastante más compleja esta relación entre mercados, productos y precios.

El comercio externo argentino aún no logra, y no parece que eso ocurra en el corto ni mediano plazo, superar la instancia del deterioro de los términos del intercambio, es decir, la creciente desigualdad generada con los países desarrollados a partir de la exportación de productos primarios y MOA y la importación de MOI, que tienen mayor valor agregado y por lo tanto, mayores precios y ganancias para las naciones que pertenecen al Primer Mundo. Esto no quiere decir que el deterioro implique déficit comercial, como lo demuestra el caso de la Argentina, con balanza comercial superavitaria en el primer quinquenio de este siglo, pero dicho superavit está dado por el notable incremento de los volúmenes de producción y de exportación de los mencionados productos primarios y MOA y no por el haber agregado sustantivamente valor a esos bienes a través del proceso de industrialización. En este sentido, los complejos oleaginoso (principalmente soja) y cerealero (principalmente trigo y maíz) aportan el 30 % de las exportaciones argentinas según ingreso de dinero, y el complejo bovino (carnes, cueros, lácteos), algo más del 7 %.

Definición
Balanza comercial: diferencia entre las exportaciones y las importaciones, medida en dólares.

TABLA DE EXPORTACIÓN POR GRANDES RUBROS DE ARGENTINA, A UNIÓN EUROPEA Y MERCOSUR, SEGÚN INDEC.

Exportación a la Unión Europea y al MERCOSUR, según grandes rubros (en miles de dólares), año 2005



Total
Productos primarios
MOA
MOI
Combustibles y energía
Unión Europea


6.764.402

1.602.441

4.066.012

1.051.111

44.839
MERCOSUR
(sin Venezuela) (*)

7.698.761

1.062.863

892.406

4.507.446

1.236.046

Cita: Fuente: www.indec.mecon.ar


(*) Brasil concentra el 82,2 % del total exportado hacia los tres países del bloque (Uruguay, Paraguay y Brasil): 92,2 % en productos primarios; 75 % en MOA; 81,6 % en MOI y 80,9 % en combustibles y energía
 recios y ganancias para las naciones que pertenecen al Primer Mundo. Esto no quiere decir que el deterioro implique déficit comercial, como lo demuestra el caso de la Argentina, con balanza comercial superavitaria en el primer quinquenio de este siglo, pero dicho superavit está dado por el notable incremento de los volúmenes de producción y de exportación de los mencionados productos primarios y MOA y no por el haber agregado sustantivamente valor a esos bienes a través del proceso de industrialización. En este sentido, los complejos oleaginoso (principalmente soja) y cerealero (principalmente trigo y maíz) aportan el 30 % de las exportaciones argentinas según ingreso de dinero, y el complejo bovino (carnes, cueros, lácteos), algo más del 7 %.

Definición
Balanza comercial: diferencia entre las exportaciones y las importaciones, medida en dólares.

TABLA DE EXPORTACIÓN POR GRANDES RUBROS DE ARGENTINA, A UNIÓN EUROPEA Y MERCOSUR, SEGÚN INDEC.

Exportación a la Unión Europea y al MERCOSUR, según grandes rubros (en miles de dólares), año 2005



Total
Productos primarios
MOA
MOI
Combustibles y energía
Unión Europea


6.764.402

1.602.441

4.066.012

1.051.111

44.839
MERCOSUR
(sin Venezuela) (*)

7.698.761

1.062.863

892.406

4.507.446

1.236.046

Cita: Fuente: www.indec.mecon.ar


(*) Brasil concentra el 82,2 % del total exportado hacia los tres países del bloque (Uruguay, Paraguay y Brasil): 92,2 % en productos primarios; 75 % en MOA; 81,6 % en MOI y 80,9 % en combustibles y energía

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Translate

Cantidad de personas que pasaron por este blog.